Adiós a un show que reinventó el magacín

El consejo de Oprah a Ellen DeGeneres

Ellen DeGeneres con Oprah reflexionando sobre el final de su programa
Ellen DeGeneres con Oprah reflexionando sobre el final de su programa
The Ellen DeGeneres Show

Los norteamericanos controlan bien los tiempos a la hora de comunicar la noticia del final de un emblemático programa de televisión. Aunque parezca que Ellen DeGeneres ha tenido que adelantar el cierre de su mítico talk show por los enjuiciamientos de la viralidad que, a veces, intentan dinamitar carreras brillantes por dimes y diretes que no permiten entender contextos ni matices. O eres bueno, o eres villano. No hay puntos medios. Tal vez ni se permite tener un mal día.

Hace unos meses, el show de Ellen DeGeneres se vio envuelto en una polémica que debilitó la imagen del programa. Se hablaba de mal ambiente en el trabajo y se puso el foco en la cara visible del formato, su presentadora. Proyectar la imagen de mala perfecta en una cómica tan querida siempre vende. Y mucho. Aunque no existan pruebas, ni siquiera las críticas sean realmente dañinas. Se criticaba, por ejemplo, que no conociera los nombres de los empleados de la producción, situación con la que ella misma ironizó en algún momento. Incluso disculpándose y haciendo inteligente y sana autocrítica. 

Pero que el morbo conspiranoico no nuble lo sencillo de la cotidianidad. Así, la audiencia del programa no ha dejado de decrecer. Y, estos días, se ha anunciado el final del show en la próxima temporada. Se ha anunciado en el propio formato a través de un monólogo de Ellen que ha sido arropado con una posterior conversación telemáticamente cómplice con su amiga Oprah Winfrey, la gran comunicadora de la televisión norteamericana.

En la charla, Oprah Winfrey aconseja a Ellen sobre cómo será la vida después de un magacín diario. Y lo más relevante es que Winfrey afirma que lo que más echa de menos es a la audiencia. Pero no el dato de audiencia del día después, si no el contacto con el público que acudía a sus platós Harpo (ya derribados, ahora son la sede de McDonalds). Visitantes con los que hablaba después. De hecho, Oprah reflexiona con que esas conversaciones permitían estar más en contacto con la realidad de la calle y le daban muchas ideas para el show.

Entonces, como reconfortada, Ellen añade que menos mal que la próxima temporada volverá a tener público en el estudio y podrá seguir viviendo ese contacto con la gente que describe Oprah. Al menos, unos meses. También reconoce que ya quería terminar el show, en emisión desde 2003. Su longevo éxito está en que reinventó la fórmula del talk show diario, dejando atrás el programa de testimonios y apostando por la comedia que construye. Así el luminoso y amplio plató de Ellen se transformó en un lugar abierto a la entrevista sin clases, lo mismo una celebrity de Hollywood que un cantante descubierto en Youtube el día antes. El programa fue rápido en la inteligencia de incorporar la fuerza de las redes a su devenir diario sin descuidar los juegos, bromas, sustos cómicos de la televisión de siempre. 

Tal vez si Ellen no fuera ni mujer ni lesbiana estaría presentando un late night en alguna de las grandes cadenas norteamericanas. Pero en Estados Unidos, eso, sigue siendo cosas de hombres. Así que, al final, The Ellen DeGeneres Show se transformó en un late night a la luz del día con una autora al frente que ha sabido reinventarse ante los obstáculos de los prejuicios. Hasta riéndose de sí misma cuando el dinero le ha podido ir despegando de la realidad. Ahora parece querer volver a esa realidad, reencontrándose con su público y despidiéndose a tiempo de un programa que ha sido un antes y un después para la televisión internacional. Porque ha representado la creatividad chispeante que demuestra que se puede triunfar en el género del talk show sin necesidad de ir por el atajo del testimonio lacrimógeno y prefabricado que no le importaba engañar al espectador.

Mostrar comentarios