Presidente de Henneo 

Los mercaderes del templo

Vista del hemiciclo, Congreso de los Diputados, en la sesión de investidura
Los mercaderes del templo. 
Agencia EFE

En la Nochevieja de 2022, los españoles sabíamos que estábamos viviendo tiempos de incertidumbre y de inestabilidad. Sin embargo, nadie podía suponer lo que nos esperaba a la vuelta de unos pocos meses. La nación parecía correr a toda velocidad por una carretera llena de baches, pero eso no era nada nuevo. La maquinaria aguantaba.

En las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo, los ciudadanos propinaron al PSOE un castigo durísimo: perdió seis de las nueve comunidades donde gobernaba y también cientos de municipios. El PP aumentó sus votos en casi un 40% y pasó a mandar en gran parte de los territorios de España.

El presidente del Gobierno debió de quedarse paralizado y herido en su orgullo. ¿Cómo me puede ocurrir esto a mí? Pedro Sánchez es una fiera política, cuya principal habilidad radica en un instinto de supervivencia inigualable y en una osadía que traspasa las lindes de la temeridad. Esa audacia fue la que le llevó, a la vista de aquellos resultados desastrosos, a cortar por lo sano: si el poder autonómico y el municipal eran opuestos al gobierno, interesaba convocar elecciones generales anticipadas. Y a ver qué pasaba. Lo hizo para el 23 de julio.

Y ocurrió algo contra pronóstico. El descaro de Sánchez tuvo éxito para sus planes futuros, y aunque perdió claramente frente al PP, ganó respecto a 2019 cientos de miles de votos y un escaño. Y los populares y VOX se quedaron en puertas de la mayoría absoluta. Los resultados electorales, que parecían obra de un guionista de películas de terror, dejaban claro que el presidente necesitaría el apoyo expreso de casi todos los partidos con representación parlamentaria para superar una posible coalición de PP y VOX. Era lo que precisaba, a sabiendas de que entre esos apoyos estaban aquellos que se proponen segregar a sus comunidades de la nación común.

Muchos pensamos ingenuamente que quizá había llegado el momento de que la razón de Estado o simplemente el sentido común se impusiesen a los egoísmos personales y partidistas y pudiera vislumbrarse un acuerdo entre los partidos mayoritarios y constitucionalistas. A la vista de la diabólica aritmética parlamentaria, parecía lo más sensato para lograr estabilidad y certidumbre.

Error de apreciación. Pedro Sánchez confirmó que, además de atrevimiento, sangre fría e instinto de supervivencia, posee una característica más: está dispuesto a todo, con tal de conservar el poder. Así, a cambio de seguir como presidente, prefirió negociar unos apaños bochornosos con los mercaderes del templo, con los secesionistas, con los que rechazan y desprecian la Constitución española.

Un personaje de la escasa catadura moral e intelectual de Carles Puigdemont, un prófugo de la justicia, se ha convertido en el árbitro de la situación política española; sus siete votos son el delgado hilo que sujeta la espada de Damocles que pende sobre el gobierno de España. Con este sujeto, que de haber permanecido en España habría ingresado en prisión, se han reunido emisarios del gobierno; y se va a ver también con el propio presidente. A muchos, esta escenificación nos parece humillante para el prestigio de cualquier gobierno, pero Sánchez sabe bien que si a Puigdemont no le da lo que pide, el gobierno caerá y no está dispuesto a permitirlo.

Fruto de esta política sin escrúpulos, estamos viviendo situaciones muy chocantes. En horas veinticuatro, Sánchez y sus auxiliares pasaron de rechazar la amnistía para los delincuentes del procès, por ser inequívocamente inconstitucional, a considerarla una medida de gracia prevista incluso en la Constitución y una “oportunidad para la convivencia”. ¡Y nadie se había dado cuenta hasta ahora! Esta pirueta fue uno de los pagos a los mercaderes del templo, que prácticamente redactaron los pilares esenciales de la nueva ley.

El del gobierno de Sánchez con los secesionistas catalanes no es el único caso de compraventa de favores, maquillaje de ilegalidades y burla de la decencia política. En el templo hay bastantes más comerciantes. El PSOE ha entregado la alcaldía de Pamplona a los herederos de ETA, a Bildu, coalición que pretende la desaparición de Navarra como comunidad autónoma y su anexión a un ilusorio País Vasco independiente. El pretexto de que la coalición que hasta ahora gobernaba la ciudad lo estaba haciendo mal es simplemente ridículo. Esa emblemática alcaldía es otro precio que había que pagar por el apoyo de los separatistas vascos al nuevo gobierno.

Toda esta serie de despropósitos, que deja a muchos ciudadanos indefensos ante el triunfo de la desaprensión política, no podría haberse producido sin el apoyo ciego de los grupos parlamentarios del PSOE a los que Pedro Sánchez ha convertido en un regimiento disciplinado y sumiso, en un coro homofónico en el que nadie osa desafinar ante la intrépida política del líder.

A pesar de esta mansedumbre, es posible que muchos diputados y senadores socialistas, en la intimidad, se sientan tránsfugas morales de su propio electorado, al estar defendiendo lo contrario de lo que dijeron en campaña hacía apenas unas horas. Quedan aún veteranos socialistas, historia viva del partido, que se han atrevido con enorme valentía a alzar la voz para denunciar los desatinos que se están cometiendo, pero se les expulsa, se les desacredita, se les llama “viejos” y se les acusa de traición, por no estar de acuerdo con las cambiantes conveniencias de Sánchez.

Hubo en Roma, hace 2.500 años, un patricio llamado Cincinato. Estaba en sus tierras manejando el arado cuando los políticos fueron a buscarle porque la república romana, decían, le necesitaba. Él accedió de mala gana; ocupó el poder, venció a los ecuos, puso paz en el Imperio y después, sin dudarlo, se despojó de la toga púrpura y volvió a su arado. Cincinato ha pasado a la historia como ejemplo de alguien que pone las necesidades de la nación por encima de sus propias ambiciones. Un estadista. Un hombre de bien.

Eso es lo que hoy necesitamos. Una generación de políticos de altura que vuelva convencernos de que pisamos tierra firme de verdad y no un cenagal en el que sea posible cualquier disparate.

El grupo Henneo, en el año que empieza, no se va a apuntar a esta peligrosísima danza de camuflaje ideológico y ético que estamos presenciando. En 2024, teniendo muy presente nuestra razón de ser, como es proteger los intereses de Aragón, seguiremos defendiendo por coherencia y convicción la lealtad institucional; la prevalencia de la Constitución, frente a interpretaciones sesgadas y oportunistas; la monarquía parlamentaria, encarnada en el Rey Felipe VI, que en su magnífico discurso de Nochebuena fue oportuno y directo a la par que pedagógico y conciliador; la unidad de España, con el respeto obligado a la igualdad entre los ciudadanos y con una diversidad ya reconocida y respetada desde hace más de cuarenta años; la sagrada separación de poderes, ahora en riesgo evidente; y todos y cada uno de los derechos y libertades recogidos en nuestra ejemplar Carta Magna.

Somos defensores del entendimiento, de la tolerancia y de una convivencia sólida, que no debería romperse nunca por muy duras que sean la crítica y la lucha política, en la que deben primar la sinceridad, la nobleza y el interés general. La diferencia entre la Nochevieja de 2022 y la de este año es que ahora mismo no sabemos el suelo que pisamos. Pese a esta inquietud reinante, presa de arenas movedizas, confiemos en la regeneración de nuestra democracia.

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