OPINION

Groenlandia: ¿Una proposición indecente?

Groenlandia
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Muchos son los precedentes que podemos encontrar en la historia sobre la venta de tierras por parte de un país a otro. En cierta manera, EEUU se hizo así, a golpe de talonario. Luisiana, la Florida Oriental, Alaska, las Islas Vírgenes son los ejemplos más notorios. Incluso se ha innovado en la formulación jurídica, como sucedió, en forma de leasing, en el Canal de Panamá entre 1903 y 1979.

Aunque pueda parecer rocambolesca, la oferta del presidente americano, Donald Trump, para hacerse con Groenlandia no es algo novedoso ni superfluo. En primer lugar, supone el reconocimiento fáctico de la importancia geoestratégica de este enclave históricamente repartido entre Dinamarca y Noruega.

Tras la separación entre ambos países como reino, Groenlandia pasó a ser parte de la soberanía danesa que, tras varios siglos de abandono, retomó con fuerza su idea de ofrecer un lugar digno para vivir a sus ahora casi 60.000 habitantes.

La que a día de hoy sigue siendo la isla más grande del mundo no era más que un pedazo de hielo inhabitado en mitad del océano atlántico. El interés danés se basaba en parte en una cuestión moral, ya que la mayoría de los habitantes groenlandeses eran fruto de los encuentros entre la población esquimal y los europeos. Estos últimos se preguntaron, durante cientos de años, qué se escondería debajo del manto blanco y duro que la cubría.

Ese momento ha llegado y Groenlandia parece ser una de las primeras víctimas del cambio climático. El antiguo casquete blanco se derrite y está dejando al descubierto la tierra verde que da origen a su nombre. Más del 50% de su territorio pierde hielo a un ritmo agigantado. Solo durante el mes de julio 160.000 toneladas de agua congelada dijeron adiós a la ínsula y se disolvieron en el mar.

La paradoja del cambio climático es que vuelve a poner las cosas en su sitio. Groenlandia sufrió una nueva y relativamente pequeña Edad de Hielo entre los siglos XIV y XIX. Un cambio meteorológico y climático que nos enseña que a la Tierra le da igual que esto sea un vergel o un desierto. La Naturaleza seguirá siendo igual de feliz con ríos y montañas que con calizas o llanuras.

Lo cierto es que la retirada del hielo deja al descubierto un nuevo país y con ello la aparición de intereses estratégicos y geopolíticos. Estados Unidos trata a toda costa de contrarrestar la influencia rusa y china en el Ártico. Ambos Estados han dirigido su acción a revitalizar la zona a base de expediciones científicas y militares en búsqueda de una ruta marítima que acerque por el norte las orillas de los dos continentes más importantes, estratégicamente hablando, del mundo.

Con ello, además de acercar territorios, las exportaciones de hidrocarburos, recursos naturales y bienes encontrarán una ruta alternativa al tradicional eje Atlántico - Pacífico reduciendo costes, tiempo y posibilitando crear un nuevo foco de atracción de inversiones en forma de puertos e infraestructuras que hagan posible este proyecto.

China busca así estar presente en la que será la gran alternativa a su nueva Ruta de la Seda, una empresa en la que tan importante es construir como evitar que existan otros competidores.

Rusia, aun con aspiraciones de Imperio, desea controlar una zona que tácticamente le permitiría no quedar rodeada. Ya saben aquello de que la mejor defensa es un buen ataque. Ante el temor de quedar en mitad de una pinza chino - americana, prefieren dar el primer golpe confiando que con ello el resto de países respetarán su poder submarino.

Con todo esto, los Estados Unidos, llevan a cabo su modelo de aumentar presencia, como en el Mar de China, en forma de bases militares o enclaves donde sus buques puedan maniobrar y dotarse de la infraestructura logística adecuada para llevar a cabo sus fines.

Esta es una de las razones más importantes para justificar el interés americano en la isla. Simple y llanamente necesita afianzar su presencia física sobre el terreno.

Pero, además, al interés geoestratégico se le une el económico en forma de recursos naturales de los nuevos minerales y tierras raras llamadas a reconfigurar el equilibrio de poder de la economía mundial. Al uranio, platino y titanio se le une el tungsteno, imprescindible en el desarrollo futuro de la aeronáutica y la máquina herramienta al ser un metal capaz de tolerar altísimas temperaturas sin apenas inmutarse. Groenlandia tiene importantes reservas de este material y, aunque respetando toda la normativa medioambiental europea, estarían dispuestos a construir una nueva Noruega en pleno Ártico.

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