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De la 'nueva normalidad' a 'El planeta de los simios'

Veo a lo lejos la 'nueva normalidad' de la que habla el presidente del Gobierno y no me gusta; pero es lo que hay.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante una comparecencia en rueda de prensa.
De la 'nueva normalidad' a 'El planeta de los simios'.
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Son esas cosas que marcan, que dejan huella en el recuerdo. El francés Pierre Boulle escribió en 1963 la novela 'El planeta de los simios', un relato que a él nunca le pareció demasiado sólido pero que al pisar Hollywood se agigantó como un king-kong. A Boulle parece que le iba eso de crear historias que luego eran adaptadas cinematográficamente. Años antes, el galo se sacó de la pluma 'El puente sobre el río Kwai', que se llevó una morterada de Premios Oscar. ¿Quién no ha escuchado la icónica banda sonora? Es una marcha pegadiza, facilona, machacona... No se le ocurra silbarla o no se la podrá quitar de la cabeza en todo el día.

'El planeta de los simios' también es un poco épica y algo bélica, aunque a su manera. Nuestro amigo Pierre la parió en 1963 y en 1968 Franklin J. Schaffner la llevó a la gran pantalla. El año que nací yo, ese 1963 del siglo pasado, murieron, entre otros muchos, el papa Juan XXIII, el presidente estadounidense John F. Kennedy, el presunto asesino de este último, Lee Harvey Oswald, y el escritor Aldous Huxley. Huxley era otro visionario, como un Julio Verne. Nos contó 'Un mundo feliz' que no era tal, pero en el que los protagonistas se pegaban un chute de un potingue llamado 'Soma' y se les pasaban todos los males.

En 'Un mundo feliz' los protagonistas se pegaban un chute de 'Soma' y se les pasaban todos los males.

Huxley se parece a Pierre Boulle en 'El planeta de los simios' en la capacidad desbordante por imaginar. Boulle creó con toda su coña una novela para no dormir en la que el hombre es la última mierda de un Planeta Tierra dominado por chimpancés, gorilas y orangutanes, después de que el sesudo homo sapiens haya cavado su propia tumba. Todo como muy mono. La adaptación cinematográfica de la alquimia de Boulle -que se convertiría en una saga de primates a todo color que llega a nuestros días- contó en el reparto con Charlton Heston, un actor al que le gustaban las armas más que el poder a un político de la oposición.

Es un icono del cine esa escena final en la que el coronel George Taylor (Heston, en el film) cabalga por la playa hacia lo desconocido con Nova a la grupa, una humana más callada que un maniquí. (Spoiler) De repente, el astronauta estadounidense de la ficción descubre la Estatua de la Libertad cubierta de dorada arena, inclinada, muerta, como vestigio de algo que fue y ya no es. Taylor se encabrita, lógico. Su viaje espacial había durado miles de años y, mientras, sus colegas humanos se habían cargado todo y los primates lograron el control del planeta con crudeza animal, instinto de supervivencia y moral de victoria. He visto humanos que superaban esa crueldad simiesca; recientemente, también: ahí está el presunto homicidio del afroamericano George Floyd en el transcurso de su detención por agentes de la Policía de Mineápolis.

La 'nueva normalidad' es vivir con mascarilla y llevar en el bolso un dosificador de gel hidroalcohólico

Todo el mundo está noqueado con la pandemia del coronavirus. La economía está en la UVI y el mundo del trabajo y las familias esperan con miedo el brutal despegue del desempleo. Un virus que germinó en una provincia de China tiene hoy contra las cuerdas a todos los estados de todos los continentes: quien más y quien menos ha sufrido la ferocidad de la enfermedad. Un simple virus ha sido suficiente para expandir la Covid-19, traspasando cordilleras, salvando océanos y surcando el aire.

En España, el presidente del Gobierno habla de que en poco tiempo entraremos en la fase de lo que él denomina 'nueva normalidad'. Para entendernos, la 'nueva normalidad' es vivir embozados en una mascarilla, mantener dos metros hasta con los parientes, trabajar a distancia o con distancia entre empleados, asustarse si alguien tose, cambiar nuestro talante hacia los viajes, hacia el turismo, subir al metro sin apoyarse, ir en bus sin tocar nada, convertir en compañero de bolso o bolsillo un dosificador de gel hidroalcohólico por si acaso hay que usarlo.

Nada volverá a ser igual; el virus se encargará de recordárnoslo cada vez que relajemos las medidas de seguridad.

Sánchez lleva una temporada dando la misma lección televisiva. "La nueva normalidad es lo más parecido a la normalidad pero no es la normalidad exactamente". Que es como lo de "la parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte" de los hermanos Marx. El presidente acierta cuando asegura que la pandemia que estamos padeciendo "parece una pesadilla, pero ha sido real"; también dice verdad cuando asegura que mientras el virus siga siendo amenazante "no se volverá a vivir como antes".

En Madrid, en Barcelona, en Castilla y León... hoy se entra en fase 2 de la desescalada del coronavirus. Si antes podíamos salir a tomar un café sentados en una mesa exterior y alejados de otros comensales, ahora podrá haber también algunas mesas dentro de los locales de hostelería; podrán abrir 'un poquito' las grandes superficies... Se podrá respirar un poco más pero seguirá faltando oxígeno para que la sociedad arranque y, queda dicho, no será la misma. Nada ni nadie volveremos a ser iguales a como éramos; el virus se encargará de recordárnoslo cada vez que relajemos nuestra actitud, nuestras medidas de seguridad...

No me mola nada-nada la 'nueva normalidad' pero es lo que hay.

Que usted disfrute -con cabeza y precaución- de las nuevas dosis de libertad. Buena semana.

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