En mi molesta opinión

La insoportable ineficacia del poder y la Democracia

Voto en urna
La insoportable ineficacia del poder y la democracia
Europa Press

Todo apunta a que este será un año triunfal para la Democracia, o como diría un cursi: "un gran año para la fiesta de la Democracia". Un año de muchas urnas para cerca de 4.000 millones de seres humanos, casi el 50% de la población mundial, que según 'The Economist' podrán votar en 2024 y elegir a sus gobernantes. ¿Significa eso que acertarán en su decisión? En 70 países diferentes, desde México a Rusia, pasando por Reino Unido, India o Bangladesh, y terminado en Europa o Estados Unidos, en todos ellos se podrá votar, con más o menos libertad, con más o menos inteligencia, y decidir quién debe ostentar el poder y gobernar durante unos cuantos años desde una u otra óptica política.

Un poder que, sin embargo, está en crisis, y en buena medida porque lo está también la Democracia. Para el ensayista y filósofo, David van Reybrouck, autor del libro 'Contra las elecciones', en Europa los gobiernos han perdido mucho prestigio y poder, sometidos como están a decenas de poderes locales y supranacionales: "Un tiempo en que el interés por la política aumenta pero la confianza en los políticos disminuye es un tiempo con cierto componente explosivo. Significa que crece la brecha entre lo que piensa el ciudadano y lo que este ve hacer al político. Entre lo que el ciudadano considera necesario y lo que el Estado, en su opinión, desatiende. La consecuencia de este desajuste es la frustración".

Está claro que el presente que disfrutamos hoy no tiene mucho que ver con el futuro que soñamos ayer. El siglo XXI es cada vez más distinto respecto al siglo pasado, los cambios se van produciendo de manera paulatina pero constante, y muchas veces sin entender muy bien el cómo y el por qué de los mismos. En el siglo XX un agricultor podía desentenderse de la política, pero a su vez confiaba por completo en ella. Ahora, la actitud es opuesta: hemos pasado de la apatía de la política y confianza en los políticos de entonces; al entusiasmo por la política pero con mucha desconfianza en los políticos de hoy. Las democracias occidentales se enfrentan tanto a una crisis de legitimidad como de eficacia.

Hoy, el mero hecho de votar es síntoma de Democracia, aunque no baste para convencer a la mayoría de los electores. A pesar de ello, no pocos regímenes autocráticos intenten blanquear su despotismo poniendo el trampantojo de unas falsas urnas. Tenemos el ejemplo de Rusia o Venezuela, donde se practica el simulacro de la libertad de elección pero todo el mundo sabe que allí no hay democracia, el pueblo no elige ni controla a sus gobernantes. La Democracia goza de buena imagen hasta el extremo de que los dictadores sienten la necesidad de "parecer" demócratas y simular unos comicios para legitimar su poder, aunque las elecciones acaben siendo amañadas de un modo u otro; por anular o encarcelar al rival, por falsear las urnas, por secuestrar las instituciones o por cualquier razón que impida que la libertad y la verdad se impongan con garantías.

No obstante, la potencial crisis de la democracia no afecta tanto a su legitimidad, que muy pocos cuestionan, cuanto a su realización y mejora. Se crítica no la existencia de las instituciones sino el procedimiento y el abuso que algunos políticos aplican en ellas. Desde hace años se habla de esta potencial dificultad para mejorar este sistema político que heredamos de los griegos en el siglo VI antes de Cristo. Han pasado muchos siglos pero allí sigue en pie la democracia, defendiendo su vigencia y sus bondades a pesar del dictamen de los expertos. En este siglo XXI habrá que hacer ajustes, incluido el modelo de elección y de selección de los candidatos, con apoyo de la Inteligencia Artificial o del sentido común ciudadano, pero hay cierta necesidad de reformar y transformar algunos aspectos vilipendiados y populistas que se están prodigando en estos últimos años.

Los medios de comunicación también son parte imprescindible del juego democrático, como bien dijo el presidente Jefferson en 1805, "es preferible tener prensa sin Gobierno que Gobierno sin prensa", pero con el tiempo los medios se han ido convirtiendo en correa de transmisión -más que de control y crítica- del poder político sin apenas independencia, y sin ejercer el contrapoder que todo periodista está obligado a ejercer por su dignidad profesional y por la libertad. ¿De qué le sirve a un periódico o a una televisión tener un coro de aplaudidores que elogien todo lo que hace el Gobierno sin criticar ni media palabra?

A pesar de que la Democracia sigue siendo el sistema político mejor valorado, o menos malo, como diría Churchill, no son pocos los ciudadanos e intelectuales que lo cuestionan y critican, sobre todo desde el punto de vista de la mala praxis de los políticos a la hora de ejercerlo. Como dijo Jean-Jacques Rousseau: "El pueblo inglés piensa que es libre y se engaña: lo es solamente durante la elección de los miembros del Parlamento, tan pronto como estos son elegidos vuelve a ser esclavo, no es nada". Palabras duras que a pesar de ser dichas hace tiempo, siglo XVIII, siguen estando muy vigentes. Una buena democracia debe reformarse y progresar o pronto dejará de ser o buena o Democracia. 

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