La jornada electoral en EEUU

Armas, mascarillas y la única encuesta por la que Trump podía echarse a bailar

Con más de 100 millones de americanos que se adelantaron para emitir su voto y los sondeos previendo tan poca sorpresa que todos dudan, la Covid se coló en el día con el peor segundo dato de la pandemia.

El presidente estadounidense, Donald Trump, ofrece un discurso durante un acto electoral celebrado en Pensacola, Florida, Estados Unidos, el 23 de octubre de 2020.
El presidente estadounidense, Donald Trump, ofrece un discurso durante un acto electoral celebrado en Pensacola, Florida, Estados Unidos, el 23 de octubre de 2020.
MARIO CRUZ / EFE

Trump, Biden y Covid. Al tercer protagonista de las elecciones presidenciales en Estados Unidos de este 2020 le da igual rojos y azules, burros y elefantes, Joe o Donald. A la cepa de coronavirus que le ha dado la vuelta a la humanidad desde el mismo comienzo del año (aunque fuera a partir de primavera cuando se ganó el apelativo de pandemia, es decir, global) solo le importa seguir contagiando a personas. En el país que votaba este martes 3 de noviembre, llegó a matar a 540 y contagiar a más de 93.000, la segunda mayor cifra diaria de toda la serie.

Así que es normal el miedo que empujó a nada menos que 100 millones de votantes a adelantarse en eso de emitir el voto y guardar colas para no afrontar posibles aglomeraciones. El problema es que las multitudes se formaron en días previos entre aquellos que era justo lo que evitaban. Miren Nueva York, ese lugar donde les encanta hacer cola hasta para un café aguado. Por unos días, las aceras volvieron a llenarse. No de turistas, que de eso no hay ni allí ni en Madrid. Pero aceras llenas. 

Pueblos vacíos. A este paso, Dixville Notch (New Hampshire) no saldrá en las televisiones de medio mundo dentro de cuatro años. Tiene su minuto de gloria aquí en Europa por aquello de la diferencia horaria, que aleja las noticias reales de los informativos de mediodía mientras EEUU duerme. Es un pequeño municipio, a unos 30 kilómetros de la frontera canadiense, que ha tomado por costumbre votar a medianoche y, a los cinco minutos han terminado de los pocos habitantes que son. Hace cuatro años votaron ocho residentes; este martes solo cinco. En 2016 ganó Hillary Clinton, con cuatro papeletas (dos para Trump, uno para un independiente y otro con un voto nulo que se decantó por Mitt Romney, el republicano que perdió contra Obama en 2012); hoy ha arrasado Biden con un apoyo unánime.

La unanimidad en torno a Dixville Notch es que su muestra es tan ridícula que jamás ha servido de termómetro o bruja adivina del resultado final. Algo así como ha ocurrido con las encuestas desde que en 2016 dieran a Clinton como ganadora indiscutible y pasara lo que pasó. De equivocarse de nuevo ahora sería mucho más grave, porque si a la ex primera dama le daban una ventaja de unos cuatro puntos a Biden lo han colocado casi con el doble de margen. Nos podemos equivocar, pero tanto no. Han insistido los redactores y los medios que las pagan o replican. 

Para replicante Robert Cahaly. Es el responsable de Trafalgar Group, una pequeña encuestadora con sede en Atlanta que no es que fuera de los pocos que dijo en 2016 que ganaría Trump sino que lo haría con más de 300 votos (como así fue). Con los ojos pequeños como puñaladas pero de un azul intenso que dan escalofrío en su piel muy blanca y pelo castaño y lacio, perilla de mosquetero y pajaritas llamativas, viene insistiendo en que Trump gana de nuevo. En todas sus estimaciones parciales da ventaja de entre uno y dos puntos al republicano en los estados bisagra: Florida, Michigan, Georgia, Ohio, Pensilvania…

Pensilvania. El candidato demócrata ha aprovechado el día de voto oficial para volver a su casa, Scranton, en el extremo noreste de un estado que representa la repetida polarización del país como pocos. Campo y ciudad. Interior y costa. Obreros e intelectualidad. Los primeros van en rojo, los segundos de azul. Al menos así fue en 2016, cuando por unos pocos cientos de miles de papeletas, Trump se llevó los 20 votos electorales. Se decía que Pensilvania era demócrata y eso es cierto a medias: lo fue en las seis elecciones anteriores a la de hace cuatro años, pero históricamente siempre ha sido territorio de dura pugna. En cuanto logras convencer a unos cuantos de los otros, ganas el Estado. Trump lo hizo con los obreros del cinturón del óxido que arranca en la zona oeste del Estado. Aquellos que de azul solo tuvieron el mono el día de las elecciones. 

Sin mono, pero sí con un veraniego vestido blanco con motivos dorados de cadenas, y sin máscara. Mientras que a lo largo y ancho del país se habilitaban maneras de facilitar el voto para reducir riesgos (incluyendo votar sin bajarse del coche) la primera dama, Melania Trump, fue a votar sin protección. ¿Para qué? Ya pasado el virus hace un mes y el estilo o el calor son razones de más peso. Que para eso su residencia oficial es Palm Beach, en esa Florida cuyo resultado determinará si su marido debe dejar la fría DC y volverse ambos a la costa. 

De costa a costa, los medios se han afanado en buscar anécdotas y votantes llamativos de uno y otro bando. Para ese cometido, encontrar a partidarios de Trump siempre da un poco más de juego, como ese tipo con gorra roja, botas militares y arma en mano que fue detenido por atemorizar a los votantes de Biden en la también muy disputada Carolina de Norte. Allí la ley permite el uso del arma, pero no andar enseñándola de esa forma. Mucho menos a la puerta de un centro de votación. 

Votación. Estados Unidos ya ha votado y ningún otro país en el mundo ostenta tamaña influencia sobre el resto del planeta como el americano. Por eso el mundo mira de reojo o con toda su atención lo que sucede en un país donde no hay jornada de reflexión y donde los candidatos y los seguidores siguen llamando al voto hasta el último momento. Al voto para ellos, no como un llamamiento genérico a la democracia. "Vota, vota, vota", estuvo repitiendo un mismo tuit Donald Trump toda la jornada y en él aparecía un vídeo de dos minutos bailando. En su día más importante en redes, Trump se pasó el día bailando en las redes sociales. La noche ya sería otra historia. 

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