Marca de Agua

Sablazo a las clases medias para cuadrar las cuentas

Pedro Sánchez, Consejo de Ministros
Sablazo a las clases medias para cuadrar las cuentas
EFE

Como si no hubiera un mañana ni deuda que no venciera, Pedro Sánchez ha presentado las cuentas del Gran Capitán con la alegría de quien tira la casa por la ventana. Un padrino rumboso que no repara en gastos, ahí van 72.000 millones del ala y otros 200.000 para disfrutar el año que viene, viva mi dueño. No sólo salimos más fuertes de la pandemia, también más ricos y espléndidos. Olé, olé y olé. Tócala otra vez Rhodes, que el Himno de la Alegría inflame los corazones y devuelva la color a los sindicatos caninos y aplaque a los empresarios al quite. Brotarán 800.000 nuevos empleos, creceremos un 2,5% adicional y manarán ríos de leche y miel.

En resumen, Sánchez se ha venido arriba en plena segunda ola vírica, con la capital del Reino confinada, y tirando de cartera promete sacudirnos la miseria que está llamando a la puerta. Está bien eso de insuflar optimismo en medio de la tormenta, pero ¿quién va a pagar la fiesta? ¿De dónde saldrán los 70.000 millones extras consignados para 2021? ¿De dónde los 20.000 millones que se arrastran de déficit excesivo? Una pequeña parte, es cierto, la pone Bruselas, no sin antes establecer controles rigurosos para que se gaste en lo que quieren Francia y Alemania (en sus coches eléctricos). Pero el resto de este chorro de gasto a caño abierto sólo puede salir de un sitio: de su bolsillo, sufrido contribuyente de clase media.

Para cuadrar las cuentas de 2021, Sánchez e Iglesias necesitan incrementar la recaudación fiscal en 55.000 millones de euros, cifra inalcanzable con un PIB en negativo salvo que se esquilme a las clases medias, a los 13,5 millones de familias que vertebran el país y soportan el grueso de la presión fiscal. Asalariados, autónomos, pequeños emprendedores y profesionales son el objetivo de unos Presupuestos cuyas previsiones de recaudación auguran impuestos confiscatorios. Los que llegaron al poder como Robin Hood empiezan a comportarse como el sheriff de Nottingham.

Ya ni siquiera agitan el señuelo de “los impuestos a los ricos” para disimular el sablazo. El derrumbe de la recaudación en todos los órdenes es de tal magnitud que para cubrir los 200.000 millones de gasto y evitar el rescate sólo caben dos opciones: o bien reducir drásticamente el gasto público o bien exprimir a los contribuyentes mediante una amplia subida de impuestos. El IVA, para empezar, ya sea suprimiendo tipos reducidos, ya ampliándolo a actividades exentas. Que Moncloa esté especulando con gravar la sanidad privada y la escuela concertada, dos pilares de la clase media española, revela las verdaderas intenciones del Gobierno.

Además del IVA, suben los impuestos al ahorro y al pequeño inversionista y crean otros nuevos denominados “verdes” para maquillar que penalizan al consumidor. Por si fuera poco, suprimen las deducciones fiscales de los planes de pensiones, que millones de hogares han suscrito como forma de ahorro para la jubilación cada día más incierta. Al mismo tiempo, disparan contra el 80% de los autónomos al exigirles que aumenten sus cotizaciones a la Seguridad Social, así como eliminar el tope exento para los asalariados. El furor extractivo del Gobierno se completa con retoques al alza en el IRPF y en el de Sociedades.

En suma, ya sabemos quién pagará la fiesta de Sánchez e Iglesias: a cada familia de clase media se le extraerán de sus ahorros entre 5.000 y 7.000 euros más al año. La sufrida columna vertebral de España, duramente golpeada por la pandemia, se enfrenta a días de mucha estrechez mientras el Gobierno sanchista-leninista arbitra a manos llenas subvenciones, subsidios, prebendas, momios y enchufes, pues a mayor manguerazo más abundante será la cosecha electoral. Sin embargo, nadie debería olvidar a qué conduce una sociedad de clases medias empobrecidas, con un 17% de paro y humilladas por los demagogos que hurgan en sus bolsillos: directamente al precipicio, donde es pasto de los populismos autoritarios.

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