OPINION

Los jóvenes sí ven la televisión y otras lecciones que hemos aprendido de 'Skam España'

Skam
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Los jóvenes no ven televisión. Es un prejuicio que crece en una sociedad enredada en nuevos consumos audiovisuales a golpe de 'retuit', 'like' en Instagram o 'suscríbete' a mi canal de Youtube. Pero la audiencia más joven ve tele como siempre, aunque no la vea siempre por la tele de siempre.

Uno de los problemas del precipicio entre la tele convencional y las nuevas generaciones ha estado en que, en muchos casos, se ha dejado de tratar a los jóvenes con la profundidad que merecían. Determinadas series se quedaban en clichés. Ahí estriba el éxito en target de la versión española de la serie noruega 'Skam', pues ha intentado romper con esta tendencia.

Producida por Zeppelin y emitida por Movistar Plus, 'Skam España' ha logrado una legión de fans que no fallan porque se sienten representados por unos protagonistas que son como ellos, unos personajes que son tan diversos, tan complejos e incluso tan contradictorios como la propia sociedad.

Porque la diversidad nos enriquece y 'Skam' ha logrado realizar un ejercicio de no quedarse en el prejuicio superficial de la edad como elemento frívolo, como realizan otras series de adolescentes de plataformas bajo demanda. "Los adolescentes no son sólo adolescentes. Son personas que tienen sus problemas, que tienen sus inseguridades, que tienen mucho que enseñar, también a los adultos", explica Alba Planas, que da vida a Eva.

Y da en la diana. Los jóvenes también son complejos y profundos. "En 'Skam'no son solo niñatos que quieren salir de fiesta",  reflexiona Planas, resumiendo la esencia de un fenómeno internacional porque ha alcanzado un retrato de la pluralidad social a través de una juventud despierta que no se permite quedarse atascada en los prejuicios sociales e intenta aprender también de lo que nos distingue con el resto.

En este sentido, como en la versión original, el 'Skam' español incorpora un personaje musulmán. Está interpretado por Hajar Brown: "me llamaron para asesorar cómo debería actuar una chica musulmana joven. Me encontraron por Instagram, vieron que tenía cierta repercusión y para mí 'Skam' ya era una referencia desde 2015. Conocí la serie porque me puse el pañuelo al mismo tiempo que una de las protagonistas noruegas. La gente me decía tú eres Sana, como la de Skam. Y, entonces, fui a buscar la serie", avanza Hajar, que se sumergió en el 'Skam' noruego por su realidad vital.  

"Primero pensé que habrían disfrazado a una actriz y que no era musulmana de verdad, pero después descubrí que era musulmana de verdad y cogí un increíble amor a 'Skam'". Pero a Hajar sólo le llamaron para ser asesora de la serie, no iba a ser la actriz que interpretara Amira. Pero ella misma se propuso, hizo los castings y atrapó a la dirección de la producción.

Es la peculiaridad de Skam, que ha terminado este sábado su segunda temporada: los actores tienen vínculo real con el personaje. "Hay muchas cosas de Amira que son historias que eran mías. Los guionistas o responsables de todo esto nos preguntaban, para que tuvieran vivencias reales nuestras", reflexiona Hajar que hace hincapié en que "poco a poco, entendí que era un personaje".

Un personaje que rompe con ese cliché que abusan las series de prime time de la protagonista musulmana reducida a un toque exótico y a la religión. "'Skam' está enseñando la vida de una musulmana como no estamos acostumbrados, pues el tratamiento en las series suele ser superficial. Te enseñan desde fuera que es así, pero nunca por qué es así", apunta Hajar y añade: "siempre se habla desde una superioridad moral, pero no se cuenta con nosotras. Si queréis hablar de las musulmanas, contad con nosotras. Es lo que ha hecho 'Skam'".

Pero no siempre es así. “Ni para figuración me querían antes. Vivir esto y que la gente respete tu condición de musulmana, me emociona" explica Hajar Brown que, tras el final de la serie, quiere seguir vinculada al mundo de la interpretación. "Soy consciente de que tengo capacidades que me limitan a la hora de ser actriz. Por ejemplo, yo no toco a hombres, ni toco ni que me toquen, y eso en el mundo interpretativo es una dificultad con la que sé que me va a costar el triple, pero alguien lo tiene que hacer. Y con 'Skam' estoy ultra agradecida porque siempre me han tratado con respeto y me han entendido".

Quizá ahí está el éxito y fracaso de las series juveniles: cuando las ficciones se escriben desde una perspectiva que no representan al público, pinchan. Y a los jóvenes también les gusta que las series les hagan pensar enfrentándose a la diversidad de la realidad más allá de los clichés sociales clásicos, que abundan en la televisión y contra los que ellos mismos se revelan. 'Skam' lo ha hecho y, por eso mismo, su público se ha sentido partícipe del proyecto. Lo ha sentido suyo. No falla a la cita. Porque la serie ha hablado el mismo idioma que su audiencia. Sin demasiados eufemismos, sin la tutela de la condescendencia que impide que las series transmitan verdad. 

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