De los aplausos al laberinto burocrático, la vida de un solicitante de asilo en Alemania

  • "A mi alrededor solo escucho malas noticias", suspira un sirio, perdido en el laberinto burocrático de un centro de registro de refugiados berlinés. Después de haber sido recibidos entre vítores y cantos, la vida de los solicitantes de asilo en Alemania se asemeja a una carrera de obstáculos.

Las imágenes de miles de refugiados recibidos en las estaciones de tren alemanas en medio de aplausos y pancartas de bienvenida han dado la vuelta al mundo en los últimos días.

Pero, en realidad, el cotidiano de un solicitante de asilo es muy distinto. Después de haber huido de los horrores de la guerra, ahora se encuentran perdidos en los entresijos de la burocracia alemana, que admitió estar desbordada por el número récord de pedidos: la administración prevé recibir este año 800.000 solicitudes de asilo.

En este centro de Berlín, situado a sólo dos kilómetros de las oficinas del gobierno, los pasillos están abarrotados. Todas estos refugiados entregaron ya a su llegada al país un pedido de asilo, antes de ser enviados a la capital. Ahora, deben registrarse ante las autoridades sociales locales para tener acceso a una vivienda, ropa, comida y atención médica.

El ambiente es caótico. "Soy consciente de que están haciendo lo mejor que pueden, pero no es suficiente, tiene que haber una mejor manera de organizarse", dice abatido este refugiado sirio, que pide ser identificado como Verón, para proteger a su familia que se quedó en su país, asolado por la guerra.

La frustración es perceptible en los rostros de aquellos que aguardan en la larga fila. Todos vigilan, con impaciencia, una pantalla electrónica donde ven pasar los números, esperando a que llegue su turno.

No muy lejos, las mujeres y los niños matan el tiempo tumbados bajo el sol, acostados en mantas, en un patio lleno de basura.

Pero hay un problema: no hay suficientes viviendas para todos los refugiados. La espera para obtener un primer techo puede ser de varias semanas.

Verón, de 30 años, espera desde hace cuatro días. Mientras tanto, duerme en una carpa, en un barrio en las afueras de la capital.

La jefa de gobierno alemana, Angela Merkel, anunció una ayuda de 6.000 millones de euros para mejorar la atención y la integración de los refugiados en 2016.

"La gente es muy buena, pero no hay suficientes viviendas en Berlín, y a menudo los hoteles se niegan a aceptar refugiados", afirma Verón. "Nos quedaremos en la calle si es necesario".

Verón, al igual que otros solicitantes de asilo, están dispuestos a esperar el tiempo que sea necesario para superar este primer obstáculo administrativo, sobre todo tomando en cuenta los sacrificios que han tenido que hacer para llegar a Alemania.

"El ejército sirio quería que mate a mi propio pueblo. Me negué", cuenta este ex ejecutivo de recursos humanos, titular de una maestría en literatura inglesa.

"Tuve que vender mi computador, mi viejo móvil y las joyas de oro de mi madre" para pagarme el viaje a Europa, cuenta. El periplo le costó 3.000 euros.

Verón viajó de Siria a Turquía, pasó a Grecia en una embarcación de plástico en plena noche, atravesó Austria y Hungría y terminó por llegar a Alemania. Un largo camino que recorrió a pie, en tren y en vehículos de traficantes de personas.

Tras la espera por una vivienda, llegará otra: la de una respuesta definitiva a su solicitud de asilo, un proceso que puede durar meses.

Hasta entonces, la prioridad es encontrar un lugar para dormir: "Poco importa donde, mientras que sea caliente y no sea una carpa", dice Aladino, un carpintero sirio de 31 años, que también espera desde hace varios días.

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