En mi molesta opinión

El día que Sánchez se pegó un tiro en la lengua mientras Feijóo se limaba las uñas

Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo
El día que Sánchez se pegó un tiro en la lengua mientras Feijóo se limaba las uñas
EFE

El debate del lunes 10 pasará a la historia de la Comunicación y se estudiará en la facultades de Ciencias Políticas, pero Pedro Sánchez no será el vencedor, aunque puede que él pase a la historia por otras razones. Como dijo Napoleón Bonaparte: “Nunca interrumpas a tu enemigo cuando está cometiendo un error”. Si tomamos como referencia las interrupciones de Sánchez en el debate, queda demostrado que Núñez Feijóo cometió pocos errores.

El presidente del Gobierno se dedicó a entorpecer, por decirlo finamente, las intervenciones del líder de la oposición mas que a exponer en sus turnos de palabra los argumentos socialistas para convencer a los votantes. La mayoría de los españoles pensaban que Sánchez se iba a comer con patatas fritas a Feijóo, y el propio PSOE dejó caer esa idea unos días antes, y hasta el mismo líder socialista lo creía, de ahí -error, inmenso error-, que planteara con cierta prepotencia hacer seis debates.

Hoy más que nunca a Sánchez le vendría bien un nuevo cara a cara. Pero como diría Sabina: “Ahora ya es demasiado tarde, princesa”. Además de interrumpir mucho, el presidente cometió otro grave error que sorprende que los centenares de asesores que hay en Moncloa no detectaran. Han oído hablar del “elefante en la habitación”, una expresión que utilizan mucho los británicos y que alude a un tema espinoso que todos conocen pero del que nadie se atreve a hablar, porque no conviene o es incómodo de tratar. El politólogo George Lakoff utilizó la metáfora del paquidermo en su libro: “No pienses en un elefante. Lenguaje y mensaje político”, para definir que con esa misma palabra evocamos automáticamente a un animal de trompa flexible y orejas grandes. Incluso cuando le pedimos a alguien que no piense en uno, lo estamos recordando.

Pues bien, Pedro Sánchez aprovechó su minuto de oro, el más valorado de todos -en este puedes hablar sin que te interrumpan-, para sacar a pasear su elefante en la habitación. Uno de los temas más espinosos para el presidente han sido sus alianzas con Bildu, y la primera frase que dijo Sánchez en su última intervención fue: “Si alguien le ha dicho que tiene que votar al PP para acabar con ETA, que sepa que no lo hará, porque ETA acabó en 2011”. Él solito había metido de nuevo a ETA -al maldito elefante- en la habitación, sin que nadie se lo pidiera ni lo exigiera. En lugar de ofrecer su proyecto, se refirió al de sus adversarios poniéndolos en valor. Feijóo cerró el debate con su contrincante noqueado y por los suelos, mientras él lucía cierta sonrisa de satisfacción.

No le demos más vueltas. El problema de Pedro Sánchez es él, en concreto su altivez. Una altivez que le confunde y le lleva a rebajarse continuamente a la categoría de líder de la oposición, cuando en realidad es todo un presidente del Gobierno de la nación. Pedro Sánchez no se entera muy bien de quién es y cuál es su categoría, no humana pero sí política, que esconde detrás de su ansiedad y de su complejo de superioridad. Le duelen demasiado las críticas y el qué dirán o pensarán los otros de él, una situación difícil de soportar para un político sometido constantemente al escrutinio. De ahí, que Sánchez se pusiera como una moto cuando Feijóo le rebatía sus argumentos, en lugar de explicar clara y serenamente porque la economía española va como una moto.

Quizá lo peor de todo es que la sociedad ha empezado a ver cierta capacidad tóxica en el protagonista, y que explica la polarización que ha causado en la población española en estos últimos años. Cuando lo que desea realmente esta sociedad es vivir tranquila en lo político y equilibrada en lo económico. Sorprendió mucho también su tono tenso y su agresividad, mientras su rival se mostraba más sereno y lucía una comunicación no verbal mucho más empática.

Es quizá en esa transmisión de ideas que no utilizan los mensajes hablados donde más tropieza el presidente Sánchez, y su imagen arrolladora acaba devorando al personaje, que como en el mito de Narciso busca su propia y exclusiva belleza en el reflejo del agua, pero acaba ahogándose en ella como única virtud de su carácter. Nada está decidido hasta que pase el 23-J, pero el debate del lunes ha sido todo un espaldarazo para Núñez Feijóo.

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