En mi molesta opinión

Miénteme y dime que me quieres

Pedro Sánchez
Miénteme y dime que me quieres
Europa Press

Sin duda, Alcaraz, Carlitos para los amigos y para Djokovic, ha sido lo mejor que nos ha dado la vida en estos últimos días de atorrante y asfixiante campaña electoral. Pero tranquilos. Que no cunda el pánico. La pesadilla en la que Pedro Sánchez nos ha metido justo después de otras elecciones autonómicas -para que los suyos no le cuestionen a él los malos resultados- acabará dentro de cuatro días, por fortuna, aunque mientras tanto tendremos que aguantar y votar en plena canícula, el día más caluroso del año, porque al presidente del Gobierno le interesan más sus especulaciones políticas que la salud o el bienestar de sus ciudadanos. Esta actitud poco considerada la conocíamos ya antes de este nuevo petardazo en las urnas, pero ahora lo hemos confirmado de manera clara y sin paliativos.

El duelo Djokovic vs. Alcaraz fue tan reñido que duró casi cinco horas de partido. El que se espera el domingo 23-J entre Sánchez y Núñez Feijóo también promete ser emocionante, aunque las encuestas apuntan a un claro vencedor, pero tratándose del líder del PSOE hay que tener en cuenta que hasta el rabo todo es toro. Sin embargo, sus respuestas y las de Yolanda Díaz chirrían demasiado cuando aluden a las mentiras de Feijóo, ya que es sabido que el político que más ha falsificado la verdad estos cuatro años en Moncloa -es decir, ha mentido a la ciudadanía- ha sido el propio Sánchez Castejón. Es cierto que ahora intenta disimular y adorna sus fingimientos junto a un bote gigante de brillantina: "Yo no miento, yo cambio de opinión", le dijo a Carlos Alsina, dejando la puerta abierta a que todo lo que diga Sánchez es palabra de Dios, y que él es la verdad absoluta y en mayúsculas. Para entendernos, Sánchez no miente ni cuando Bildu le agradece su apoyo prestado y él lo niega, ni cuando finge cualquier relación con los vascos extremistas; o cuando ERC le recuerda que fueron ellos los que le obligaron a dar el indulto a los independentistas a cambio de su imprescindible apoyo.

Todo esto, para bien o para mal, ya está hecho y no se puede cambiar. Lo que no está hecho aún y puede rectificarse, son los cuatro próximos años de legislatura, en la que, por ejemplo, estos dos partidos -ERC y Bildu- han anunciado que su 'precio' por apoyar a los socialistas será más alto y más caro que lo recaudado hasta la fecha. Sánchez, que hace unos días declaró que cuenta con le apoyó de ERC y Bildu, sigue pensando que el Gobierno Frankenstein no es una anomalía que ha desestabilizado en gran medida la política y al Estado sino que es lo mejor que nos pudo suceder, y que los separatistas son dos amigos que nunca traicionan y siempre buscan lo mejor para España, que no hay que recelar aunque proclamen y exijan la independencia a cualquier precio: "Ho tornarem a fer".

Sánchez está convencido de que los españoles le debemos algo. Que un señor como él, tan progre y tan besucón con Delcy Rodríguez, no puede disgustar a nadie por cambiar de opinión. Son los otros los que no se enteran de lo difícil que es gobernar, y nadie se lo agradece lo suficiente. "Miénteme y dime que me quieres". Ni Johnny Guitar fingía con tanto arrojo ni de tantas maneras. Ahora, la palabra facha, desgastada de tanto usarla, ha dado paso a la palabra mentira. La estrategia política es replicar todos sus defectos en el contrario, para embadurnar el lío y que todo quede en una ceremonia de la confusión. Que soy un mentiroso, el otro lo es más. Que mi socio es Frankenstein, Bildu, ERC,… pues el otro tiene a Vox de compañero de viaje. Que la microeconomía va mal para los españoles, da lo mismo, me invento una “moto” para decir lo contrario y presumir como si fuera Zapatero.

Un buen amigo de esos que aún leen y además piensan, me analizaba el otro día lo que le está pasando a Pedro Sánchez. De la misma manera que el pez no sabe que vive en el agua, ya que siempre está inmerso en ella y desconoce otra existencia, el presidente del Gobierno no sabe que vive en el orgullo y en una prepotencia habitual, y olvida otros conceptos como son, por ejemplo, la humildad o la prudencia, tan apreciados y valorados en política por millones de votantes que no son tan extremistas. Y añadía mi amigo que ese engreimiento habitual tiene un nombre en la mitología griega y que se aplica a los humanos: Hybris. Con él se define el exceso y la desmesura, y esa transgresión o jactancia siempre acaban provocando un castigo o una condena.

A Pedro Sánchez el poder le ha vuelto despectivo con sus adversarios y también con sus colaboradores. No hay nadie que le tosa a la cara ni se atreva a cuestionarle ni media palabra. También ha quedado en evidencia su falta de autocrítica, ante la cual siempre se revuelve con un ataque frontal, ese es uno de sus mayores síntomas y defectos. Lo peor es que ese estilo político ha penetrado ya en el marco mental de los españoles, y aunque hay unos cientos de miles que siguen votándole por su fervor a la izquierda y su miedo al cambio, hay otros miles que están viendo las consecuencias de esta avasalladora actitud y este comportamiento que se refleja en muchos de sus actos.

Cuando llegue la hora de partir de Pedro Sánchez, no me refiero del palacio de La Moncloa sino de este mundo cruel e inestable, que espero sea dentro de muchísimos años, confío que nadie acabe poniéndole en su sepultura el mismo epitafio que corrió por el París de 1642 tras la muerte del cardenal Richelieu y que se hizo muy popular: "Yace aquí el gran cardenal que hizo en vida mal y bien: el bien que hizo, lo hizo mal; y el mal que hizo, lo hizo bien".

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