Valls se somete a la confianza del Parlamento para que apoye su política de ajustes

    • Valls no duda en jugarse el puesto ante los rumores sobre su salida y la impopularidad cada día más evidente de Hollande.
    • El primer ministro quiere que su plan de ajustes sea aprobado y sabe que los primeros rivales están en su partido.
El nuevo Gobierno de Hollande comienza su andadura en medio de las críticas
El nuevo Gobierno de Hollande comienza su andadura en medio de las críticas

Valls siempre ha sido un político valiente, ajeno a las modas, y con determinación para llevar sus ideas hacia delante. Ahora lo vuelve a hacer. Se someterá a una moción de confianza para validar su política de ajustes, más que contestada, sobretodo por su propio partido.

Valls dice que esa política es inevitable por los malos resultados económicos y la impopularidad récord del presidente, François Hollande, sumado al debate sobre su continuidad. Será el próximo martes ante la Asamblea Nacional el nuevo Ejecutivo remodelado a finales de agosto para sacar a tres ministros del ala izquierda del Partido Socialista (PS) que habían manifestado su descontento con lo que criticaban como un giro neoliberal hacia la austeridad.

Pese a los llamamientos de un grupo de diputados rebeldes que han pedido una "abstención colectiva", el primer ministro, aunque sin excluir "un accidente", se muestra confiado en sacar adelante el voto y pide a la izquierda cohesión porque "la cuestión" es "pasar con fuerza, con márgenes", según dijo en declaraciones a "Le Journal du Dimanche", publicadas hoy.

"Cuanto más damos el espectáculo de la división, más se preguntan los franceses si somos capaces de gobernar", advierte, además de apuntar al espectro del ultraderechista Frente Nacional (FN) en el poder en caso de que se tuvieran que convocar elecciones anticipadas.

Una referencia directa a los sondeos de esta semana, que por primera vez han situado como la candidata más votada a la presidenta del FN, Marine Le Pen, en una eventual primera vuelta de unos comicios presidenciales, fueran los que fueran sus rivales de izquierdas o de derechas.

Un espectro que cobra una cierta verosimilitud toda vez que los responsables políticos han tenido que comentar la hipótesis de que Hollande -pese a su desmentido- no terminara su mandato en 2017 ante una impopularidad récord.

El presidente comparecerá el jueves en una conferencia de prensa para hablar de temas de actualidad en la que tendrá que afrontar preguntas sobre uno de los últimos golpes que ha recibido su imagen: el libro escrito por su ex pareja Valérie Trierweiler, que desde su salida a la venta el pasado día 4 se ha convertido ya en uno de los mayores éxitos editoriales de la historia en Francia.

Hollande ha tenido que responder a las críticas más hirientes de Trierweiler en el terreno político para decir que es "mentira" que se burle del dolor social de los pobres, a los que según señalaba su antigua compañera, calificaba en broma de "sin dientes".

Uno de los desafíos de Valls ante los diputados de su partido, pero también ante los electores que los eligieron en 2012 pocas semanas después de hacerlo con Hollande, es convencerlos de que a pesar de los ajustes la suya es una política de izquierdas.

Su argumento es que el programa de recorte del gasto público de 50.000 millones de euros en los tres próximos años, que debe financiar la rebaja de 40.000 millones de euros de las cotizaciones de las empresas, así como la disminución del déficit, es muy inferior de la que habría aplicado la derecha.

De acuerdo con su versión, los conservadores querrían un recorte de 80.000-100.000 o hasta 150.000 millones de euros.

Además, tiene intención de anunciar un gesto en favor de las pensiones más bajas, que en principio iban a quedar congeladas debido a una inflación inferior a lo anticipado.

En su contra tiene las últimas cifras macroeconómicas, como las del Banco de Francia, que el lunes anticipó que el producto interior bruto (PIB) sólo crecerá un 0,2 % en el tercer trimestre, después de haber permanecido estancado en los dos primeros.

El Gobierno no tuvo más remedio que revisar a la baja sus perspectivas de crecimiento para este año y dejarlas en el 0,4 %, en lugar del 1 % contemplado hasta entonces.

Además, indicó que su compromiso de reducir para 2015 el déficit público por debajo del umbral del 3 % del PIB se va a retrasar dos años más, hasta 2017, y que este año los números rojos van a ser superiores a los de 2013, en concreto un 4,3 % después del 4,2 %.

Eso obliga a Francia a buscar un nuevo compromiso con sus socios europeos y con la Comisión Europea, que en noviembre y a la vista del presupuesto de 2015 que el Ejecutivo francés presentará en las próximas semanas, decidirá si abre un expediente o si como quiere París se contenta con constatar que se dan unas "circunstancias excepcionales".

La reorientación de la política europea, que necesitaría el visto bueno de una Alemania que quiere en toda la zona euro la disciplina presupuestaria que aplica en casa, es una de las grandes esperanzas de Valls.

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