ANÁLISIS

El sobresueldo del periodista por publicidad

El peligro de la percepción generalizada de que cualquier profesional de la información tiene un precio.

Cuando la 'Teletienda' se disfraza de información
Cuando la 'Teletienda' se disfraza de información

Empieza a convertirse en demasiado habitual el papel del periodista que, de repente, se pone a realizar una promoción como si estuviera presentando una noticia más. Incluso desde las cadenas este tipo de acciones publicitarias se venden como reclamo salarial a los periodistas: "no podemos pagarte más, pero puedes hacer publicidad en pantalla".  Es ese aliciente económico para saciar sus expectativas económicas.

Como consecuencia, ya vemos prácticamente normal este tipo de spots integrados dentro de la escenografía habitual de los programas en el que el periodista en cuestión nos vende algo entre información e información, mientras un pequeño cartelito de publicidad se sobreimpresiona. A priori, perfecto para las cadenas. No sólo por el ingreso que supone, también porque las marcas que pagan estas promociones se convierten en un gran incentivo económico extra para los profesionales de la emisora, muchas veces con sueldos que no son tan altos como se cree.

Pero, con este sistema, se crea un grave problema para la reputación del periodismo. La audiencia va interiorizando que el relato del periodista se puede comprar como cualquier acción publicitaria. Entonces, ¿dónde está la credibilidad? ¿dónde está la independencia honesta? Incluso hay profesionales que, por una cantidad económica, leen a cámara con actitud de 'Telediario' reclamos con afirmaciones que no son del todo veraces. Claro, es un anuncio disfrazado de información. Anuncios que van de tratamientos de salud a créditos hipotecarios.

No es nuevo que profesionales de la comunicación cedan su imagen para campañas publicitarias en el contexto de un intermedio claramente diferenciado, pero chirría cuando sucede dentro de programas informativos como si se tratara de una noticia más del día. Sólo hay que leer un texto. Pero, esta vez, no lo ha escrito un redactor, ha sido creado por una agencia de publicidad de la marca en cuestión. La publicidad es un motor de la televisión privada, es el sustento que la hace posible, pero por su salud también es importante encontrar fórmulas que integren los mensajes sin forzar la responsabilidad de sus rostros periodísticos.

Si se destapara algún asunto fraudulento o problema jurídico con alguna de esas marcas publicitarias, ¿dónde queda la responsabilidad del periodista? ¿dónde queda su credibilidad? Sólo era un anuncio, dirán. Pero, en el fondo, ahí está un factor de riesgo que planea en la profesión periodística actual: existe una tendencia hacia la percepción generalizada de que cualquier profesional de la información tiene un precio. En este sentido, no sólo influye la publicidad tradicional. También la sobreexposición en redes sociales de rostros televisivos que transforman sus perfiles en Instagram u otras redes sociales en escaparates promocionales de cualquier tipo de producto. Recomiendan todo, aunque sea porque les han regalado una caja de refrescos.

Sin olvidar, el daño realizado por las tertulias políticas en las que se ha posicionado a periodistas por ideología. Siempre a un lado u otro dependiendo del argumentario del partido que todo el mundo presupone que representan. Como si no se pudiera variar el análisis dependiendo de los contextos de la situación, como si hubiera desaparecido la mirada crítica para convertirnos en creyentes de una rígida posición de una trinchera perpetúa. Fatal para la reputación grupal de la profesión. Tal vez el interés personal está fagocitando la responsabilidad social, si ya existiera algo de eso. Gajes de tiempos de polarización cortoplacista, también en la compleja rentabilidad del periodismo.

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