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¿Quién puede matar a un niño?

Por las calles nos cruzamos a cada rato con potenciales ejecutores de asesinatos, maltratos, violaciones, robos, envenenamientos, acosos, crímenes de guante blanco... En la estadística entramos usted y yo.

Antonio Gimeno, Anna y Olivia, desaparecidos en Tenerife
Antonio Gimeno, Anna y Olivia.
SOSDESAPARECIDOS

Con frecuencia maldita conocemos crímenes terribles: niños asesinados, mujeres descuartizadas... En la sociedad occidental no nos salpica suficientemente la sangre de los secuestros de niñas de Boko Haram en Nigeria, de los niños soldado en cualquier guerra olvidada del planeta, de los infantes sin infancia cerca de nuestras propias casas, de la trata de blancas como carne cruda y amoratada de puticlub...

No somos lógicamente insensibles a la barbaridad más o menos desconocida pero somos muy empáticos contra la brutalidad que podemos respirar en nuestro propio ambiente. Por eso seguimos el minuto a minuto del horroroso suceso de Tenerife, el terrorífico asesinato de la menor Rocío Caíz, el crimen despiadado de Sant Joan Despí... Algunos se lían a discutir la categoría o el sexo de los muertos en función del perfil de criminal sin darse cuenta (o dándosela) de que segar una vida no tiene padre ni madre; solo víctimas inocentes con el sexo de los ángeles.

La violencia familiar es la peor bajeza del ser humano, que maltrata o mata por un falso amor que es en realidad odio

La violencia en el entorno familiar es la bajeza más aberrante del ser humano, que castiga, veja, maltrata o mata por un falso amor que es en realidad odio, cuando no vendetta. Si de locos es pensar en poder quitar la vida a una persona, la locura se multiplica cuando el objetivo es un niño indefenso que recibe muerte de quien debiera esperar cariño y besos. Cualquiera puede teóricamente, movido por las circunstancias, matar por miedo, celos, obtención de dinero, daños recibidos o que se experimentan como tales, rivalidad... Todos, de una u otra forma, podemos ser asesinos, cuando obra premeditación y motivación, u homicidas, cuando no concurren circunstancias como las anteriores.

Conduciendo un coche existe la posibilidad de atropellar a un peatón en un instante de descuido, mediando o no la ingesta de alcohol o drogas y el exceso de velocidad. No hay intención de matar pero alguien acaba muerto. Como venganza, se puede planificar con meticulosidad el asesinato de otro; o bien encargar a un tercero que apriete el gatillo a cambio de dinero. Por celos se puede arrancar una vida para hacer el mayor daño posible a otra. Caín mató a Abel en un cabreo descomunal... y así hasta hoy. Entre medias, un tal Salomón sentenció partir por la mitad un bebé para así otorgar la mitad a dos mujeres que se decían sus madres: el amor de la verdadera, dispuesta a ceder con vida la totalidad del hijo a la falsa, puso luz en las sombras. Aquí el amor fue tabla de salvación para el pequeño.

Verter sangre de la propia sangre es asesinar la proyección de uno mismo en la vida, la permanencia en el futuro, un atisbo de eternidad prestada

La realidad, el día a día, nos demuestra que la humanidad es mucho más compleja y sórdida de lo que pudiera parecer. Por las calles paseamos y nos cruzamos a cada rato con potenciales ejecutores de asesinatos, maltratos, violaciones, robos, envenenamientos, acosos, crímenes de guante blanco... En la estadística entramos usted y yo, aunque nos creamos normales y hasta buena gente: un día amanece negro y se ciega la vida de alguien a quien, ironías de la vida, queremos o hemos querido, con quien vivimos o hemos vivido... Claro, que eso no nos va a pasar a ninguno de nosotros, ¿no?

¿Quién puede matar a un niño? Narciso Ibáñez Serrador rodó una película terrorífica bajo este título que no le destripo por si la quiere ver en una noche de estas de sofocante calor. A los niños los matan padres, madres, otros niños, conocidos y desconocidos. Otras veces a los niños se les mata en vida mientras siguen respirando el ambiente de quien les agrede o agredió; cargan con la mochila del colegio y la del dolor, mucho más pesada esta que la de los libros. ¿Quién puede matar a sus hijos? Si no supiéramos que esto sucede con preocupante frecuencia diríamos que no es posible. Verter sangre de la propia sangre es asesinar la proyección de uno mismo en la vida, la permanencia en el futuro, un atisbo de eternidad prestada.

Quien estudia y prepara cómo matar a un hijo ha dejado de ser persona para convertirse en el Saturno de Francisco de Goya. España negra.

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