En mi molesta opinión

No te sientes a la puerta de Génova a ver pasar el cadáver…

Pablo Casado
Pablo Casado
Europa Press

Todos los periodistas que se dedican -no me importa incluirme- a la nigromancia política -incluidas la sota de espadas y la de bastos-, dieron por muerto y acabado a Pedro Sánchez cuando en 2016 renunció a su acta de diputado y el PSOE estalló en una guerra fratricida. Como ya saben todos, ese anunciado cadáver de ayer ejerce hoy de presidente del Gobierno en el Palacio de la Moncloa. Digo esto, porque los adivinos informativos que escriben en los digitales con renglones rectos luego siempre se olvidan (nos olvidamos) de explicar porqué salen tan torcidas las predicciones.

Ahora, cuando la Convención del PP acaba de arrancar, la moda consiste en criticar y tocarle las palmas a Pablo Casado para que se ponga las pilas y salga a comerse el mundo: “Qué pena de líder -dicen algunos-, con la cara de buen chico y el atractivo que tiene, y el poco interés que despierta. Con las encuestas tan favorables que sacan los populares, y él no consigue motivar ni a los de su parroquia, parece vacío por dentro”… Es cierto que Pablo Casado está aún por descorchar, es decir, por demostrar, y eso solo se consigue en las urnas. El carisma, ese que tanto le reclaman algunos, los dioses solo lo conceden cuando vences en la batalla electoral. Hasta entonces, eres un simple mortal con pretensiones. A muchos les gustaría que Casado se parapetara menos y se equivocara más, para luego poder criticarle su imprudencia y sus errores. Pero tan mal no lo estará haciendo cuando las encuestas le están dando como vencedor al PP -con ayuda de Vox-, en unas futuras elecciones generales.

¡Hombre!, dirán ustedes, los datos van bien porque Sánchez le hace el trabajo duro con su gran desgaste político por su mala gestión de la economía y de la pandemia, sin olvidar los coqueteos (para muchos, revolcones) del Gobierno con los partidos que más quieren desestabilizar España y sus instituciones, algo que tres cuartas partes de la población española nunca va a entender ni aceptar. Una cosa es indultar a los presos del 'procés' para desactivar la ira independentista, y otra muy distinta convertir a Aragonés y a la Generalitat en un constante agravio comparativo con las demás Autonomías, que aunque no sean históricas tienen su peso electoral.

Existe también una teoría política, discutible como todas pero factible como la que más, que dice sin ambages que “la oposición no gana las elecciones, siempre las pierde el Gobierno”. Quizá la realidad no sea tan radical, pero algo de cierto hay en ello, sobre todo por lógica y sentido común. Estando en el Gobierno y ostentando el poder tienes todo el aparato del Estado a tu disposición, además de ser el actor principal que acapara todos los focos y corta el bacalao, a diferencia del que está en la Oposición y sólo se come media tostada. Este es otro de los problemas de Casado, hacerse valer y oír al completo, no sólo con medias tintas, o frases polémicas que se utilizan para encender la pira periodística. Necesita esforzarse en su creatividad discursiva y transmitir una ilusión de cambio político que enganche a una mayoría.

¿Cuántas balas le quedan a Pablo Casado para arrebatarle la Moncloa a Pedro Sánchez? Muchos creen que sólo una, la de la próximas elecciones, que serán en 2023, salvo adelanto sorpresa. Dependerá de cómo vayan la economía y las encuestas. La urgencia puede llevar al líder del PP a cometer errores de cálculo, por miedo al futuro y por falta de confianza en sí mismo. Pero Casado, sabedor de ese riesgo, se ha preparado un partido a su medida para que si las cosas se tuercen el rechazo interno no sea incontrolable. A Mariano Rajoy, que el lunes inauguró en Santiago la Convención Nacional del PP como si fuera el gran prohombre de la derecha, título honorífico discutible, también le intentaron segar la hierba cuando era aspirante por perder demasiadas elecciones. De todos modos, el expresidente gallego le dio a Casado un buen consejo: “Conviene siempre situarse en la realidad”, y esa realidad pasa por mantener las buenas encuestas y ensanchar la base sociológica del partido hacia un centro más activo, para acoger a los socialdemócratas desencantados .

El presidente del Gobierno es un rival duro de pelar y del que no te puedes fiar, ni cuando parece fuerte ni cuando crees que está débil, aunque las encuestas le den por vencido. Su habilidad en sobrevivir y eliminar amigos que molestan y enemigos que muestran debilidad es proverbial. Sánchez juega mejor cuando se ve acorralado por la adversidad, su instinto depredador se agudiza y es capaz de todo por mantenerse en el poder. Una de sus estrategias pasa por darle oxígeno a Vox y así tener la coartada de que sí gana la derecha Santiago Abascal se cargará las libertades democráticas. Es un argumento falaz, pero útil para buena parte del electorado de izquierdas.

Resiste y vencerás, esta es otra de las claves del presidente del PP, porque a nadie se le escapa que tarde temprano habrá un cambio de ciclo. Los españoles se cansarán de los juegos malabares del progresismo “sanchista” y querrán algo nuevo, pero ya conocido, el PP en versión Casado. Mientras tanto, deberá demostrar que es capaz de rearmar económica y socialmente este país muy necesitado de buenas reformas y de un regreso al orden constitucional. Sin embargo, el líder del PP podría cometer en este tiempo de tensa espera algunos errores graves. Por ejemplo, seguir a pies juntillas el proverbio chino de: “Siéntate a la puerta de tu casa (Génova) y verás pasar el cadáver de tu enemigo”. Eso sería una temeridad, ya que, como hemos dicho antes, Sánchez es un eterno “cadáver” que goza de buena salud política y mucha experiencia en sobrevivir a situaciones complejas. Al líder del PSOE le sucede lo mismo que a los protagonistas de los videojuegos: les matan siempre pero nunca mueren.

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