OPINION

Crisis, presupuestos y oportunidades

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno
Pedro Sánchez, presidente del Gobierno
EP

La situación actual, al margen de las normas plasmadas en el estado de alarma, requiere que por parte del Gobierno, junto con la participación y el apoyo de todos los grupos parlamentarios, dispongamos de unos Presupuestos en los que se contemplen no solo las partidas necesarias para paliar los efectos de la crisis del Covid-19, sino, también, que sirvan para sentar las bases de una recuperación económica y social gravemente alterada por esta crisis sanitaria y por la existencia, desde hace años, de políticas de ajuste.

Necesitamos una política presupuestaria basada en estímulos y que sea de amplio espectro en cuanto a las materias a regular y a planificar, en la que se refuerce el papel del Estado como actor directo y como garante de que las medidas que se van a implantar se hagan pensando en la ciudadanía y no solo en la recuperación estrictamente económica que dicta una economía liberal y de mercado.

Los Presupuestos, como herramienta política económica, no deben circunscribirse exclusivamente, ni siquiera en estos momentos tan complicados, a paliar los efectos que la devastadora crisis sanitaria conlleva desde una visión a corto plazo, pues esto nos avocaría al crecimiento lento al que tan acostumbrados hemos estado con políticas continuas de ajuste.

Debemos hacer de la necesidad una virtud y convertir la crisis, por qué no, en una oportunidad de cambio y de transición hacia un modelo económico y social más participativo y abierto, que sea menos dependiente y que refuerce nuestras capacidades y el uso más sostenible de nuestros recursos.

En materia energética en España queda todo por hacer y, aunque el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) ha puesto el listón alto y ha fijado los primeros compromisos, tenemos que aprovechar los movimientos geoestratégicos que se están produciendo en el mercado energético para ir cambiando, desde una crisis sobrevenida, nuestro modelo energético.

El precio del petróleo se ha desplomado como consecuencia no solo de la pandemia, sino, también, como reflejo fiel de la realidad de un mercado de un bien de primera necesidad concentrado y manipulado por los países productores. Las crisis del petróleo y su volatilidad en el precio no son situaciones nuevas, se han venido repitiendo desde el pasado y nunca las hemos sabido aprovechar de verdad, ni cuando los precios estaban altos ni durante los largos periodos en los que se desplomaron. Por ejemplo, en el periodo 1986-2004 el petróleo no superó de media los 40$/barril (motivado por efectos tan dispares como los ocasionados por la crisis de demanda de los 80, la guerra de Irán-Irak, los atentados de las Torres Gemelas, etc.) y por la inexistencia de políticas energéticas no se aprovechó adecuadamente la necesidad de introducir nuevas líneas de cobertura energética. Otras situaciones pendulares que tampoco supimos aprovechar fueron periodos más cortos de precios elevados, como en 1980, cuando se superaron, por primera vez, los 100$/barril; o en 2008 cuando volvimos a rebasar los 100$ hasta llegar al pico de precio medio en 2013.

Esta “no política” ha consolidado efectos perversos sobre nuestra balanza comercial; solamente tenemos que coger los dos últimos años de referencia en informes del INE y ver cómo el déficit comercial neto, solo en importaciones-exportaciones de productos energéticos en 2017 ascendió a 20.744 M€, con un precio medio del barril de petróleo de 52,5$, y a 25.132 M€ en 2018, con un precio del barril de 69,78$. Es decir, 2.600M€ por cada 10$ de modificación si comparamos ambos años en valores netos del saldo de la balanza comercial.

Frente a un precio medio para 2019 de 64,4$, los precios actuales, que rondan los 30$/barril, pueden generar un flujo económico muy importante para emprender iniciativas tendentes no a consolidar o incrementar su consumo, sino a favorecer otras opciones energéticamente más sostenibles.

Por lo tanto, esta es una oportunidad para llevar a cabo una política activa, aprovechando la reducción de precios del petróleo y sin modificar los precios finales de los combustibles para el usuario final, utilizando el margen disponible para cambiar el modelo de demanda, reduciendo la presión fiscal a la electricidad, apostando por la eficiencia y la rehabilitación de viviendas y por la movilidad sostenible y las energías renovables.

Necesitamos establecer límites de traslado de la bajada de precios a los consumidores. Por ejemplo, la medida de no traslado al precio final cuando el petróleo esté por debajo de 50$/barril, no solo reduciría los precios finales ahora disponibles, sino que permitiría acometer medidas a largo plazo que estabilicen una economía presionada por la volatilidad de inputs que no controlamos y que nunca podremos controlar. Si no se actúa de forma decidida y se traslada al consumidor final de combustibles una reducción del precio final, lo que conseguiremos será un incremento del consumo temporal, porque la elasticidad de la demanda precio es baja y seguimos favoreciendo un modelo dependiente y no sostenible.

Apostar por la reducción del consumo de combustible y por destinar los fondos generados, mediante una política activa que fomente el cambio de modelo de demanda, no solo generará, como primer efecto, una menor dependencia y una mejora de nuestra balanza comercial sino, sobre todo, nos permitirá disponer de una mayor calidad del aire en nuestras ciudades y, por lo tanto, reducir patologías que ahora se han convertido en elementos de alto riesgo con la pandemia del Covid-19.

Alguien puede pensar que estos precios bajos no se van a mantener y que, dentro del periodo de recuperación económica, que seguro veremos a medio plazo, el precio se recuperará. El que así lo piense tendrá toda la razón, pero entonces no podremos actuar dado que cualquier medida supondrá incrementar la presión sobre el consumidor final.

Es el momento de trabajar y poder paliar los efectos que ahora estamos sufriendo, pero también es el momento de pensar en el futuro y avanzar en medidas que nos sirvan tanto para reducir el incremento de patologías, por la mala calidad del aire que respiramos, como para gestionar mejor los recursos económicos disponibles.

Necesitamos conseguir un mayor consenso de las diferentes fuerzas políticas para diseñar el futuro que nos merecemos. De la misma forma, debemos reprobar los intentos de algunos para sacar ventaja de la acción del Gobierno en vigor, estemos de acuerdo o no, pensando más en ganar posición política frente a la opinión pública y no en superar, a corto y largo plazo, los efectos de la crisis y poder cambiar entre todos un modelo económico y social injusto y que no es sostenible ni con la salud ni con el medio ambiente.

Habrá España post-coronavirus y para ese momento debemos empezar a prepararnos desde ya.

*Fernando Ferrando es presidente de la Fundación Renovables.

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