Por qué las empresas deberían hacer público lo que pagan a cada empleado

  • La falta de transparencia respecto a los salarios hace que vivamos en una burbuja que no beneficia a compañías ni a trabajadores
La falta de transparencia de los salarios ¿Es buena?
La falta de transparencia de los salarios ¿Es buena?

“Perdón por ser indiscreto pero ¿cuánto ganas?” Aunque hablemos con un amigo cercano se trata de una pregunta delicada, casi imposible de plantear en el entorno laboral, incluso entre compañeros con los que la relación es más estrecha. Pero ¿por qué tenemos tanto reparo a hablar de los salarios? ¿Acaso este secretismo nos beneficia?

Como explica a Lainformacion.com Ricardo Pérez-Truglia, profesor de Economía de la UCLA Anderson School of Management, “la mayoría de las empresas alrededor del mundo tienden a ser poco transparentes sobre los salarios con sus empleados, y hasta les prohíben hablar entre ellos sobre sueldos. No obstante, no hay ninguna evidencia empírica de que esta política beneficie a las compañías”.

Las empresas creen que al ocultar los salarios tienen más poder a la hora de negociar con los empleados, pues poseen una información que ellos no tienen y, además, pueden hacerles creer que tienen un sueldo aceptable respecto a otros compañeros. El problema es que, a la larga, esta perniciosa actitud acaba afectando también a las compañías, por una razón muy sencilla: los salarios son un precio, el de la fuerza de trabajo de un individuo, y los mercados funcionan mejor cuando se conocen los precios.

Pérez-Truglia ha dirigido junto a Zoe Cullen, profesora de la Harvard Business School, un experimento en una gran empresa con 8.000 empleados y millones de clientes para conocer los efectos de la transparencia en los salarios. Lo único que ha hecho la compañía es enviar a sus empleados un correo con información sobre sueldos promedios en posiciones específicas. Una política con un coste prácticamente nulo que ha revolucionado las relaciones en la empresa.

“Encontramos que hay grandes sesgos en las percepciones sobre los salarios de otros empleados (tus colegas, tu jefe), y que esos sesgos tienen consecuencias para el comportamiento de los trabajadores”, apunta Pérez-Truglia. “Encontramos que, en promedio, aumentar la transparencia fue beneficioso para la empresa y beneficioso para los empleados. Tener mejor acceso a información le permite tanto a las firmas como a los trabajadores tomar mejores decisiones”.

¿Transparencia para reducir la desigualdad?

De las dos millones de ofertas de empleo que se publican cada año en Infojobs solo el 41% tiene un rango de salario visible, una cifra que va disminuyendo a medida que los sueldos son más altos. Además, como ha explicado a Lainformacion.com Oliva Fontela, directora de marketing del portal de empleo, la transparencia no está aumentando con el tiempo, sino todo lo contrario. En 2016 el 59% de las ofertas no tenían el salario visible frente al 54% de 2015.

Esto hace que sea muy difícil estudiar cuál es el rango salarial en España para los distintos sectores y posiciones. De hecho, Infojobs contaba hasta hace poco con una herramienta comparadora de salarios que, como apunta Fontela, se acabó retirando, pues no ofrecía una información realmente objetiva. Tampoco la encuesta de estructura salarial del Instituto Nacional de Estadística sirve para saber qué se está ganando en determinadas posiciones, pues ofrece información por grupos demasiado generales –de poco sirve conocer el sueldo medio de “directores y gerentes” si se incluyen en el mismo a todas las empresas–.

Esta falta de transparencia respecto a los salarios hace que vivamos en una suerte de burbuja, en la que nadie sabe qué posición ocupa realmente en el mercado. Y esto tiene importantes consecuencias.

El profesor Ricardo Pérez-Truglia / UCLA Anderson School of Management
El profesor Ricardo Pérez-Truglia / UCLA Anderson School of Management

“Las personas tienen muchos sesgos en la percepción de su posición del ingreso”, apunta Pérez-Truglia. “Más precisamente, hay una tendencia a creerse clase media: los ricos creen ser menos ricos de lo que son, y los pobres creen ser menos pobres de lo que son”.

El hacer públicos los salarios no soluciona la desigualdad, pues, como explica el economista, la información actúa en un doble sentido: “Por un lado, los pobres que descubren ser más pobres de lo que pensaban van a demandar más redistribución del ingreso. Por el otro lado, los ricos que descubren ser más ricos de lo que pensaban van a demandar menos redistribución. Como estos dos efectos van en sentidos opuestos, no es obvio que corregir estos sesgos de percepciones sirva para reducir la desigualdad”.

Pero sí evita determinadas disfunciones que no ayudan a nadie. “Es importante para una democracia que sus ciudadanos estén informados”, prosigue Pérez-Truglia. “Lo que estamos viendo hoy mismo alrededor del mundo son movimientos populistas que explotan estos sesgos de percepciones para ganar poder. En el proceso, logran que los ciudadanos voten por políticas que los van a perjudicar a ellos mismos. La reforma tributaria propuesta por el partido Republicano [en EEUU] es un ejemplo excelente de esto: economistas de izquierda, derecha y neutrales coinciden en que la reforma solo va a beneficiar a los súper ricos. Pero una gran parte de la clase media escucha a Trump y cree que van a ser beneficiados. Educar al electorado, a través de la transparencia y otras políticas complementarias, puede ayudar a que no sea engañado por la clase política”.

Información vs. chismorreo

En 2001, Noruega decidió hacer públicas las declaraciones de la renta de todos sus ciudadanos, de tal manera que cualquier persona podía saber qué ganaba su vecino. “La gente, principalmente por curiosidad, empezó a visitar estos sitios web para mirar cuánto ganan sus familiares, amigos, compañeros de trabajos, vecinos, famosos y hasta desconocidos”, explica Pérez-Truglia, que firmó una investigación sobre el fenómeno . “Hasta había aplicaciones para el móvil que automáticamente te mostraban un ranking con tus amigos de Facebook que ganan más dinero y los que ganan menos. Mirando estos datos, los ricos se dieron cuenta de que hay más gente pobre de la que pensaban; y los pobres descubrieron que hay más gente rica de lo que pensaban”.

Y, como comprobó Pérez-Truglia, este nivel de transparencia tuvo resultados adversos: “Al revelar los ingresos de forma no anónima, la gente utiliza esta información para chismear, y eso puede generar ganadores y perdedores. En mi investigación de Noruega, descubrí que el sitio web redujo la felicidad de los pobres, porque les dio vergüenza ser expuestos como pobres ante todos sus amigos y familiares. Por otro lado, el sitio web benefició a los ricos, porque disfrutaron el hecho de que sus amigos y familiares se enteraran de su buena condición económica”. En 2014 el Gobierno noruego prohibió la búsqueda anónima en su base de datos. Es posible obtener la información, pero la persona investigada sabe quién está husmeando en sus archivos.

En opinión del economista, lo ideal sería alcanzar un término medio de transparencia, en el que se conozca el promedio de salario por sectores y posiciones, pero sin dar nombre y apellidos a los sueldos. “La transparencia no es una cuestión de blanco o negro”, concluye Pérez-Truglia. “Tenemos que descubrir el término medio óptimo, de forma tal que las personas puedan tomar decisiones de forma informada, pero minimizando los efectos adversos”.

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