Si Donald Trump fuera un CEO ya estaría en la calle (pero es presidente de EEUU)

  • El escandaloso comportamiento de Trump en la casa Blanca es conocido por todos. Si fuera el directivo de una empresa ya le habían echado
Donald Trump
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EFE

Es casi constante, el errático y abrupto comportamiento de Trump salta casi a diario a los medios. Nada parece importarle a la hora de tomar las decisiones más bárbaras. Pero lo que desató un verdadero revuelo, y la consiguiente cólera del presidente, fue un artículo de opinión anónimo que publicó The New York Times el pasado 5 de septiembre .

En este artículo, un supuesto alto cargo, uno de los principales asesores del presidente, contaba cómo dentro del equipo hay una “resistencia silenciosa”. Ellos, según decía el artículo, “están trabajando diligentemente desde adentro para frustrar parte de su agenda y sus peores inclinaciones”. Y de esta forma intentar salvaguardar la buena salud de su democracia.

Siguiendo el rastro de sus días en la Casa Blanca y su temeraria mano de mando, Bert Spector, profesor  de Negocios Internacionales y Estrategia en la Escuela de Negocios D'Amore-McKim, en un artículo para The Conversation  intenta dibujar qué ocurriría si Trump, con su actual comportamiento dirigiendo su país, si en vez de ser presidente de los EE.UU., fuera CEO de una empresa.

La deformación del liderazgo privado

“En el primer mes del mandato de Trump, escribí un artículo que señalaba cómo la experiencia de Trump como jefe de una empresa privada y familiar lo ‘malpreparaba’ para las demandas de la presidencia”, dice Spector.

La idea parte de que una empresa privada no se enfrenta a las restricciones que el gobierno impone sobre el comportamiento de un CEO que administre una corporación pública. Hay unos límites que no hay que sobrepasar. En una empresa privada no tienen una junta directiva independiente a la que responder.

El CEO de Uber, Travis Kalanick, deja su cargo presionado por los inversores
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Casos reales que constatan su teoría

La junta directiva de una empresa, tiene una responsabilidad fiduciaria que requiere que los directores actúen en aras del mejor interés de la corporación. “Su función de supervisión implica la supervisión del CEO y otros funcionarios. Y su deber de cuidar la compañía obliga a una atención cercana y regular del funcionamiento”, dice Spector.

Siguiendo sus responsabilidades, las juntas directivas han obligado a dimitir a muchos CEO por razones muy diversas que el propio Trump ya ha copado. En ocasiones porque pierden la fe en el rumbo estratégico que pretende el CEO en concreto, y en otras porque su comportamiento personal cruza los límites y puede poner en riesgo el bienestar de la compañía.

Por ejemplo, en Hewlett Packard en 2005, la junta despidió a Carly Fiorina, unos años después de que la desastrosa adquisición del fabricante de computadoras rival Compaq destruyera la mitad del valor de mercado de HP. La junta perdió la fe directa en su estrategia y todo acabó con ella en la calle.

Por otro lado, a principios de 2017, la situación financiera de Uber, bajo su fundador Travis Kalanick, parecía gozar de buena salud. “Los miembros de la junta estaban cada vez más alarmados por los resultados de una encuesta interna sobre las actitudes de los empleados y se sorprendieron cuando un vídeo de un teléfono inteligente capturó a Kalanick gritando a su conductor de Uber. Para marzo, ya se había ido, no había sido despedido, pero fue claramente obligado a dimitir”, comenta Spector.

En cualquier caso hay mucho en juego. El mal gobierno de una empresa puede implicar pérdidas millonarias. “Cuando se trata de la gobernanza de un país, particularmente uno con un arsenal nuclear, entonces los peligros son reales, están ahí”, concluye Spector.

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