OPINION

Adiós a OT 2018: crónica del desenlace de una edición poco memorable

OT 2018 Amaia y Famous
OT 2018 Amaia y Famous

OT 2018 ya es historia y ha ganado Famous una final que no tenía ningún favorito claro. Eso ha sido lo mejor de una noche en la que, de nuevo, ha destacado la intervención de Amaia Romero. Descriptivas paradojas. En la final de 2018 ha reinado en protagonismo la ganadora de 2017, que el programa ha dejado para los últimos minutos como socorrido gancho.

Amaia ha brillado por su apabullante personalidad, no porque el programa no se diera un suficiente descanso y regresara sólo unos meses después. Porque OT 2018 hizo bien en volver tan pronto para recoger los frutos y amortizar la inversión de la anterior temporada. En este sentido, OT 2018 ha sido un éxito. Objetivamente sus audiencias lo demuestran: el talent ha definido el jugoso modelo al que vamos de televisión por targets, Operación Triunfo ya no es aquel formato rompe-audiencias masivas, con un público transversal. Ahora arrasa entre el público más disputado, los espectadores que las cadenas tradicionales siempre ansían en captar... el público joven.

OT 2018 ha congregado unas excelentes audiencias entre esos jóvenes, con un 27,7 por ciento de cuota en el público que va de los 16 a los 29 años, rendimiento que se ha disparado en un 31,7 por ciento de share entre los seguidores adolescentes, entre 13 y 24 años. Ahí el show ha sido infalible. Un audiencia muy valiosa para Televisión Española pero con la que, sin embargo, TVE no ha sabido crear un sentimiento de cadena. OT no ha fidelizado público. No ha existido trasvase de espectadores al canal. El espectador asiste al formato como un programa que emite TVE pero no siente como un contenido de TVE. Es más, cuando Ana Guerra recogió -junto con Aitana- un premio en la última gala de Los 40 Music Awards se lo agradeció a Gestmusic, la productora del programa, y a Universal, la discográfica del formato. Pero ni se acordó de TVE.

El olvido del subconsciente de Ana Guerra con Televisión Española evidenció un problema: TVE no ha capitalizado en identidad de marca su propia inversión con OT. Lo podía haber hecho retroalimentando la emisión del 24 horas desde la Academia de más contenidos propios, visibilizando más su programación y dando más cabida a su razón de ser de compañía divulgadora de cultura y arte a través de encuentros y clases en la escuela de OT. Pero, a diferencia del pasado año, en esta edición la Academia se ha quedado más en las visitas de promoción tradicional que en realizar una estrategia de contenidos que movilizaran la creatividad, el conocimiento e incluso propiciara debate sano entre los propios concursantes.

TVE no ha sabido aprovechar esa plataforma, pero OT sí que ha generado una poderosa fidelización de ese público joven. Entonces, ¿por qué las galas de los miércoles no han crecido más en audiencias en este curso? El programa ha dado esa tele-serie juvenil que engancha a un target definido, pero el show de prime time no han sabido promover un gran espectáculo-acontecimiento que fuera atractivo para atraer la curiosidad de nuevos y más amplios públicos.

Si no seguías el día a día de la Academia y no estabas al tanto del efecto domino de polémicas en las redes sociales por malas decisiones de márketing del formato, las galas no tenían interés en otros públicos, pues no han narrado apenas la evolución artística y personal de los concursantes. Y eso no es culpa de los participantes, ha sido fallo de planificación de propuestas musicales que ayudaran a narrar una historia de semana a semana. Además, en pantalla, ha dado la sensación de una cierta desincronía de los diferentes equipos del programa: por un lado iban los artistas, por otro lado iba la iluminación, por otro lado iba la realización. Y la televisión es unir todos los elementos con claridad para plasmar una armónica narración que llegue al público y, claro, esa falta ha propiciado un techo de audiencia. OT ha tenido a los seguidores del reality, a los que siguen los vaivenes de la academia, pero no ha crecido por el lado del show. Tan importante en televisión. Porque la televisión entra por los ojos. 

Y por los ojos entró la pasada edición, porque el programa supo aprovechar la aureola inspiradora de los concursantes, plasmarlo en las galas, dar vía libre a la imaginación en las redes sociales y, al final, construir un vínculo de complicidad colosalmente valioso con el espectador. La pregunta es si ese vínculo se ha repetido en OT 2018. El tiempo lo dictaminará con lo que depare el futuro a estos concursantes, pero no deja de ser elocuente que la reaparición de Amaia haya sido lo más emocionante de esta final. Amaia volvió a ese plató para recordarnos el ingrediente esencial que nos ha faltado este año: la emoción. Y así se recordará probablemente este OT 2018, como una edición desapasionada, falta de chispa, que ha aportado buenas voces y ruidosas polémicas extramusicales pero que difícilmente ha conseguido ponernos la piel de gallina alguna vez.

Mostrar comentarios