Artzaia

Hay que vigilar la luz y la hipoteca, no los centimillos del IVA

Félix Bolaños
Félix Bolaños, ministro de la Presidencia, en la sede del PSOE.
Agencia EFE

Si alguien pensaba que la bajada del IVA de los alimentos que aprobó el Gobierno iba a servir para aligerar el coste de su cesta de la compra, o se puede estar despistando o es que no sabe cómo funcionan los márgenes del comercio en ese tipo de productos básicos, de gran consumo, pero a precios bajos. Si el recorte del IVA se hubiera producido en toda la carne y el pescado, que mueven más volumen y más precio en la dieta española, otro gallo cantaría. Pero ponerse ahora a hacer elucubraciones o lanzar denuncias a los supermercados porque la bajada no se deja notar en la cesta de la compra o ni siquiera se ve en el precio diario de los alimentos básicos, es un ejercicio de demagogia que busca más la alarma social infundada que otra cosa.

Los márgenes de los supermercados y las grandes superficies están ajustados al máximos y no suelen pasar del 2%, algo que ha sido muy difícil de mantener con la fuerte elevación de costes que han sufrido, tanto salariales como, sobre todo, fijos (luz, transporte, logística, calefacción, frío, etc…) y los que de por sí se han producido en los alimentos en origen, que es donde más impacta la energía (gasóleo, fertilizantes, luz, semillas, etc…) y donde está la gran subida y el inicio de todos los males que ahora se quieren achacar a los lineales de los supermercados. Y en el caso de los pequeños comercios, la bajada del IVA más reducido tampoco deja margen para manejar o manipular nada. De más tienen con adaptar sus negocios a lo que cada día se encuentran en los ‘mercas’ o lo que les llega de los proveedores, con lo que la bajada del IVA se puede ver o no, dependiendo de lo que pase cada día y del escandallo que haya que hacer.

Y si alguien es capaz de vigilar cada día todos los precios de los supermercados y las pequeñas tiendas, montar un excel y empezar a denunciar, que no se moleste demasiado porque el tiempo se encargará de dejar sin sentido los datos de una semana a otra, según evolucione el mercado y toda una serie de costes que cada día fluctúan en toda la cadena de valor de los alimentos, los que están con el IVA reducido y los que no. Lo contrario es poner precios máximo e intervenir de lleno en el negocio de la distribución y los comerciantes de este país, algo inconcebible en una economía de libre mercado como la que tenemos y con la que no nos va tan mal como para llegar a medidas cuasi ‘soviéticas’ que recuerdan a otros tiempos y otros sitios en los que se pasaba (y se pasa) hambre.

Más valdrá que en lugar de entrar en ese juego demagógico de quien quita o pone unos céntimos más de IVA en la docena de huevos, vigilemos de cerca las medidas las medidas de mayor calado que el Gobierno ha puesto en marcha para frenar la inflación. Por ejemplo, todo lo que ocurra con la generación y distribución de los cheques de 200 euros para las familias vulnerables, para que no lleguen tarde mal y nunca. O, muy por encima de todo eso y más a medio y largo plazo, la evolución del mercado del gas y de la luz, que a pesar de gozar ahora de una buena racha, lo puede poner todo patas arriba muy pronto.

La excepción ibérica de la que tanto presumen Sánchez y Bolaños (últimamente más incluso que Ribera) tiene fecha de caducidad. Va a durar justo para dar pábulo a los discursos en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Incluso muy justito, pues para esa fecha ya habría que haber decidido si se va a proponer a la UE una prórroga de ese precio tan bajo del gas para España y Portugal, que nos otorgaron a regañadientes, o se va a optar por el límite máximo puesto por la UE, que está muy por encima del que tenemos ahora. A Portugal le va a dar igual, porque su generación energética es otra y ellos no pagan compensación a las eléctricas (se la pagamos los españoles), pero si la UE se planta y somos todos iguales con los 180 euros el megavatio de tope (como sería lógico), la diferencia entre el máximo de 70 que habrá en mayo y ese nivel puede ser muy dañina para España, en plena pelea con la inflación.

En mayo y junio, tras el invierno, se habrán llevado un serio recorte las reservas de gas, que habrá que reponer. Es decir, la demanda estará al alza, sin habernos desligado todavía del suministro ruso. No es probable que en apenas cinco meses se lleve a cabo la reforma del mercado que prepara Europa para determinar el precio de cada día sin pasar por el yugo del TTF holandés que domina Putin, en las puertas de un verano que apunta a ser tan cálido como el que se ha pasado, con poco viento, el solar sin rematar y la única opción de recurrir al gas en los picos de demanda. No son elucubraciones, es el escenario del verano pasado, en el que subió tanto el gas que la compensación que se pagaba a las eléctricas llegó a ser mayor que el precio de la excepción ibérica, esa de la que ahora presumimos porque hay más viento, nada más.

La pregunta es ¿le va a permitir Bruselas a Sánchez seguir con su tope reducido al gas para que pueda presumir de medidas en la campaña de las generales, que es la que de verdad le importa? ¿O vamos a estar al albur de lo que diga el mercado y Rusia de nuevo, con movimientos de grandes empresas estratégicas en ciernes que también van a tener que pasar por las mesas de Moncloa? Con toda la que se viene encima, lo de menos son los centimillos del IVA reducido a medias. Si no se controla la energía, no baja la inflación y no dejan de subir los tipos, y eso se traduce en el recibo de la luz y la hipoteca. Esa es la clave. No nos distraigamos con el supermercado. 

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