ANÁLISIS

La más difícil retransmisión del sorteo de la Lotería de Navidad

Se han echado en falta planos de reacción que plasmaran lo noticioso del día: el patio de butacas sin público.

Ya ha salido el Gordo.
Ya ha salido el Gordo.
TVE

Sin público, sin disfraces, sin murmullos, sin aplausos. El Sorteo de la Lotería de Navidad en tiempos de pandemia no ha contado con el calor y color de la gente asistente y la retransmisión televisiva lo ha notado. Ha sido más difícil enriquecer el relato para los comentaristas de un evento que dispara las audiencias, especialmente desde TVE. Porque la tradición de la tradición manda conectar con Televisión Española. Es la casa madre de nuestra televisión y la que mayor despliegue técnico realiza.

El espectador acude donde sabe que existe una solvencia especial. En este caso, La 1, como canal con mayor despliegue. Sin embargo, es el momento de actualizar la liturgia de las emisiones del Gordo de la Lotería Nacional. La cita cuenta con la poderosa estampa de unos niños de San Ildefonso cantando premios de una particular forma. Al fondo, el ruido de dos bombos dorados que giran y giran para producir el casamiento entre las bolas de los números y las bolas de los premios. Pero este acontecimiento social debería introducir nuevos rituales visuales para otorgar más atrayente ritmo al programa televisivo cuando el Gordo se retrasa, como ha sido el caso. Ahí entra la importancia de dar un salto escénico que enriquezca el espectáculo del sorteo sin romper con su esencia.

En este sentido, la escenografía e iluminación debería ser determinante. Ya que el acto se produce en el Teatro Real, se podría huir del set más institucional con varios paneles estáticos de fondo, que no son otra cosa que un photocall con el logo de la institución que organiza, para incorporar cada año un concepto escénico que despierte la curiosidad anual del público. Un envoltorio con mensaje e historia que favorezca esa imaginación infantil que, en el fondo, es uno de los grandes mensajes que sustenta la Navidad: la creatividad que atesora la ilusión de los niños, creatividad infantil de la que siempre se debe aprender.

Pero, sobre todo, en el Sorteo de la Lotería la realización televisiva debe ejercitar un salto. La realización de TVE necesita intentar dejar de mirar el sorteo como si fuera un agente externo para narrarlo desde dentro. Se puede engrandecer el relato con una realización más viva que muestre con más minuciosidad la liturgia que esconde el evento. La tele debe plasmar el nervio previo, cómo esperan los niños detrás de bambalinas y cómo se dan el paso entre compañeros. También es importante el plano de reacción de los propios miembros de Loterías y Apuestas e incluso de los comentaristas, con Sandra Daviú al frente. Una excelente presentadora todoterreno, que está desaprovechada.  

En la televisión actual el espectador ya está acostumbrado a pantallas partidas que muestran varias señales en directo. Son tan habituales en los programas que se han echado de menos en la emisión de este 22 de diciembre.  Pero no hay que obsesionarse con esta técnica de multipantalla, no siempre es necesaria. A veces, huir de tantos impactos visuales puede ser hasta aliado para diferenciarse del resto y atraer. Aunque ante una retransmisión tan larga se agradecería invertir en jugar con más fluidez con diferentes señales de vídeo y encuadres de cámara para fotografiar la realidad del momento con más matices.

A la emisión del Gordo, le falta quitarse el corsé de señal 'oficial' para ser más empática con el espectador de hoy que no tiene mucho que ver con el de hace 30 años. Hasta debe ser más traviesa con un público que también es pícaro y entiende la ironía. Es complicado, pero hay que intentar escapar de los tópicos vacíos de siempre que empobrecen. El secreto para lograrlo está en mirar más los contextos, aquello que sucede y que otorga el matiz. En este 2020 no había público en el Teatro Real. Y ese era uno de los grandes contextos: el silencio del patio de butacas vacío. Pero prácticamente no se ha visto. La realización se ha centrado en el escenario del Teatro como si los bombos estuvieran en un plató cualquiera. Ha faltado en directo incidir más en ese descriptivo contexto que era lo más noticioso del día, además de los premios: la ópera sin público. Pero las butacas no estaban iluminadas y quedaría mal mostrarlo mucho, pero da igual: el espectador perdona que se vea peor porque entiende las circunstancias. Es más, necesita verlas. Y, al final, las ha visto en un gran paneo de cámara que ha mostrado el interior del histórico auditorio casi al completo. Lo que recuerda que la televisión sin la habilidad para quitarse el corsé y mirar a los detalles es peor televisión, pues no está retratando su tiempo con el valor de los matices.

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