OPINION

Cuando las redes sociales y la televisión pican el anzuelo de los artífices de un atentado

Vídeo tiroteo Nueva Zelanda mezquitas
Vídeo tiroteo Nueva Zelanda mezquitas
EFE

Un asesino lleva una cámara de vídeo para que el mundo vea su matanza. Graba para transformar el terror en una especie de hazaña heroica en tiempos de redes sociales y televisión de impacto. Y las redes sociales caen en la trampa, porque difunden tal vídeo para hacer lo que el asesino quería: que todo el mundo asistiera a su terror.

El espectáculo del morbo gana a la información. Para conocer lo que ha sucedido hoy en Nueva Zelanda no hace falta ver la retransmisión de una matanza. Pero la televisión y las redes sociales en España ha sucumbido al reality de la trampa, en mayor o menor medida. No así otras televisiones europeas que han comprendido que esa estampa del terror no era información. Sólo era hacer show con el dolor y rendirse a la aspiración de los autores del crimen.

Cuando cayeron las Torres Gemelas, las televisiones norteamericanas mostraron la imagen informativa en directo del atentado. Incluso cómo se vino abajo el World Trade Center de Nueva York.

El planeta asistió en tiempo real a una jornada que ha quedado marcada en el imaginario colectivo. Sin embargo, no se escuchó el ruido del dolor. La televisión emitía en un silencio de duelo. Tampoco se mostró la muerte de cerca. No era necesario. Sólo era potenciar el miedo que busca transmitir el terrorismo. ¿Cómo hubiera sido el 11s con redes sociales?

Los usuarios de las redes tienen una responsabilidad. También los medios de comunicación, que deben poner orden en la viralidad y no rendirse ante ella. Porque no todo debe ser tratado como un reality y, en los últimos tiempos, a veces, parece que los tratamientos informativos son los de un reality show que arrasa con todo. Con todo, hasta con la información tranquila, constructiva, contrastada.

Los malos tratamientos informativos sólo amplifican el sufrimiento de las víctimas y encima transforman ese sufrimiento en un videojuego desolador, que no justifica ningún 'retuiteo' ni ninguna subida de share. El periodismo está para explicar, no para frivolizar con el dolor.

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