Tribuna Global

Los mercados deberían prepararse para una Reserva Federal menos acomodaticia

En la comunicación de la Fed sigue imperando el optimismo, en un momento en que la confianza de los inversores en la institución estadounidense está, sin duda, en niveles máximos.

Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal
EFE

¿Empiezan los inversores a sentir el cambio de actitud de la Reserva Federal (Fed), el todopoderoso banco central estadounidense? Aunque, desde la crisis de 2008, la Fed ha respaldado constantemente a la economía estadounidense —y también a la mundial— con la reducción de sus tipos de interés y las compras de determinados títulos de deuda pública estadounidense, la tendencia se acentuó con las medidas adoptadas para hacer frente a los efectos de la pandemia de Covid-19. Bajo la batuta del actual presidente, Jerome Powell, la política de la Reserva Federal probablemente nunca ha sido tan acomodaticia.

Sin embargo, ante la reciente subida de los tipos de interés, parece que algunos inversores se están percatando de que este periodo de dinero gratis con tipos prácticamente a cero está llegando a su fin. Más que la subida en sí, que hizo que el tipo de interés de referencia a 10 años en EEUU volviera a situarse en el 1,5 % a finales de septiembre, lo que llama la atención son las razones subyacentes de este movimiento y cómo se materializó.

En efecto, este tipo de interés —que sirve de base para la mayoría de las financiaciones a largo plazo de las empresas y los hogares— subió de forma muy abrupta. Y si escudriñamos esta alza, veremos que no solo responde a los interrogantes vinculados a la inflación, sino también —y en gran medida— a las expectativas de los inversores respecto de una normalización de la política de la Fed. La fuerte subida de los rendimientos que acabamos de presenciar va, por tanto, mucho más allá de la mera cuestión del aumento de los precios y podría representar un auténtico punto de inflexión.

Una comunicación muy optimista

Por el momento, muchos inversores siguen creyendo, tal y como comunica la Fed, que la actual subida de precios no es sino temporal. Pero las cosas pueden cambiar en el futuro. En primer lugar, los argumentos a favor de un ciclo de inflación más persistente continúan siendo cada vez más visibles: el aumento de los alquileres y de los salarios se suma a la incertidumbre sobre el impacto de la actual crisis en los precios de la energía. Además, el argumento consistente en afirmar unívocamente que la adicción de la economía estadounidense a los tipos muy bajos no permite a la Fed subirlos de forma considerable está, sin duda, sobrevalorado.

Por supuesto, la actuación de la Fed puede parecer limitada por el nivel general de endeudamiento, que se ha tornado excesivo; Estados Unidos, al igual que el resto del mundo, no parece ser capaz de hacer frente a unos tipos sensiblemente más altos de forma continuada. Sin embargo, si echamos la vista atrás a los últimos diez años, veremos que el aumento del endeudamiento al otro lado del Atlántico se ha producido casi exclusivamente a manos del Gobierno estadounidense, con escasa participación de los hogares y las empresas. Con todo, hoy en día parece bastante improbable imaginar que el Gobierno de EE. UU. entre en suspensión de pagos como resultado de un aumento significativo de los tipos de interés, siempre que Republicanos y Demócratas se pongan de acuerdo sobre el techo de la deuda del país, como ya hicieran en ocasiones anteriores.

Además, el entorno actual es favorable para las empresas y los hogares estadounidenses. Se espera que la facturación de las empresas siga viéndose favorecida por el crecimiento económico que, aunque previsiblemente se ralentizará, cabe esperar que esté muy por encima de su potencial. Los hogares, por su parte, deberían beneficiarse de los aumentos salariales y de un mayor efecto de riqueza gracias al buen tono de los mercados inmobiliario y de renta variable. Además, el ahorro acumulado representa en este momento casi el 11% del PIB estadounidense, un nivel muy superior a su media histórica. Esto los animará a consumir.

Por otro lado, existen varias incertidumbres que podrían llevar a la Fed a pasar a la acción. En primer lugar, el banco central estadounidense se enfrenta a una situación complicada que podría describirse como «slowflation o estanflación 2.0», es decir, una caída del crecimiento acompañada de un aumento de las previsiones de inflación. Esto hace que la definición de una política monetaria óptima sea bastante complicada, ya que requiere tranquilizar en términos de inflación, pero sin interrumpir la dinámica de crecimiento. Un ciclo de inflación más elevada de lo previsto podría obligar a la Fed a reaccionar.

A esto se suman los interrogantes en torno a la sucesión de Jerome Powell y dos planes de apoyo a gran escala que la Administración Biden querría aprobar antes de las elecciones de mitad de mandato. Dos elementos que también podrían alterar a los mercados financieros y empujar a la Fed hacia un tono más adusto. En la comunicación de la Fed sigue imperando el optimismo, en un momento en que la confianza de los inversores en la institución estadounidense está, sin duda, en niveles máximos. No obstante, es posible que la Reserva Federal se torne menos acomodaticia en las próximas semanas o meses. Y los inversores deberían empezar a prepararse para ello.

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