Salvini y los flamencos radicales: fracasa el intento de internacionalizar el 'procés'

Torra y Puigdemont alta
Torra y Puigdemont alta
EFE

Desde que se encontraron con la oposición frontal del Gobierno, los impulsores de la causa independentista han optado por buscar el respaldo al 'procés' y a la celebración del referéndum fuera de las fronteras españolas. Un movimiento que tiene el fin de legitimar la caus independentista a través del apoyo de gobiernos que formen parte de la Unión Europea o de partidos importantes a nivel comunitario. Un anhelo por el que hasta se llegó a tocar la puerta de Estados Unidos, ya fuese a través de la vía comunitaria o de reuniones con congresistas o expresidentes. Pero todos estos intentos no llegaron a buen puerto, al encontrarse siempre con Estados que limitaban el conflicto político a una cuestión interna de España.

Solo ha habido dos victorias a nivel internacional y a una escala muy menor: formaciones vinculadas al extremismo en la derecha y que han demostrado su radicalidad política. La amalgama se completa con el apoyo de algunos partidos de izquierda, como ha ocurrido en Alemania.

El dique de la UE

Las aspiraciones de separarse de España de los independentistas catalanes se han topado siempre con un rechazo frontal en Europa. El primero que vio cómo la UE no iba a ponerse de perfil en esta cuestión fue Jordi Pujol, cuyas intenciones dieron lugar a la llamada 'doctrina Prodi'. El expresidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, determinó que todo territorio que se separa de un país de la Unión pasa a ser un tercer estado sin relación con la misma. Es decir, tendría que empezar de cero el proceso para formar parte del club comunitario. Este extremo siempre ha sido negado por los líderes del 'procés', especialmente en los últimos años. Pero distintos jefes de Estado o de gobierno dejaron muy claro que sería así. Lo mismo hizo la Comisión que presidía hasta hace unas semanas Jean Claude Juncker.

Que el 1-O finalmente se celebrase y dejase las duras imágenes de las cargas policiales no provocó un cambio de posición de ningún Estado, aunque sí se lamentaron las escenas de violencia desde Bruselas. Poco después, Puigdemont decidió huir a Bélgica para evitar así una detención casi segura. Algo que hicieron también varios de sus exconsellers y dirigentes de ERC y la CUP. La elección del entonces president no fue al azar, ya que el país belga era uno de los que más trabas podía poner a una posible extradición. El tiempo le ha dado la razón. También intentó ser eurodiputado, pero que le obligaran a recoger el acta en Madrid motivó que no haya podido ejercer como tal ante la posibilidad de que pudiera ser detenido.

Allí, en Bélgica, Puigdemont fue 'acogido' por los nacionalistas flamencos de N-VA, que lidera Theo Francken. Este político, que defiende ideas xenófobas y racistas sobre los inmigrantes, también fue vinculado a movimientos neonazis por su asistencia a un homenaje a Bob Maes. Este último es conocido por colaborar con los nazis desde Bélgica. Y Francken aseguró que las críticas contra él por esto eran una "caza de brujas contra un nonagenario". En cuanto a su papel para el 'procés', el diputado flamenco aseguró que la situación en Cataluña estaba "degenerando" y se abrió a que todos los líderes independentistas recibieran asilo si así lo solicitaban.

El otro gran apoyo de Puigdemont en toda su travesía ha sido la extrema derecha italiana de La Lega. Su líder actual, el exvicepresidente italiano Matteo Salvini, ha apoyado la independencia de Cataluña en reiteradas ocasiones. Hasta el punto de que se ha fotografiado portando esteladas. De hecho, Salvini llegó a decir que el arresto de Puigdemont en Alemania era "inaceptable" e instó al diálogo. Una vinculación al secesionista que heredó del fundador de su partido Umberto Bossi, que hasta compartió varios actos con Jordi Pujol. Ahora, tanto Salvini como La Lega están más cerca de Vox y partidos similares que del soberanismo catalán.

Conflicto con Bélgica… y detención en Alemania

Precisamente, el único conflicto diplomático que ha existido por el 'procés' entre España y otro país ha sido con los belgas. Concretamente, con la parte flamenca del país. El entonces presidente del Parlamento de Flandes, Jan Peumans, criticó la calidad de la democracia en España en una carta que envió en septiembre de 2018 a la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell. Aquel episodio motivó la primera protesta dentro de la UE de España por la cuestión de la independencia catalana. La Moncloa mostró su malestar con el gobierno de Charles Michel por los canales oficiales. A esto se unió la reacción del ministro de Exteriores, Josep Borrell, que le recordó que Bélgica estaba por debajo de España en estándares de democracia.

Por ahora, la travesía de Puigdemont por otros países no ha generado más conflictos. Su paso por Finlandia o Dinamarca tampoco sirvió para que le extraditaran, ya que el juez Pablo Llarena rechazó tramitar la euroorden de detención en esos países. Allí participó en eventos de todo tipo, en los que se enfrentaba normalmente a un público que respaldaba el 'procés'. En el país helvético, incluso, se encontró con un respaldo indirecto de su sistema judicial, al rechazar que se le pudiera entregar a Madrid. Solo tuvo ciertos problemas en Helsinki, de donde huyó por "medios desconocidos" cuando la policía local le comunicó que tenía una orden española para detenerle.

Sí pisó el calabozo en Alemania, cuando su futuro estaba en manos del tribunal de Schleswig-Holstein. Los jueces alemanes fueron los que otorgaron al expresident su primera gran victoria, al negarse a extraditarle por rebelión pero sí por malversación. Llarena rechazó la entrega, ya que eso suponía no poder juzgarle en España por los delitos a los que sí se enfrentan Oriol Junqueras y el resto de los encausados por el Tribunal Supremo. Además, el magistrado reprochó al tribunal alemán su "falta de colaboración" con unos hechos que podrían haber supuesto el quebrantamiento del orden constitucional español.

El ocaso en EEUU

Antes y después del 1-O, el independentismo intentó sin éxito conseguir el respaldo de Washington para sus intereses. En las fechas previas al referéndum ilegal, Puigdemont dio charlas en varias ciudades estadounidenses para defender su plan secesionista, siguiendo la estela de Artur Mas. La realidad es que no logró reuniones de alto nivel político a pesar de realizar este viaje como president de la Generalitat. De hecho, el Govern llegó a informar de que había dado una conferencia en el prestigioso MIT cuando en realidad lo hizo en una empresa que no tenía relación con dicho instituto. Sí consiguió encuentros con algunos congresistas de EEUU, pero que no tuvieron más trascendencia ya que el Gobierno de Rajoy se negó a recibirles por el mismo motivo.

La llegada de Donald Trump y su carácter impredecible contribuyeron a sembrar las dudas sobre qué iba a hacer la Casa Blanca con respecto a Cataluña en el caso de que le pusieran el conflicto sobre la mesa. Pero ni en los meses previos al referéndum ni en las consecuencias a posteriori se consiguió dicho apoyo. Desde distintas instancias, EEUU ha señalado que Cataluña forma parte de España, que no se han producido violaciones de derechos humanos y que no hay presos políticos.

El último desencuentro entre EEUU y los líderes del procés pilló por medio al expresidente estadounidense Jimmy Carter. Puigdemont logró reunirse con él durante una visita a Atlanta, lo que fue vendido desde la Generalitat como una "victoria" debido a que Carter tiene su propia fundación dedicada a la mediación de conflictos. Pero la respuesta de este al expresident catalán fue que ni él ni su centro iban a entrometerse en las relaciones entre Moncloa y Govern. Además, desde dicha fundación señalaron que Carter recibió a Puigdemont por el premio que la Generalitat entregó al exlíder norteamericano en el año 2010.

La ‘internacionalización’ actual

La actividad del 'procés' a nivel internacional en este momento es mucho más discreta que en los meses posteriores al 1-O. Carles Puigdemont mantiene su base de operaciones en la localidad belga de Waterloo, desde la que sigue ejerciendo su gran influencia sobre el actual president, Quim Torra. Continúa dando charlas sobre sus objetivos independentistas en los sitios que le reciben, pero ha sido rechazado por altas instituciones como el Parlamento Europeo.

El resto de los fugados de la justicia mantienen un perfil mucho más bajo. Poco se sabe de Anna Gabriel o Marta Rovira, que apenas levantan la voz desde Suiza. Lo mismo ocurre con Toni Comín, en Bélgica, o Clara Ponsatí, en Escocia. Lo que está por ver es cuál será su reacción cuando se conozca la sentencia del Supremo contra sus compañeros en el Govern durante el referéndum. Por lo pronto, Puigdemont ya ha anunciado que no abandonará Waterloo.

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