Nadie se atreve a decantarse

'Rojos o azules': cuatro claves y dos pistas para saber quién ganará en EEUU

En cinco ocasiones el vencedor del voto popular ha perdido el poder en el colegio electoral, es decir, en el conjunto de compromisarios.

Una persona en una cabina de votación en Bowie, Maryland, este lunes
Una persona en una cabina de votación en Bowie, Maryland, este lunes
EFE/EPA/MICHAEL REYNOLDS

Probablemente Estados Unidos sea la única nación del mundo en la que, pese a que un candidato presidencial como Joe Biden aventaje a su oponente republicano en más de siete puntos en todas las encuestas nacionales, nadie se atreva a vaticinar quien será el claro ganador el día de las elecciones. Ni siquiera unas horas antes de la cita electoral.

No es para menos ya que en cinco ocasiones el vencedor del voto popular ha perdido el poder en el colegio electoral, es decir, en el conjunto de compromisarios que, como su nombre indica, comprometen su voto al resultado de los comicios en su territorio y que son los encargados de elegir directamente al presidente norteamericano. Tan solo ha habido diez ocasiones en la historia en las que se han dado casos de compromisarios desleales y en ningún caso han modificado sustancialmente el resultado electoral.

Como recoge la ‘Guía práctica de las elecciones de Estados Unidos 2020’, elaborada por The Hispanic Council (THC), esto ya ocurrió en 1824 entre el presidente Adams y Andrew Jackson, al igual que en 1876, año en el que resultó ganador Hayes frente al candidato Tilden, y en 1888 en la contienda entre el que fue el presidente Harrison y Cleveland. Más recientemente, en 2000, Bush Jr. derrotó a Al Gore y la última vez se repitió en 2016, cuando Trump se alzó con la victoria frente a Hillary Clinton.

¿Cuáles son los factores que explican esta situación? Básicamente son cuatro y todos encuentran su razón en un sistema político marcado por la diversidad, algo que siempre ha caracterizado a la primera democracia moderna de la historia.

1. El sistema político

Federalismo y presidencialismo son las características inherentes al mayor espacio democrático único existente en el mundo. Gracias a él, los votantes eligen indirectamente al presidente.

No hay resquicios para el sistema proporcional, que habitualmente puebla las democracias europeas. En el caso americano, se suma el número total de votos obtenidos en cada Estado por cada uno de los candidatos y de este resultado se derivan el total de votos estatales en el colegio electoral. Las únicas excepciones a esta regla mayoritaria son Nebraska y Maine, que, como nos recuerda THC, “distribuyen el voto electoral de forma proporcional entre cada candidato de acuerdo con el porcentaje de votos populares obtenido”.

Con este sistema, el ganador pasará a contar con todos los compromisarios asignados para cada Estado. Por ejemplo, en caso de que Trump gane en Alabama, como apuntan las encuestas, los nueve compromisarios correspondientes pasarían a ser suyos, aunque fuera por un único voto. Lo mismo ocurriría en California, donde los demócratas superan a los republicanos en más de 28 puntos. Biden contaría así con el buque insignia de los 55 compromisarios del Estado que más delegados aporta al conjunto de las 538 personas que elegirán directamente al futuro presidente de los Estados Unidos.

2. Estados demócratas Vs. Estados republicanos

La historia política del país más poderoso del mundo es esencial para comprender las magnitudes de la batalla electoral que comenzará hoy. Tradicionalmente, la división Norte - Sur ha estado presente en las contiendas electorales. Los Estados republicanos se concentran en la zona centro - meridional. Aquí sobresale un Estado, Texas, que lleva aportando 34 compromisarios a las arcas republicanas desde 2004. Arizona lo hace con 11, a los que se suman los 16 de Georgia. Por parte demócrata sus Estados baluarte son la siempre decisiva California (55), Washington (12) y los de Nueva York (31).

Según el último pronóstico - dada la cantidad de variables es preferible utilizar este término al de encuestas - del New York Times, Trump se haría en esta ocasión, casi con toda seguridad, con Alabama, Arkansas, Idaho, Kentucky, Louisiana, Missisippi, Dakota del Norte, Oklahoma, Dakota del Sur, Tennessee, Virginia Occidental, Wyoming y los distritos 1 y 3 de Nebraska. La suma de todo este granero electoral le proporcionaría 69 compromisarios.

Por su parte, los demócratas, más centrados en el centro septentrional del país, contarían con bastantes más Estados, entre ellos los más importantes como California (55), Connecticut (7), Illinois (20), Massachusetts (11), New york (29) o Washington (12). Este sumatorio de Estados le llevaría hasta los 188 compromisarios, a tan solo 82 de los 270 necesarios para ganar.

3. Los Estados ‘bisagra’.

Llegamos a la ‘chicha’, a la pesa que decanta la balanza definitivamente hacia rojos o azules. Debido a la heterogeneidad de sistemas electorales, cada cinco años hay Estados que no se inclinan especialmente por uno u otro lado del espectro político. En esta ocasión hay siete Estados que, como una bisagra, pueden unir dos superficies permitiendo el giro de ambas o de una sobre la otra. Georgia, Iowa, Ohio, Florida, Pensilvania y Carolina del Norte son bisagras que pueden reconvertirse en puertas de acceso directo a la Casa Blanca.

Los candidatos a la presidencia saben perfectamente de la importancia de estos Estados. Sólo así se explican los últimos esfuerzos de Donald Trump en Iowa, Michigan, Carolina del Norte, Georgia, Florida y Pensilvania. La estrategia del actual presidente pasaría por garantizar los votos de los compromisarios en aquellos Estados que ya se han posicionado como republicanos y tratar de llevarse el ascua a su sardina en aquellos otros donde la diferencia con Biden apenas alcanza los 4 puntos a favor del demócrata. Este juego ocurre en Florida, Carolina del Norte, Pensilvania, Arizona, Georgia o Nevada.

De acertar con esta estrategia, Trump sumaría 81 votos a los 121 con los que los analistas americanos aseguran que cuenta ya. Una cifra de 202 que le dejaría cercano a los 270 que asegurarían su reelección. Además de esta carambola, el actual presidente tendría que cruzar los dedos para que algún otro gran Estado cambiara el voto a su favor.

4. La importancia del voto anticipado

Todos estos números no son nada sin tener en cuenta el voto anticipado. Esta variable puede cambiar por completo el teatro de operaciones de republicanos y demócratas. 2020 es el año de esta modalidad de voto que, a día de hoy, suma más de 93 millones de papeletas para la elección del que puede ser el 46 presidente de los Estados Unidos. Para hacernos una idea de su valor electoral, la cifra representa casi el 67% de la participación de 2016.

Entre los votantes que han anticipado se voto se encuentra a la cabeza Texas y esto es lo que pone de los nervios a los demócratas, ya que puede ser un indicio del voto oculto de los seguidores de Trump. Al igual que ocurre en otros países como España, los votantes son muy reticentes a manifestar claramente su voto en las encuestas, llegando incluso a engañar deliberadamente a las empresas encargadas de los sondeos. Este hecho desvirtúa plenamente la extrapolación de voto y pone en grave riesgo cualquier tipo de pronóstico.

Tras Texas, Hawái, New York y Florida aparecen como los líderes en el voto anticipado, algo que representa un ‘game changer’ de caer del lado republicano, especialmente en Florida, un Estado que siempre sorprende, para bien o para mal, en los recuentos que con toda seguridad se prolongarán durante días y/o semanas.

Dos pistas para saber el ganador

Si los sondeos son importantes para hacer cualquier conjetura electoral, la historia no lo es menos. Tan solo diez candidatos han vencido a un presidente en ejercicio en los 230 años de historia política americana. Un porcentaje que hace de la reelección la práctica habitual en los comicios de los Estados Unidos frente a las pretensiones de cualquier aspirante al trono de la Casa Blanca. Tendríamos que remontarnos veintiocho años, con la victoria de Bill Clinton sobre George Bush, para encontrar un precedente en el que un aspirante demócrata derrota a un presidente republicano. Hablamos de una anomalía en un sistema que tiende a ser continuista con los líderes en ejercicio del cargo.

Por otra parte, Ohio es el Estado que desde hace más de 55 años determina el color del futuro presidente de los Estados Unidos. Aquel que gana allí se hace finalmente con la deseada presidencia y, en este caso, Trump presenta una pequeña ventaja de dos puntos frente a Biden. De romperse esta tendencia, sería la primera vez en 55 años que el territorio conocido como el Estado del Castaño de Indias (Buckeye State) falla en su oráculo perfecto.

La única certeza que se puede asegurar tan solo unas horas antes de que comience el mayor espectáculo político del mundo es que tardaremos mucho tiempo es saber el vencedor. Un hecho que se está convirtiendo en costumbre en el último decenio y que en esta ocasión podría demorarse varias semanas o meses, si Donald Trump cumple sus amenazas de “lanzar a sus abogados” para asegurar cada voto válido de las que se prevén sean las elecciones más multitudinarias e inciertas de la historia reciente de los Estados Unidos.

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