Empresario condenado a compensar a víctimas de armas químicas de Sadam Husein

  • Un tribunal de La Haya condenó hoy al empresario holandés Frans van Anraat a indemnizar con 400.000 euros a 16 víctimas ataques con armas químicas llevados a cabo por el régimen iraquí presidido por Sadam Husein en la década de los ochenta, al que suministraba productos químicos.

Bruselas, 24 abr.- Un tribunal de La Haya condenó hoy al empresario holandés Frans van Anraat a indemnizar con 400.000 euros a 16 víctimas ataques con armas químicas llevados a cabo por el régimen iraquí presidido por Sadam Husein en la década de los ochenta, al que suministraba productos químicos.

Van Anraat fue condenado en 2005 a 15 años de cárcel por crímenes de guerra, en concreto por facilitar miles de toneladas de materias primas para fabricar armas químicas utilizadas por Irak durante la guerra contra Irán (entre 1980 y 1988) y contra la población kurda del norte de Irak, lo que causó miles de víctimas civiles.

El empresario deberá indemnizar a tres iraquíes y trece iraníes que habían pedido una compensación por el daño sufrido como consecuencia de bombardeos con gas mostaza por el régimen de Sadam Husein, que les causó "importantes perjuicios", según el Tribunal.

Cada víctima recibirá un total de 25.000 euros más los intereses, según el dictamen del Tribunal.

Detenido en diciembre de 2004, Van Anraat empleó supuestamente estructuras de apariencia financiera, como una empresa panameña que estaba establecida en Lugano (Suiza), para ocultar su implicación en la venta a las autoridades iraquíes.

Las materias primas en cuestión, empleadas para la fabricación de gas mostaza y gases tóxicos, procedían de Japón y Estados Unidos.

La investigación se concentró en 36 suministros, entre ellos dos envíos de materiales para Irak.

En 2007, la división criminal de la Corte de Apelación de La Haya confirmó la sentencia definitiva contra Van Anraat, que también había sido acusado de ser cómplice de genocidio por la fiscalía, un delito del que finalmente no se le consideró culpable al carecer de pruebas que demostraran que el empresario era consciente de la finalidad última de las armas químicas.

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