Nuevo escenario inversor

Tomando el pulso al 2023: el enfoque de invertir tras el fin de era del dinero fácil

La dispersión en el panorama macroeconómico aumentará la volatilidad en los indicadores de crecimiento e inflación que afectan a las valoraciones empresariales país por país.

Panel de valores de la Bolsa de Madrid (España).
Panel de valores de la Bolsa de Madrid (España).
Europa Press

El entorno macroeconómico en el que se han basado los mercados financieros mundiales durante los últimos 25 años está cambiando, con implicaciones potencialmente profundas en la forma en que los inversores deben pensar en las valoraciones de los activos y las estructuras de mercado. De hecho, esta remodelación del panorama macro probablemente ponga en tela de juicio muchos de los supuestos de inversión que se mantienen desde hace tiempo, según apuntan algunos expertos.

En ninguna parte es esto más cierto que en los ámbitos de la inflación mundial y los tipos de interés. La llamada era del “dinero fácil”, un periodo de varias décadas marcado por una inflación históricamente baja y una política monetaria ultra-acomodaticia, parece haber terminado.

“La inflación estructural mundial es la base de nuestra tesis del ‘cambio de régimen’”, apuntan en un análisis detallado John Butler, estratega macro de Wellington Management, y Amar Reganti, estratega de renta fija de la misma firma. “De hecho, nos hemos mantenido firmes en esa convicción desde hace más de un año, incluso cuando el consenso del mercado y de los bancos centrales sugería que el resurgimiento de la inflación era meramente ‘transitorio’”, ahondan.

Su estudio de 2021 concluía que, de cara al futuro, era probable que la inflación fuera obstinadamente más alta y significativamente más volátil de lo previsto. Algunos de los catalizadores de la inflación baja y estable a la que estábamos acostumbrados -aunque no todos- están ahora más o menos en retroceso. En concreto, tal y como apuntan los expertos, estamos presenciando un giro hacia una menor globalización, una mayor regionalización y un nuevo conjunto de objetivos políticos (incluida la descarbonización) que requerirán una política fiscal más activista.

Políticas que, en su opinión, son más proclives a generar una mayor inflación que un crecimiento tendencial más fuerte. Es por eso por lo que, en términos generales, es probable que el entorno macro a partir de ahora recuerde en cierto modo a aquel en el que operaban los mercados de capitales antes de 1995 (y no después). “Un rasgo sorprendente de gran parte de los últimos 25 años es lo moderada que ha sido en general la volatilidad macroeconómica, tanto en términos de crecimiento del PIB como de inflación, a pesar de algunas recesiones importantes en el camino”, destacan los expertos de la gestora estadounidense.

“Creemos que estamos volviendo a un mundo en el que el crecimiento del PIB y la inflación van a ser más volátiles, similar a lo que experimentamos desde mediados de los años 60 hasta finales de los 80”, comentan. Durante ese periodo, los ciclos económicos y empresariales solían ser más frecuentes y pronunciados.

La nueva realidad para la asignación de activos

Entonces, ¿qué significa todo esto para los gestores de activos? Dado que el cambio de régimen macroeconómico aún está en sus primeras etapas, una respuesta precisa no es realista en este momento. Además, la mayor ciclicidad se traducirá en una mayor necesidad de flexibilidad estratégica por parte de los gestores de fondos, lo que significa que la respuesta puede ser diferente en cada etapa de un ciclo. En este contexto, Butler y Reganti han identificado sus cinco pilares principales en el proceso de inversión.

Una tasa de descuento más alta y volátil afectará a las valoraciones de los activos: “En el nuevo mundo en el que creemos que estamos entrando, la tasa de descuento será más alta y volátil”. El coste del capital seguirá siendo elevado. Las implicaciones de esto deberían ser curvas de rendimiento más pronunciadas que antes, márgenes de crédito más amplios y valoraciones más bajas de las acciones, especialmente para los valores de crecimiento más sensibles a la tasa de descuento aplicada a beneficios futuros.

Habría menos "concentración" y más dispersión dentro de las clases de activos: la amplia liquidez del mercado ya no hará flotar todos los barcos, por así decirlo. Y la desglobalización aumentará estructuralmente la base de costes de las empresas. Según los expertos de Wellington, habrá ganadores y perdedores más obvios: “Una mayor diferenciación entre las empresas que pueden identificar y ajustarse rápidamente al cambio, controlar sus costes y ejercer su poder de fijación de precios, frente a las que no pueden hacerlo”.

Asimismo, podría haber más variación entre los países y una “disociación” de los mismos: algunos países se apoyarán en herramientas de política fiscal, más que en la política monetaria, para abordar los retos económicos y de otro tipo a los que se enfrentan. Pero, en opinión de los expertos, en gran medida, se trata de decisiones de carácter político: “Los distintos gobiernos tomarán decisiones diferentes, en función de muchos factores, entre los que destaca la situación del país en su ciclo electoral. Creemos que estos matices específicos de cada país serán muy importantes”.

A su modo de ver, tampoco se dará la correlación históricamente negativa entre los bonos y la renta variable. “Habrá largos periodos en los que el crecimiento y la inflación se muevan en direcciones diferentes, como ocurrió durante los años 60, 70 y 80”, exponen.

Y, por último, se valoraría más la agilidad y la liquidez. “La menor liquidez del mercado y el aumento de la volatilidad macroeconómica pueden hacer que el panorama de la inversión sea más complejo y fluido, es decir, más difícil de navegar”, sostienen. “La implicación aquí es que probablemente habrá un mayor valor (y beneficio potencial) en ser más ágil y líquido con la asignación de activos, ya que los períodos de permanencia de los inversores necesitarían ser más cortos en muchos casos”, terminan.

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