En mi molesta opinión

Sexo, fútbol y el feminismo contra la 'Ley Trans'

La ministra de Igualdad, Irene Montero
Sexo, fútbol y el feminismo contra la 'Ley Trans'.
Europa Press

Con la que está cayendo ahí afuera, y no digamos aquí adentro, y yo sigo con unas ganas locas de hablar de fútbol. Quizá sea porque este deporte masificado hasta la saciedad y explotado económicamente hasta la suciedad, tiene más enjundia de la que parece y a los españoles nos permite compartir, al menos unos días, algunos objetivos de éxito, que buena falta nos hacen. El fútbol es un deporte que se practica con los pies pero se juega con la cabeza, es decir, con el cerebro, y es capaz de catapultar o hundir en hora y media a todo un país. Véase el caso de España, léase el caso de Francia. Llega a perder el lunes la selección nacional contra Croacia después de ir ganando 1-3, y Luis Enrique y su tropa hubieran necesitado un cambio de sexo para poder entrar en España sin que les corrieran a gorrazos.

Y hablando de cambiar la condición orgánica que distingue a los machos de las hembras, según el diccionario de toda la vida; el sexo tiene en común con el fútbol que se ‘juega’ entre las orejas y se practica entre las piernas. No digo que sea lo mismo, pero la nueva 'Ley Trans' quiere dejar claro y por escrito una cuestión que no parece fácil de resolver: que el sexo se determina de cintura para arriba, aunque de cintura para abajo diga lo contrario. Nuestra identidad se convierte así en una especie de autodeterminación sexual de libre albedrío: tú eres lo que sientes aunque la naturaleza, la tuya, diga lo contrario. ¿Qué es una mujer? Ah, depende, principalmente de lo que ella o él sientan… todo lo demás no importa o importa poco.

El anteproyecto de la 'Ley Trans' que aprobó el martes el Consejo de Ministros busca la igualdad real y efectiva de las personas trans y la garantía de los derechos de las personas LGTBI. De esta manera, se reconoce la determinación individual de género por la que una persona podrá cambiar de sexo en el Registro Civil a partir de los 14 años sin la intervención de terceros y en un plazo de cuatro meses. Pero esta ley ha puesto de manifiesto también otras cuestiones más peliagudas, entre ellas un duro enfrentamiento del sector socialista del Gobierno con el sector de Unidas Podemos. Aunque ya no esté orbitando el espacio podemita el macho alfa del partido, Pablo Iglesias, el matriarcado morado sigue luchando por sus intereses y por imponer sus ideas, y a veces, como ahora, lo consigue a pesar de tener en contra a toda una vicepresidenta del Gobierno.

En esta decisiva batalla política se ha impuesto finalmente, con el beneplácito de Pedro Sánchez, la ideología 'Queer'(raro en inglés) que defiende la ministra Irene Montero, frente a las corrientes feministas que lidera Carmen Calvo y que consideran que esta nueva ley destruye el concepto de mujer y echa por tierra la larga y dura lucha por la igualdad y sus derechos, ya que a partir de ahora, por ejemplo, cualquiera hombre que se sienta mujer podrá cambiar de sexo con una simple declaración en el Registro Civil, ya que además de relativizar los rasgos biológicos no debe acreditar de ninguna manera la expresión de su nueva identidad. Y eso rebaja y desacredita la ortodoxia feminista, y de paso cuestiona la discriminación histórica de la mujer.

El sector PSOE quería exigir algún tipo de requisito, un informe médico, algún testigo o acreditación de la nueva condición, pero Irene Montero ha ganado la batalla, al menos la legal, veremos si también la social, y el único requisito se limita a rellenar un formulario donde se declara la voluntad de modificar el genero de nacimiento. A pesar de ello, la disputa por esta cuestión -dentro de la izquierda y del propio Gobierno- no está finiquitada ni resuelta.

De repente, surge la gran pregunta de fondo en este crucial debate: ¿qué es una mujer? ¿qué significa ser mujer? ¿es algo opcional? ¿es un acto de voluntad que no debe estar amparado biológicamente? Lo que sí está claro es que la condición sexual se ha convertido en moneda de enfrentamiento y transacción política dentro del Ejecutivo de Sánchez. Y además refleja una cuestión no menos transcendental: para el Gobierno de la nación hay dos modos muy diferentes, diría que casi antagónicos, de ver y entender a la mujer, y por ende, al ser humano. Y no exagero si añado que el futuro de la Humanidad dependerá, en buena medida, de cuál de los dos se imponga.

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