En mi molesta opinión

España, un país atrapado en su laberinto

La CNMV multa a Renta 4 con 100.000 euros por no comunicar unas operaciones sospechosas de abuso de mercado
España, un país atrapado en su laberinto
Gavriil Grigorov/Kremlin Pool/EP

Sacas la cabeza de tu trinchera doméstica y te encuentras en medio de una balacera de carácter político. Un frenesí de acusaciones de todo tipo y de todo calibre que no te dejan ni respirar. Todos disparan contra su teórico “enemigo”. Todos disparan a matar, políticamente hablando se entiende. Aunque a veces esas muertes sociales son peores que las otras, las de traje de pino. Dios nos pille confesados. No hay día que en España no surja otro disgusto más en las portadas de todos los medios de comunicación.

La semana pasada, la Policía Nacional detuvo en Almendralejo (Badajoz) a un joven de 20 años como presunto autor de los destrozos causados en la sede del PSOE, donde habría reventado la puerta principal con una retroexcavadora. Los agentes lo detuvieron el martes por la mañana por un posible delito de daños, pero fue descartado el de robo por no haber evidencias de que intentara apropiarse de dinero o material valioso. Las cámaras de vigilancia de la zona, una de las más transitadas de la ciudad, fueron testigo de los hechos y de los destrozos de la excavadora.

Nos estamos poniendo demasiado brutos por un quítame de allá esas pajas o esas siglas partidistas. Una cosa es que haya cierta exigencia en las formas, como hace años pedía Rodríguez Zapatero a Iñaki Gabilondo en un ‘off the record’ en TV (-“Nos conviene que haya tensión”-), y otra muy distinta es que ese rigor y severidad se nos vaya de las manos y nos agarrote el cerebro u otras partes elementales. No sirve la excusa del “y tú más”. Se supone que los elegidos han sido designados como representantes del pueblo para regenerar, mejorar y cambiar lo que está mal en la sociedad. No para empeorarla y aprovecharse de las fechorías de los anteriores y utilizarlas ahora como excusa torticera.

Tampoco sirve el pretexto de que el otro empezó primero, o que todo esto es en legitima defensa. El que sea más inteligente -tengo dudas de que haya alguno sobrado de esta facultad- debe evitar tirar la última piedra y, en su lugar, recurrir a la crítica constructiva, y no al insulto, ni al escabeche, ni al abuso de autoridad utilizando los resortes del Gobierno impropios para esa circunstancia. Que estés en el poder no significa que puedas utilizar para tu conveniencia los medios del Estado ni la Fiscalía. Si un miembro de un partido incurre en supuesta corrupción, debe ser puesto ante la Justicia para que caiga sin excusas sobre él o ella el peso de la Ley. Pero no utilicemos el juego sucio para limpiar nuestras manos manchadas. Puede sonar todo esto a candidez, pero estamos en una situación que hay que recordar hasta lo más elemental, y este es el único camino correcto para alcanzar el poder y poder gobernar con dignidad.

En esta España acribillada por las noticias de ‘corrupción y sospecha’ hace falta sin duda algo más de cordura, de responsabilidad y de honestidad para recuperar la serenidad que anhelamos, y con ello se consiga de paso fortalecer la democracia y el Estado de derecho sin tanto enfrentamiento ni polarización. No es tiempo de muros, sino de pasarelas y puentes que recuperen la concordia y la sensatez. Atributos estos que últimamente sólo se ven reflejados en buena parte de la sociedad y en la Jefatura del Estado, representada por el Rey Felipe VI, que sin alharacas ni mucho ruido sigue ejerciendo su función con gran brillantez en un momento político bastante complejo también para él.

Quizá ha llegado la hora de levantar la mirada un poco más allá de las cuitas partidistas y ver esos otros problemas que también nos afectan y deberían ocuparnos más de lo que parece. El domingo la ministra de Defensa advirtió claramente, sin paños calientes, que existe la amenaza real de una guerra: “Hoy en día, un misil balístico puede llegar perfectamente desde Rusia a España”, sentenció Margarita Robles. A pesar de ello, sus palabras apenas ocuparon unos segundos en los informativos del fin de semana.

Se quejaba la ministra de la amenaza que ofrece la actitud de Putin y sus últimas declaraciones en las que habla de la posibilidad de agresiones nucleares: “Europa tiene que ser consciente -añadió Robles- de que el peligro está muy cerca; no es una hipótesis, es real. Los países fronterizos con Rusia lo perciben muy bien; quizá los del sur no tenemos esa conciencia”. Aquí, en este peculiar lugar del sur donde la vida tiene un color especial, estamos embelesados y sumergidos en otros culebrones como el de “Ábalos y Koldo”, “Puigdemont y la amnistía”, “Begoña y Ayuso”, “Elecciones a la catalana o marmitako a la vasca”…

Sin embargo, todos nos indignamos mucho cuando la ministra de Defensa pretende aguarnos la fiesta y nos pide que nos pongamos serios porque Putin puede lanzar un misil balístico y estropearnos las vacaciones de Semana Santa. No es que no nos preocupen los misiles de Putin, ni tampoco somos novios de la muerte, pero renunciar a un paseo por la playa, o desertar de unas cervezas frías mientras contemplamos un buen atardecer en la Costa Brava… son cosas que hay que apreciar, y que van más allá de todos los beneficios que nos puedan dar estos gobernantes que nos han tocado en el sorteo de la vida. A fin de cuentas, como decía De Gaulle: “He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”. 

Mostrar comentarios