La expansión del peligroso 'zasca'

De Cárdenas a Wyoming: cuáles son los límites del chascarrillo televisivo

Gran Wyoming
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La Sexta / Atresmedia

Reírte con o de. Esa es la cuestión. La televisión evoluciona con su sociedad. A veces, las cadenas incluso tienen que avisparse para no quedarse rezagadas de sus espectadores. Atrás quedan aquellos programas que buscaban la carcajada manipulando la ingenuidad ajena. Hoy no veríamos con los mismos ojos, por ejemplo, aquellos reportajes a personas vulnerables de Javier Cárdenas en 'Crónicas Marcianas'. Vídeos que hacían mofa de lo diferente o supuestamente raro al estilo del matón repetidor de la clase. Lo que escondía una chulesca superioridad moral fruto del desconocimiento. O como dicen, de la ignorancia que es atrevida. Y, también, peligrosa.

Sin embargo, ahora este tipo de humor sobre el prójimo ha ido dando paso al 'zasca'. Hasta los informativos intentan redondear las crónicas con ironías a la caza de ese 'zasca' que se viraliza dejando en evidencia a un líder político, personaje público o lo que se tercie. Es importante jugar con el lenguaje en todo tipo de formatos, también en los espacios de noticias. Es la manera de evolucionar y conectar con la audiencia con lenguajes cercanos y expresiones actualizadas, que favorezcan un tono diferenciado a los programas que, además, pueden aprovechar la personalidad propia de sus periodistas. Matías Prats ha sido pionero en su destreza para encajar chistes cuando el tema lo merecía. Y siempre teniendo claro cuáles son esos abstractos límites éticos que conviene no confundir para no debilitar la honestidad profesional.

Esa frontera está en intentar no hacer humor para afianzar ideología. La ironía debe ser útil para enriquecer el relato con un matiz que enfatiza un detalle. Así se desengrasa la crónica y se recalca un hecho, muchas veces actualizando la narrativa con guiños al imaginario colectivo o las expresiones coloquiales que no se solían utilizar en los informativos pero incorporadas en el instante idóneo generan fuertes vínculos con un espectador que, entonces, se siente tratado de tú a tú. Lo hacía Lorenzo Milá en 'La 2 Noticias' (“vaya día para empezar” dijo en emisión nada más debutar) o, ahora, lo hace Xabier Fortes con su retranca gallega. 

El problema es cuando se habla hacia ese público desde el discurso unidireccional del púlpito. Ahí el intento de carcajada no fluye desde el lazo de complicidad con el espectador. Suele ser utilizada en beneficio más propio que el de la colectividad. Detalle que marca una línea roja de la deontología periodística, un punto de inflexión a la hora de enfocar un contenido televisivo que tienen claro en 'El Intermedio' desde sus orígenes. Wyoming presenta un informativo que realiza un complejo ejercicio de sarcasmo diario sobre la actualidad política y social, pero su acogida está en que cada chiste se sustenta en el periodismo clásico. En realidad, este formato de Globomedia para La Sexta es un informativo con los protocolos de contrastar cada noticia para luego ser rematada con la inteligencia de la corrosión.

Corrosión que se puede practicar sobre un acontecimiento, declaración, temática o contradicción, pero siempre basándose en hechos pasados por el filtro del periodismo y evitando ir al ajuste de cuentas de la burla hacia una persona porque sí. Al final, el programa hace comedia de la sociedad en colectividad, con su picaresca, con sus incongruencias, con sus decepciones, con sus ilusiones, pero no se centra en la burla personalista. Eso es el gran límite entre la buena y mala risa en televisión. La risa que nos radiografía desde los ideales, que no es lo mismo que desde el escarnio del zasca de la cerrazón.

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