La venta de 'smartwatches' se dispara un 18%

El negocio de los 10.000 pasos: de mito de los gimnasios a mantra del bienestar

Lo que nació como un producto de marketing en los años 60 se ha convertido en una catapulta para los 'smartwatches' en la era del posconfinamiento.

Dar 10.000 pasos al día aumenta el número de células inmunológicas e incrementa en un 30% la efectividad de las defensas
El suculento negocio de los 10.000 pasos: de mito a mantra del bienestar.
EUROPA PRESS

Hubo un tiempo en el que recorrer a pie grandes distancias era síntoma de una falta de evolución tecnológica: hasta bien avanzado el siglo XX, incluso en España solo caminaban de un barrio a otro, de un pueblo al vecino, quienes no tenían recursos para adquirir un medio de locomoción. Paradójicamente, en la actualidad andar 10.000 pasos al día no solo se asocia a un 'smartwatch' preciso, sino también a una vida saludable… Cosas de la vida moderna.

De hecho, en la era posconfinamiento se ha producido una segunda etapa de exaltación del ejercicio físico: conforme remitía la fiebre por los gimnasios, poder salir a correr al parque -o simplemente a pasear- se ha convertido en uno de los pasatiempos preferidos. No en vano, en 2020 las ventas de 'smartwatches' se dispararon un 18% en España, con más de un millón de unidades vendidas. De cara a 2021, las previsiones del sector se acercan a los tres millones, según un reciente informe de la consultora IDC.

En Europa la tendencia ha sido similar, con un crecimiento del 20,8% en el mercado de relojes inteligentes respecto a 2019. En total, 11,5 millones de unidades vendidas, mientras que en términos globales los números representan más del doble que en los smartphones: 153 millones frente a 62 millones. Pero, ¿cómo es posible? ¿Acaso la gente prefiere contar sus pasos a hablar por teléfono o mandarse un WhatsApp?

Un producto de marketing del Japón de posguerra

Lejos de representar una expresión más del individualismo imperante en el mundo contemporáneo, el mito de los 10.000 pasos se fraguó en los años 60, en el Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial. En aquella época, no solo algunas de las principales ciudades habían quedado devastadas, sino también las redes de transporte. No es de extrañar que por aquel entonces caminar se hubiera convertido en una necesidad: los grandes centros de manufactura se habían convertido en el principal sostén del país (y en parte de su posterior milagro económico). También se sucedían los éxodos desde zonas rurales o aquellas afectadas por la contienda.

En pleno proceso de reconstrucción, empezaron a comercializarse podómetros capaces de medir la distancia que recorría una persona, con bastante éxito. Y esa fue una de las razones que llevó a Yoshiro Hatano, un investigador japonés, a analizar el impacto de los pasos en la salud humana. Su estudio señalaba que caminar 10.000 pasos al día beneficia el sistema circulatorio, al tiempo que sirve para perder peso.

En concreto, Hatano quiso estudiar la media de pasos al día que recorría la población estándar (sin discapacidades físicas o, al revés, con un perfil de deportista). El resultado fue que la mayoría de las personas hacía algo más de 5.000 pasos al día, comprobando que si se incrementaban entre 4.000 y 6.000 pasos adicionales se podían quemar alrededor de 300 kilocalorías extra. Todo un descubrimiento en la incipiente era del desmedido culto al cuerpo… y para los vendedores de podómetros.

Poco a poco, la investigación de Hatano pasó de ser una de las primeras aproximaciones científicas a la nutrición en el siglo XX a ser un mito del que se adueñaron por gimnasios y marcas de zapatillas deportivas. Y, en los últimos años, se ha instalado en nuestras muñecas como verdad inexorable: no hay 'smartwatch' o aplicación que no incluya los 10.000 pasos como hito diario a batir, incluso a pesar de que los propios fabricantes son conscientes de que a día de hoy existen estudios que refutan su validez.

En uno de los más sonados, publicado en Journal of Obesity, un grupo de investigadores de la Universidad Brigham Young (EEUU) concluía que no existe ningún número de pasos diarios capaz de garantizar que se pierda peso. Ni siquiera superando la cifra mágica (hasta 15.000 pasos diarios durante 24 semanas) se apreció adelgazamiento. Es más, los sujetos del estudio -estudiantes de primero de carrera- ganaron de media alrededor de un kilo y medio. Eso sí, al menos dejaron el sedentarismo y mejoraron su sistema cardiovascular.

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