Artzaia

Putin (y China) ganan si en Europa cada cual hace la guerra por su cuenta

Putin
Putin (y China) ganan si en Europa cada cual hace la guerra por su cuenta.
Europa Press

Una de las cuestiones más complicadas que la mayor parte de los analistas políticos económicos pusieron sobre la mesa hace seis meses, cuando se inició la guerra en Ucrania, con el precio del gas como la mejor arma de Putin para tener a los aliados de Zelenski bajo control, fue si Europa iba a ser capaz de unirse de verdad como una sola potencia y hacer frente a lo que se le venía encima, que no era otra cosa que lo que está pasando: Rusia marca el paso; EEUU se mueve a varias bandas para sacar el partido que pueda de la situación; China refuerza su posición para ser la potencia líder del mundo en cuanto los demás se descuiden; y la gran perdedora de todo es la Unión Europea y las economías del Viejo Continente, demasiado ensimismadas en sus propias cuitas políticas internas. Resulta revelador escuchar a expertos como el exembajador de España en el Cáucaso, José Antonio Zorrilla, cuando advierte de que, seis meses después, todo se mueve al son de Putin, que ha superado con creces las sanciones económicas de Occidente que le iban a “dejar en nada” (en palabras de Biden) y gana ahora más dinero que nunca.

Por más visitas relámpago y fotos que se hagan los líderes europeos en Kiev para mostrar su solidaridad con los que de verdad lo están perdiendo todo en el frente de batalla, la gran debilidad de la Unión Europea en este conflicto sigue siendo hoy la misma que había cuando surgió, que cada socio hace la guerra por su cuenta para salir al paso de su problemática propia, antes que sentar las bases de una unión supranacional más real a partir de la que tomar decisiones conjuntas (aunque sea con el respaldo interesado de EEUU), que sean capaces de hacer frente a las que toma Rusia, como única potencia y con el respaldo también interesado de China.

Como se suele decir, la ocasión la pintan calva, y el encuentro de Sánchez con el gobierno de Scholz de este martes debería servir para avanzar en ese sentido, en un camino concreto que a todos interesa incluida la propia Comisión Europea: reformar de una vez por todas el mercado energético europeo, desvincular el gas del precio de la luz en lo posible y evitar una guerra o un abuso nacionalizador de las empresas energéticas de cada país, para aunar esfuerzos con ellas y relanzar un sector europeo de renovables, desburocratizado y ágil, con economías de escala que aceleren su desarrollo.

El gran problema es que, frente a ese camino lógico y unido que, seguro, todos los socios europeos firmarían mañana mismo, lo que tenemos no va precisamente en esa dirección: una excepción ibérica de urgencia que distorsiona el mercado y a Francia presumiendo de tener controlado el recibo de la luz frente al ‘desastre’ de Reino Unido o España, a pesar de que se beneficie de su producción barata y bloquee la ampliación del gasoducto que podría llevar gas o hidrógeno verde (a futuro) a Centroeuropa. Por si eso fuera poco y ante el desconcierto que sufre Alemania, por puro miedo a la inflación y ansiedad frente a un frío invierno con las calefacciones al mínimo, en el avispero de Argelia cada cual hace el agosto por su cuenta, a  pesar de que saben que es Rusia quien dirige los designios del país y sus recursos, por ahora. Mientras Sánchez viaja a Alemania esta semana, los argelinos cierran negocios de exploración y suministro con Italia y recomponen sus relaciones diplomáticas con Macron, pero aprietan sin piedad el precio del gas a las principales energéticas españolas, con Naturgy a la cabeza, hasta exprimir su cabreo por el acercamiento español y alemán a Marruecos.

Evidentemente, con ese circo europeo en marcha y Putin como director, el espectáculo trágico de la guerra y los bombardeos en Ucrania van a seguir hasta que a Rusia le convenga y a China no le incomode. El problema es que estas grandes disquisiciones geopolíticas que antes nos parecían reflexiones reservadas para una élite dirigente, inalcanzables para el común de los mortales, se han hecho terrenales en el momento en que significan, directamente, más inflación, más gastos a fin de mes y menos bienestar en la acomodada sociedad occidental. Y ahora cuestan votos y gobiernos, cuya permanencia está en el alambre mientras no sepamos hacer de Europa una fuerza única frente a quienes quieren desbaratar su progreso. 

Mostrar comentarios