OPINION

Recesión 2020: lo que nadie se atreve a decir de las cifras económicas

Pedro Sánchez y Jean Claude Juncker / EFE
Pedro Sánchez y Jean Claude Juncker / EFE

No debe extrañar a nadie que la economía sea otra herramienta más en la campaña electoral de dos años que Pedro Sánchez desarrolla con La Moncloa como base de operaciones. No en vano, desde su propio entorno se ha dejado claro desde el minuto uno que, como diría el cantautor, el objetivo del presidente es permanecer y transcurrir. Eso sí, dicho esto, los fuegos artificiales promovidos por el Ejecutivo empiezan a provocar análisis, reflexiones y hasta situaciones que no alientan el sosiego. Fiscalidad y datos macro, consumo y finanzas… Cual cubo de Rubik, las diferentes caras de la incertidumbre empiezan a teñirse del mismo color, quién sabe si hasta forjar un mapa de desaceleración económica más grave del previsto. Al punto que empiezan a desembozarse los que, sobreponiéndose a la legitimidad de origen que el PSOE enarbola a lomos de la corrupción del PP, ya lo apuntan con convicción. Una revisión de la semana no ayuda a desautorizarles.

La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), encabezada por José Luis Escrivá, no es dudosa tras años asentada como azote del PP y de Cristóbal Montoro. Pues bien, en su último informe sobre el plan presupuestario del Ejecutivo hace unas estimaciones que deberían al menos alentar una explicación de quienes en el Ministerio de Hacienda han echado las cuentas a María Jesús Montero. Por ejemplo, la ministra envía a Bruselas un programa en el que la reforma del Impuesto de Patrimonio -se introduce un tipo del 1% para aquellos superiores a los 10 millones de euros- supondrá a las arcas públicas 339 millones. Escrivá atempera la euforia y le dice que, con suerte, recaudará ocho millones. Porque si las cosas van mal, el ingreso será de cero euros. Del mismo modo, el plan internacional de lucha contra el fraude no facturará 500 millones. Como mucho, 270… ¿Pueden ser creíbles unas cuentas cuando el propio supervisor observa semejante brecha en las previsiones?

Tampoco ha ayudado a apaciguar los ánimos la Encuesta de Población de Activa (EPA) correspondiente al tercer trimestre del año, que engloba los meses de verano. Pese al entusiasmo general de quienes destacaron que la tasa de paro bajaba del 15%, lo cierto es que entre julio y septiembre el número de desempleados apenas cayó en 164.100, el descenso más bajo desde el año 2013, con los vientos de cola de la crisis arreciando. Por si fuera poco y como se advirtió en estas páginas, el 90% de los contratos laborales fueron temporales. Dicho de otro modo, los esfuerzos de Magdalena Valerio para dar la vuelta a un mercado laboral precario, y en el que los jóvenes firman sus contratos con fecha de caducidad, aún topan con la realidad. Razón de más para atenuar los discursos triunfalistas que se escuchan desde Moncloa como si la mera llegada del Sánchez hubiera sido el bálsamo de Fierabrás de todos los males.

Y hay más. Las sensaciones en la calle y en las finanzas empiezan a dar señales de alarma. Aunque pasó más bien inadvertida para el gran público, esta pasada semana la patronal de la distribución comercial y los fabricantes de la alimentación (Aecoc) se reunía en Madrid. Con asociados como Mercadona, El Corte Inglés o Coca-Cola, pasando por Danone o Amazon, su estado de ánimo se ha visto siempre como un indicador adelantado del consumo. Y como reflejaba en estas páginas Cristina G.Bolinches, el mensaje también es duro. Zanjaba su presidente, Javier Campo: “Es posible que tengamos dificultades para crecer el año que viene”. A decir verdad, sus ventas en volumen ya caen y los ingresos podrían hacerlo desde el año próximo. Un gigante como Heineken advertía que en los primeros nueve meses del ejercicio sus ventas (medidas en litros) ya estaban en terreno negativo. Casi nada.

Otro de los indicadores adelantados, la bolsa, oráculo de la marcha del ciclo económico con un lapsus de entre nueve meses y un año, también hace agua. De hecho, el ejercicio de superponer las curvas del Ibex y del PIB con el desfase temporal antes citado es harto elocuente. Y es que no solo se calcan prácticamente las evoluciones, sino que la perspectiva para el crecimiento de la economía en los próximos trimestres, a tenor de la trayectoria seguida por las cotizaciones de las grandes empresas del país, no permite tirar cohetes. En efecto, el principal selectivo nacional transitaba en el arranque de 2018 por encima de los 10.000 puntos. Al cierre del pasado viernes, luchaba por mantener los 8.700. “Las expectativas de los inversores no se alteran salvo la emergencia de hechos inesperados que las modifiquen. Esto significa que las últimas fluctuaciones pueden venir motivadas en parte por la falta de confianza de los inversores en un país donde hay un gobierno cuyas propuestas son incompatibles con la estabilidad macro, con las reformas estructurales necesarias para continuar creciendo y que ha pasado los Presupuestos con un partido antisistema”, afirma el último informe de la consultora especializada en análisis económico Freemarket Corporate Intelligence

Fechado en octubre de 2018 y titulado ‘Hacia el final del ciclo expansivo’, el documento tiene enorme interés en tanto aporta una visión crítica y alternativa sobre el impacto de las medidas lanzadas por el PSOE desde su llegada al Gobierno. Desde un análisis cualitativo y cuantitativo de cómo la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) supone un “error descomunal” que va a frenar la entrada de los jóvenes al mercado laboral, hasta el recorte notable que sufrirán las cotizadas en su capitalización tras el nuevo impuesto del 0,2% a la compraventa de acciones. Todo lleva a un mismo desenlace: la rebaja notable de las previsiones de crecimiento para 2019 que el Ejecutivo tendrá que acometer antes o después. En concreto, el informe maneja dos escenarios: un ajuste fuerte que conduciría a la economía española “cerca del estancamiento”, con un crecimiento del 1,5%; y uno más suave, que la dejaría en el 2%. Eso sí, siempre lejos de la meta del 2,6% marcada por Nadia Calviño.

¿Y después? Ahí está lo peor. “En consecuencia, las perspectivas para 2020 sugieren, ‘ceteris paribus’, el estancamiento del PIB sin descartar una suave recesión”, subraya el informe. Y remata: “En el supuesto de una previsible caída de la actividad superior a la proyectada por el Gobierno para el próximo bienio, por no hablar de una recesión en 2020, el déficit se dispararía y la deuda se colocaría con rapidez por encima del 100 por 100 del PIB”. ¿Catastrofismo? Puede legítimamente pensarse, pero sin olvidar que las políticas de subidas masivas de impuestos -a empresas y particulares- para financiar el 'boom' del gasto terminan tradicionalmente pasando factura a la actividad, al empleo y al consumo. Una condena, al fin y al cabo, para aquellos a quienes a priori se quiere echar una mano y a quienes se dirige el discurso. Tenemos experiencia en planes E. No debería hacer falta llegar a tanto para ganar unas elecciones.

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