ANÁLISIS

El niño que no quería bailar en TVE y lo que representa de nuestra sociedad

Un gesto que representa la capacidad de acostumbrarnos incluso a los cambios. 

Historia del niño que no quería bailar en TVE
Historia del niño que no quería bailar en TVE
Borja Terán

El buen realizador de televisión está preparado para salirse del guion y enriquecer el relato captando esa inesperada imagen que nadie sabía que iba a acontecer y, sin embargo, hace mejor la historia a plasmar. Porque radiografía los matices. Y, en la vida, los matices son decisivos para entender cómo somos. Aunque en la era de las redes sociales no lo parezca.

En esa capacidad de estar atento a lo que sucede, para poder improvisar sobre lo ensayado, destaca una actuación de Objetivo Birmania en el programa infantil de la TVE de los principios de los noventa 'No te lo pierdas'. El travieso grupo musical fue a promocionar a los Estudios Buñuel su hit de coreografía imposible 'Los amigos de mis amigas son mis amigos'. Todo el plató se vino arriba, cantando la pegadiza canción. Todo, menos el más pequeño del lugar. Y el realizador se fijó, cambió el ritmo de la realización visual del tema y empezó a pinchar planos de reacción de aquel pequeño con una ingenuidad transparente.

A diferencia del resto, aquel niño estaba quieto, atónito, observando el percal. Como si no estuviera entendiendo nada. Mientras tanto, en el centro del estudio, las chicas de Objetivo Birmania bailaban descontroladas los surrealistas pasos que definían una época en la que la música también sabía reírse de sí misma. Y de su sociedad.

El benjamín del plató parecía no querer entender nada. Pero, a medida que avanzaba la canción, poco a poco, se iba sumergiendo en el ambiente del estudio. Fue avanzando de la parálisis del asombro a un tímido tarareo de la canción que estaba, probablemente, escuchando por primera vez. Y el realizador nos lo iba mostrando, pues ahí estaba lo realmente relevante que estaba pasando en el show.

Porque, al final y en gran medida, este niño nos representa a todos con nuestra capacidad para amoldarnos a lo que nos toca y nos rodea. Para seguir lo corriente, aunque a veces no creamos ni en esa corriente. Primero llegamos incrédulos a la vida y a sus cambios, con cara de 'qué hago yo aquí' y 'por qué actúa la gente así' para, después, terminar contagiándonos irremediablemente del ambiente. Como este crío, que se adapta, siente que no se puede quedar fuera del grupo y empieza a tararear y aplaudir la canción como si no hubiera otra opción.

En definitiva, la capacidad que tenemos para acostumbrarnos, incluso a lo que nos causa perplejidad, resumida en una actuación musical y en la visión de un realizador para retratarnos. Todos seguimos siendo aquel niño contracorriente que, en principio, no quería bailar en el plató de TVE:

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