Los votantes giran hacia el centro

La gestión de la economía y la falta de apoyos amenazan el futuro de Sánchez

El presidente parece más interesado en solventar sus juegos de poder en el CGPJ que en las reducciones de impuestos, que no convienen a Moncloa y que tampoco se lo permitirían los socios de Unidas Podemos.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
La gestión de la economía y la falta de apoyos sentencian el futuro de Sánchez. 
Europa Press

Como decía un viejo economista: “Si te cuesta trabajo entender cómo funciona el mercado, la economía y las finanzas... ya puedes gobernar.” A Pedro Sánchez gobernar no le cuesta mucho, y menos si no tiene que consensuar con nadie y puede marcarse cierto 'autoritarismo' -como señalan sus propios socios de Gobierno-, y dedicarse a pasar olímpicamente de Unidas Podemos, su compañero de coalición. Lo que le cuesta realmente trabajo a él y a sus ministros es enderezar la grave crisis económica que se cierne cada día más sobre los españoles, y que se ha convertido ya en el gran problema nacional.

Principalmente, para los bolsillos de millones de ciudadanos de clase media y baja, para empresarios pequeños y medianos, para los autónomos, que ven como sus finanzas tiemblan con una inflación cercana al 10%, y siguen agitándose por la fuerte subida energética y de los carburantes que no cesa. Todo ello exigirá a los partidos políticos -sobre todo a los que gobiernan- afrontar las próximas elecciones, primero las autonómicas y municipales, y luego las generales, como si la espada de Damocles estuviera bajo sus cabezas. La estrategia que se exhibirá en estos comicios apostará sin duda alguna al tablero de la economía, donde más sufren los afligidos españoles, y también -como no- donde más problemas y dificultades tiene el presidente del Ejecutivo, que por mucho que señale a Putin como culpable, él será el responsable de la indignación y del previsible cabreo nacional que se forme si no se detiene a tiempo esta debacle económica.

El gobierno podría acabar su legislatura como le sucedió a Rodríguez Zapatero, abocando al país a un desastre económico

En su entrevista del pasado jueves, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se vieron las caras durante tres largas horas, y a pesar de todo, y según lo dicho por los afectados, los resultados no fueron demasiado satisfactorios. Quizá porque ambos tenían intenciones distintas, y no sólo me refiero al desdoro de Moncloa de anunciar a través del diario 'El País' lo que le iban a proponer al líder del PP, sin informarle previamente a él. Mientras Feijóo insistía en su piedra angular de bajar impuestos a la clase trabajadora, dando así una alegría a los ciudadanos asfixiados por la inflación, Sánchez insistía en lo que a él más le interesa: la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.

El líder de la oposición está más preocupado por aliviar la carestía de los españoles, mientras que el presidente del Gobierno parece más interesado en solventar sus juegos de poder con la judicatura, todo menos hablar de rebajas fiscales o asuntos económicos, que no convienen al Ejecutivo y que además sus socios políticos tampoco se lo permitirían bajo ningún concepto. El presidente del Ejecutivo le preguntó al líder de la oposición sobre su futuro con Vox, empeñado en utilizar a los verdes para su táctica particular de desgaste, quizá temeroso de que la unión con el PP sea suficiente para descabalgarle a él del poder. Además, su insistencia al 'negacionismo' de Vox no se ve reflejada con su decisión de renunciar a los apoyos de Unidas Podemos, EH Bildu, ERC, etc., a los cuales recurre siempre que le conviene.

A pesar de todo y de sus componendas interesadas -no hagas lo que yo hago, y menos con Abascal-, Sánchez sabe, ahora que busca un viraje forzoso y artificial al centro político, que si quiere tener futuro para seguir en Moncloa deberá prestar más atención a las cuestiones del peculio de los contribuyentes, futuros votantes en los próximos meses, ya que estos, hoy por hoy, están mucho más preocupados por sus doloridos bolsillos que por lo que se decida en el CGPJ o el Tribunal Constitucional. Además de un interés particular por la economía, la mayoría de ellos suele tender a decantarse por los partidos de centro, en teoría más equilibrados y menos radicales, ya que suelen ofrecer a la hora de gobernar menos sorpresas y más fiabilidad económica.

Quizá por ello también la insistencia de Feijóo en los temas monetarios, y en recordarle al presidente que en estos momentos el Estado -paradójicamente- recauda con sus tributos e impuestos (no olvidemos al todopoderoso IVA) mucho más de lo que ha recaudado en los últimos años, que no es poco, y todo debido en gran medida por la espiral inflacionista que nos azota, y que hace que el dinero extraído a los ciudadanos rebose en las arcas del Estado y del Gobierno, y con ello podrían permitirse bajar la presión fiscal a los contribuyentes sin que por ello se resienta el estado del bienestar ni las cuentas públicas.

Sánchez sabe que como gestor deja mucho que desear, dados los malos datos económicos acumulados con anterioridad a la guerra de Ucrania, y que la batalla que le espera no tendrá que ver con los Asuntos Sociales sino con la Hacienda y la Economía que tanto le flaquean últimamente. La descomunal deuda española, el desbocado gasto público, la pérdida de competitividad de las empresas, y todo ello aderezado con una altísima inflación que no parece tener una sana tendencia a la baja, son circunstancias que repercuten en el malestar y la indignación de esa mayoría silenciosa que sólo habla cada cuatro años pero cuando lo hace quita y pone Gobiernos, y no entiende de excusas coyunturales, sino de bolsillos asfixiados que no llegan a fin de mes.

Sánchez sabe que como gestor deja mucho que desear

Todo ello funciona mejor si delante tienen la imagen de un líder de la oposición más maduro y solvente que el que había antes. Con la pandemia y, sobre todo, la maltrecha economía y la guerra, se ha transformado el estilo de los ciudadanos y ahora buscan políticos más fiables y que no monten experimentos ideológicos que pongan en riesgo el futuro y el porvenir de la sociedad. Sánchez creía que con el maná de Europa y una fuerte recuperación del empleo bastaría para solucionarlo todo y asegurar unas nuevas elecciones, pero eso ya no será posible porque los tiempos han cambiado, y los parámetros electorales -según las encuestas- se están moviendo hacia posiciones menos arriesgadas y algo más templadas, del centro político.

Esperemos que no, pero el gobierno podría acabar su legislatura como le sucedió a Rodríguez Zapatero, abocando al país a un desastre económico si no se logra enderezar la economía. Uno de los principales problemas está en los casi diez millones de pensionistas a los que se les ha prometido una importante subida del IPC, para que no vean mermado su poder adquisitivo, y a pesar de la promesa del Ejecutivo de blindar las prestaciones ante la inflación, la mayoría de ellos -al igual que los funcionarios- están muy inquietos porque no se cree que Sánchez pueda cumplir sus promesas. La revalorización automática de las prestaciones contributivas se establece en función del IPC medio del año, y se calcula sumando el IPC anual entre el mes de diciembre y el de noviembre y dividiendo dicha cifra por 12. Veremos cómo evoluciona la inflación pero todo apunta que puede estar de media por encima del 7,5%, según el Banco de España. Un dato terrible para todos, incluido el Gobierno que deberá dar la cara en unas próximas elecciones.  

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