En mi molesta opinión

El día que un Ábalos roto amenazó a un Sánchez descolocado

El día que un Ábalos roto amenazó a un Sánchez descolocado
El día que un Ábalos roto amenazó a un Sánchez descolocado
Agencia EFE

Alguien en el PSOE se ha olvidado de nuevo que robar dinero del Estado es corrupción. Y hacerlo en plena pandemia de Coronavirus incluye el agravante de escándalo y desvergüenza. Mucha desfachatez y poca cárcel es lo que hay en este país de manos largas. Borren de su memoria la nefasta frase de la insigne Carmen Calvo: “El dinero público no es de nadie”, y saquen a pasear su indignación. Al menos, que no nos roben el derecho al pataleo y al cabreo. El dinero público siempre es de alguien. Es del Estado, es decir, de los ciudadanos, hasta que un chorizo sin escrúpulos se lo lleva crudo pensando que ese dinero es suyo. 

¿Qué rumiaba el famoso Koldo García Izaguirre cuando él y sus amigos “tomadores” se embolsaban más de quince millones de euros en comisiones? ¿Creía que ese dinero era un sobrante en las arcas de la Hacienda pública, que no lo necesitaban ni los enfermos de ELA? ¿Qué unos cuantos millones de euros distraídos no se iban a notar mucho, después del dispendio de miles de millones que emplea el Estado para sufragar sus múltiples y cuantiosas necesidades? Como decía Thomas Carlyle: “Haz de ti un hombre honesto, y entonces podrás estar seguro de que hay un sinvergüenza menos en el mundo”.

José Luis Ábalos ha sido el hombre de confianza -de mucha confianza- de Pedro Sánchez. Le apoyó en todo, desde la salida forzada del PSOE en 2016 hasta la conquista de Moncloa dos años después, incluso dormía en su casa de Valencia cuando los dos luchaban por el mismo sueño político. Ábalos fue el encargado de soltar el discurso contra la corrupción -sí, lo oyen bien- durante la moción de censura a Mariano Rajoy. Son las paradojas o “parajodas” del destino. Si tienen tiempo échenle un vistazo en YouTube al irónico discurso, no tiene desperdicio, sobre todo después de comprobar cómo han ido las cosas en el mundo socialista tras los ERE de Andalucía, el caso “Tito Berni” y ahora el caso “Koldo y asociados”. 

Pero la gran incógnita que perseguirá al presidente, al menos hasta que se explique o hasta que cante la gallina, es saber qué sucedió en julio de 2021 para que Pedro Sánchez decidiera defenestrar a Ábalos. Los rumores de su salida apuntaron a la vida un tanto disoluta del ministro. Pero nada sólido como para justificar una decisión tan sorprendente y radical. Ahora, la situación ha entrado en un derrotero mucho más cruel y drástico: el PSOE decide suspenderle de militancia y él no renuncia a su acta y se marcha al Grupo Mixto, abandonado por sus compañeros y, sobre todo, por “su” presidente. El ex ministro ha dejado algún aviso para navegantes: “Tengo muchas respuestas, y las iré dando”. ¿Se atreverá realmente a tirar de la manta? 

Ayer martes, decidió ponerse ante las cámaras de TV y ante la prensa en plan víctima propiciatoria y apelar a su presunción de inocencia. Sin embargo, la comprensión y la compasión que ahora exige él nunca la ha ejercido con sus rivales políticos ni tampoco con sus ex compañeros de partido caídos en desgracia. Quien siembra vientos recoge tempestades. La política con toques cínicos practicada desde hace años por el Gobierno socialista de Sánchez impide ahora que Ábalos pueda aparecer como un pobre diputado atropellado por las circunstancias. Además, siguen pendientes por aclarar muchas incógnitas políticas que no ha resuelto en su intervención lacrimógena de ayer martes. Entre otras, las declaraciones en calidad de testigos de altos cargos que apuntan que la orden de contratar con la trama corrupta del “caso Koldo” vino del propio “entorno del ministro". 

Pero tampoco seamos tan olvidadizos ni desviemos tanto el tiro. De la misma manera que hay responsabilidades de “culpa in vigilando”, del que manda y controla a sus subordinados, también debiera existir alguna “culpa in contratando” a determinados personajes de dudosa catadura, no tanto física como moral. Recordemos que Koldo empezó cortando árboles en plan aizcolari, luego pasó a controlar la puerta de un prostíbulo, más tarde se hizo guardaespaldas y amigo de Santos Cerdán, y este le metió de concejal en Huarte, para acabar -sin formación profesional alguna- como asesor de un ministro del Gobierno Sánchez. Una trayectoria nada despreciable, bien aprovechada y mejor remunerada, que terminó sirviendo a los intereses de la causa “sanchista” y a los suyos propios.

Lo malo de todo este jaleo que nada bueno puede traer, es la bilis que algunos derrochan. Un poco de serenidad y rectitud por parte de todos no vendría mal. Sobre todo escuchando a algunos socialistas y a algunos opinadores sincronizados del PSOE que han puesto el ventilador como única solución a sus males y casi le exigen al PP que sea quién pida disculpas por el “caso Koldo”. A todo el mundo le duele que uno de los suyos acabe como un chorizo, pero al menos la dignidad de afrontar los hechos con entereza, intentando evitar que se produzcan de nuevo, debería ser lo primero que hay que cumplir para poder dar la talla. Encogerte detrás del “y tú más” sólo incrementa la culpabilidad y la mediocridad del afectado. La mancha del “caso Koldo” es ancha y profunda, tanto que ya nadie puede borrarla de un plumazo ni siquiera salpicando con su basura la casa del vecino, ni con una alocada huida hacia adelante. 

A veces pienso que los políticos son unos pobres mentecatos que encima creen que los ciudadanos también lo somos, y por ello actúan como actúan, embelesados por el cargo y por el poder. Pero no, los necios son ellos, lo siento mucho, y los ciudadanos, incluidos los periodistas, tendremos grandes defectos pero nunca llegaremos a ser tan cretinos. Al menos en este tipo de situaciones de corrupción. Ya sé que los políticos salen de esta misma sociedad, pero el poderío y la soberbia que dan los carguitos les vuelven algo locos. No sé cuando regresará la dignidad a la política española, pero con la actitud de algunos políticos, en este caso particular socialistas, difícilmente mejorará pronto, y difícilmente recobraremos la ética y la integridad perdida que tanto se necesitan.

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