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Solo los agentes honestos pueden hacer operaciones clandestinas con éxito

El ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, con Rajoy.
Solo los agentes honestos pueden hacer operaciones clandestinas con éxito.
EUROPA PRESS

Dentro de los servicios secretos más curtidos del mundo se maneja una máxima cuasi incuestionable: las operaciones clandestinas, si son necesarias, hay que hacerlas siempre con los agentes más honestos y honrados que haya en la organización, porque siempre tendrán in mente que trabajan por su país y la seguridad de los ciudadanos, y no se dejarán llevar por guerras personales, dinero, luchas de poder o cualquier miseria humana de las que, al final, siempre lo echan a perder todo. Si aplicamos esa aseveración a lo que se va sabiendo de la operación ‘Kitchen’ y el caso de los papeles de Bárcenas, aún a falta de conocer muchos detalles, nos daremos cuenta de que todo se hizo tan mal desde las llamadas “cloacas” del Estado, que estamos más cerca de una versión más de Torrente que de una brillante trama policial.

El montaje y la conspiración que se organizó para saber qué es lo que tenía el extesorero que tanto miedo generaba en las filas del PP y del Gobierno de Rajoy, trasciende la mayor parte de los trabajos del comisario y las 26 piezas que tiene abiertas en la Audiencia Nacional, no solo porque se utilizaba dinero y medios públicos para sufragarlo, sino porque implicaba a todo un Ministerio del Interior, cuya cúpula, muy cercana al presidente del Gobierno y a la secretaría general del partido, va a hacer un notorio paseíllo público para explicarle al juez por qué se hicieron las cosas tan mal.

Desde un punto de vista puramente técnico, lo de captar a las personas del entorno del sujeto investigado (como el chófer), ponerles delante dinero y hacer informes descriptivos de seguimientos policiales básicos, por más que hubiera todo un dispositivo de gente detrás, es una técnica de los manuales más viejos y casi en desuso que hay en cualquier cuerpo de policía. Precisamente, el que sirve para rellenar los ‘bullets’ que utilizaba Villarejo al presentar sus ‘power point’ comerciales para captar algún negocio sobre algo imposible de lograr para un poderoso del Ibex, pero sobre lo que se podía echar humo y cobrar una cantidad sustanciosa. Hace tiempo que esas tácticas, que son de cuando Villarejo era joven, han sido sustituidas por la tecnología, para bien o para mal.

Pero si nefasto y rudimentario fue el operativo, desde el punto de vista estratégico la metedura de pata es todavía mayor. Una vez que se sabía que Bárcenas podía tener millones de euros de dinero (público o del partido) escondidos en algún sitio, con facturas, listas de supuestas comisiones, sobresueldos, etc… era de interés público descubrirlo solo por su cercanía al Ejecutivo y por una cuestión básica de seguridad nacional. ¿Por qué no se montó entonces una investigación secreta como es debido, dirigida por un juez y encomendada a la policía judicial? ¿Dónde está el miedo de los dirigentes del partido y del Gobierno? Puestos a hacer una operación clandestina y de llegar al límite de la legalidad en algunos de sus flecos, no se entiende por qué no se hizo bien. Es cierto que todo lo que se descubriese tendría que ser entregado a su señoría, que podía tomar cartas en el asunto si de un posible delito se pasaba a otros muchos, pero incluso en ese punto y dispuestos a traspasar los límites de la ética policial como parece que se ha hecho, los agentes más avezados saben siempre lo que tiene interés para el juez y apartan lo que no lo tiene.

Que no digo yo que haya que hacer este tipo de cosas, ni nadie, pero lo que no se podía hacer es dejarlo todo en manos de la avaricia y la incompetencia de dos o tres personas capaces de manipular con patrañas a cualquier titulado con el número uno de su promoción. Es más, si había que orquestar semejante chapuza desde todo un Ministerio, y cada parte implicada se dedica ahora a lanzar amenazas en forma de ‘pendrive’, audios o inquinas personales, una vez que han dejado de ejercer el poder y se ven las orejas al lobo, el caso alcanza dimensiones bíblicas de torpeza solo equiparables con el que asó la manteca pensando que iba a obtener un manjar. Son ganas de descubrirse a sí mismos.

Una vez en el mal camino, solo cabe saber ahora si la iniciativa de poner toda esa trama encubierta y furtiva en marcha vino de las ideas ‘geniales’ de los dirigentes del Ministerio, o fue producto de un acercamiento sigiloso del entorno de Villarejo y sus tentáculos lo que hizo que saltara una oferta de servicio encima de la mesa, esta vez con la cooperación policial garantizada, claro. De una forma o de otra, el resultado al que se llega es el mismo y el juez se encargará de sacar a la luz toda la verdad. Ójala no sea tan grave como parece.

Cuando Rajoy se recluyó en un restaurante la tarde de la moción de censura que le apartó del poder, con Dolores de Cospedal entre otros acompañantes, no se entendía que no hubiera aceptado la oferta de Sánchez para disolver las Cortes y convocar elecciones, a la vista de que lo iba a perder todo. Aunque en su libro sobre ‘Una España mejor’ asegure que era algo habitual, quedaba saber qué pasaba en ese momento por la mente del todavía presidente que le mantenía retenido, si era una cuestión de cansancio, hartazgo... o miedo de lo que podía venir detrás del tremendo golpe de la Gürtel, por la que ya tuvo que pasar el trago de sentarse ante un tribunal a declarar como testigo. A medida que los implicados en este proceso pasen por delante del juez, a sabiendas de que ahora mismo no hay pruebas que incriminen al expresidente, iremos sabiendo más, pero ya sin vuelta atrás. Alguien tiene que pagar por lo ocurrido.

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