El metal precioso en la electrónica 'retro'

La nueva fiebre del oro microscópico (que está olvidado en tu Spectrum)

En plena era digital, uno de los mayores exponentes del eterno retorno de lo ‘vintage’ es la pasión por la electrónica ‘retro’. Todos estos aparatos olvidados tienen algo en común: el metal precioso.

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La nueva fiebre del oro microscópico (que está olvidado en tu Spectrum)
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Tal vez sea cosa de la pandemia global que vivimos, pero lo cierto es que un sentimiento generalizado de añoranza, de lo que Woody Allen describía en ‘Midnight in Paris’ como el complejo de la edad de oro, parece haberse instalado en nuestra sociedad. El vinilo se vende más que el CD, vuelve la pana y vamos camino de una cuarta trilogía de Star Wars. Pero, ¿y si la edad de las viejas antiguallas electrónicas realmente fuese de oro macizo?

En plena era digital, uno de los mayores exponentes de este eterno retorno de lo ‘vintage’ es, sin duda, la pasión por la electrónica ‘retro’: videoconsolas de 32 bits, teléfonos móviles aptos para edificar una fachada u ordenadores con menos funciones que el ‘smartwatch’ más sencillo de hoy en día. Todos estos aparatos olvidados tienen algo en común: el oro. Aunque no todo el mundo lo sabe, la mayoría de los aparatos electrónicos, sobre todo los fabricados en el siglo pasado, contienen oro. Desde el procesador de un viejo Spectrum hasta las memorias RAM.

De hecho, se calcula que de una tonelada de móviles antiguos convertidos en chatarra pueden extraerse alrededor de 350 gramos de oro. ¿El problema? Que la basura electrónica no es fácilmente accesible, ni tampoco es tan sencillo obtener oro: hacen falta conocimientos de química, filtrar los metales en estado líquido según su densidad y reconstruir el oro en polvo resultante… Digno de Walter White. Sin embargo, ¿y si hubiese una fórmula más sencilla? Ahí entran en juego los microorganismos.

Tan solo en 2019 -el último año del que se tienen datos- se produjeron 53,6 millones de toneladas de chatarra electrónica en el mundo, de las que, echando cuentas, teóricamente se podrían extraer alrededor de 19 kilogramos de oro. Una cantidad que, traducida a euros, asciende a casi un millón (anual). No es de extrañar el interés creciente por minar oro. Y, para reducir al mismo tiempo el impacto ambiental, algunas como la neozelandesa Mint Innovation están empezando a utilizar microorganismos para obtener el preciado elemento.

La ‘magia’ de la biorrefinación

Hasta ahora, la mayoría de los que rebuscaban entre la chatarra electrónica terminaban el proceso añadiendo metabisulfito de potasio para separar el oro de otros metales como la plata. 24 horas después, se lava con ácido clorhídrico y agua destilada para que resulte en el polvo dorado que habrá que reconstruir. Sin embargo, con el uso de microbios se evita por completo el uso de estos agentes químicos, que pueden llegar a ser nocivos.

Mint Innovation lo llama “proceso de biorrefinación”, que consiste en añadir ciertos microbios cuando los metales se han disuelto para que los átomos de oro se adhieran a ellos. Gracias a lo que en biología se conoce como biosorción selectiva, es decir, la capacidad de ciertos microorganismos de atraer ciertos elementos químicos. A continuación, los microbios (recubiertos de oro) se filtran, produciendo una pasta que se calienta para poder refinarse en oro sólido.

Un reciclaje (casi) completamente natural que ha llamado la atención de varias empresas en todo el mundo. De hecho, desde hace unos años existe una rama propia dentro del sector minero acuñada como “biometalurgia”, que engloba a todas aquellas iniciativas o procesos capaces de extraer metales de manera selectiva: desde el uso de microorganismos a hongos. Algo especialmente útil para descontaminar los desechos electrónicos (por ejemplo, de plomo), o para lograr una fortuna minando oro.

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