En mi molesta opinión

'Tocata y fuga de Illa' o el consejo de Tarradellas que nadie quiere oír

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'Tocata y fuga de Illa' o el consejo de Tarradellas que nadie quiere oír.
EFE

Tu le ves venir de frente, y sin duda te dices: ahí va un buen vendedor de féretros y demás pompas fúnebres. Y no lo digo por los muertos que arrastra a sus espaldas, que son muchos más que los que él y el Gobierno reconocen, sino por ese aire amable y tanatorio que le envuelve. Salvador Illa, que se pasea por la vida medio alicaído como su flequillo, no ha sabido demostrar esas dotes de amante de la sabiduría que se le presuponen a todo filósofo, sino que ha actuado más como el político dócil y obediente con sus superiores que siempre ha sido. Salvador Illa ha terminado su voluble y luctuosa etapa de ministro de Sanidad como el capitán Schettino: abandonando el barco antes de tiempo.

Pero veamos si la 'tocata y fuga' del señor Illa puede acabar siendo tan infausta y ridícula como la del mencionado Schettino, que encalló y hundió el Costa Concordia por querer mostrarle de cerca las luces de la isla toscana de Giglio a una pasajera. En el caso de Illa, las luces no se ven por ninguna parte, ya que entramos de lleno en el oscuro territorio de la 'Catalunya futurista', que se mezcla con las sombras de su propensión nacional-separatista. Las elecciones del próximo 14 de febrero son las primeras que se realizan desde el año 2017 y ese 155 que tanto juego dio a unos y otros. Unas autonómicas que quieren marcar la inflexión en un contexto izquierdista que pueda favorecer los intereses de ERC y el PSOE-PSC.

La pandemia del coronavirus ha hecho mucho más por rebajar los ánimos separatistas que cualquier gesto político que se precie o imagine. No hay nada como comparar para distinguir entre una entelequia mal diseñada y una realidad tozuda con más de 60.000 muertos y cientos de miles de parados. Supongo que la Justicia y la cárcel, que mediáticamente dan mucho juego para la hipérbole, también habrán ayudado a rebajar la tensión, o al menos a intentar encarrilarla por la vía política. Rajoy se equivocó mucho con Cataluña, no supo arreglar el problema ni interpretar el SOS que le enviaron en formato Artur Mas, y prefirió que la nave siguiera avanzando en dirección al escollo.

Aunque lo cierto es que la responsabilidad del lío catalán es de los políticos secesionistas que, sin tener ni una idea clara ni un buen plan, acabaron proclamando la independencia durante 56 segundos forzados por las circunstancias y su estulticia. Fue una proclamación pueblerina y cobarde. Para luego huir a ninguna parte. Fue un triste farol perpetrado por unos mediocres políticos que no supieron gestionar la ambición de una parte de la sociedad catalana. Además de la gran chapuza que realizaron, pasándose por el arco de triunfo la Constitución, vulnerar la legalidad y corromper el autogobierno, cometieron la afrenta más grave que un representante político puede perpetrar: hicieron el ridículo ante el mundo entero. Y eso, como dijo Josep Tarradellas, es lo único que un político NO debe hacer. Todo lo demás es negociable, pero el ridículo, nunca jamás.

Ahora la situación es distinta aunque el mar de fondo siga siendo el mismo. ¿Pero qué hará Sánchez para hacernos tragar que este cambio es para el bien de la sociedad española, y no por los intereses sectarios del PSOE? Quitar al ministro de Sanidad en medio de una pandemia no parece lo más inteligente ni razonable. Tan mal anda el PSC de personal cualificado para tener que echar mano de un ministro que está en medio de una de las peores crisis sanitarias de la historia.

Pues parece que sí, que los candidatos aptos escasean. Miquel Iceta ya sólo sirve para bailar o para ministro de asuntos territoriales, aunque está por ver si se atreven con él; y poco más que ofrecer, así que hay que traer a Illa, que es obediente y conocido por el gran público, ese que vota de oídas, sin tener mucha idea de lo qué elige y a quién elige. Vivimos tiempos de comunicación rara y propagandas atolondradas, y basta que hablen de uno, da lo mismo si bien o mal, para que le proclamen candidato de algo; lo importante es que tu nombre suene y ya luego si eso la mercadotecnia política hará lo demás.

En medio de esta ceremonia de la confusión que tanto gusta al Gobierno de Sánchez y sus asesores 'redondos', el nuevo candidato del PSC a las autonómicas se estrenó con un titular-trampa: "Todos somos responsables de lo que ha pasado en Cataluña estos años", dijo Illa en 'La Vanguardia'. Por cierto, a lo hora de repartir culpas durante la pandemia no las ha colectivizado tanto, más bien ha señalado a los demás, a las autonomías como responsables, principalmente la de Madrid, porque sabía ya entonces que eso gusta mucho en Cataluña y seguro que algún voto arrancaba. Quizá Illa no sepa cuántos vacunados hay hoy en España, aunque siga siendo ministro de Sanidad, pero controla perfectamente, así lo demostró en su primer mitin, qué hay que decir para sacar un buen dato electoral.

Parece claro que lo de no hacer el ridículo en política no acaba de entrarles en la cabeza a la mayoría de los políticos. Y la manera que ha tenido Salvador Illa de no dejar su cartera de ministro, para recoger con la otra mano el testigo de presidenciable, tiene visos de convertirse en otro ridículo (o mentira) política. El aún jefe de la Sanidad nacional alberga ciertas dudas de que se vayan a celebrar las elecciones del 14-F, ya que pueden aplazarse por la pandemia, y de ahí que no quiera quedarse colgado de la brocha sin su cartera que le da visibilidad y sin la corona de 'candidato-pubilla' que le da representatividad.

Sánchez, tirando de manual del perfecto oportunista, ha querido asociar la llegada de las vacunas al nombramiento de Illa, pero la jugada puede salirle por la culata porque como cabía esperar, siendo esto España, la logística para la vacunación brilla por su ausencia. De momento se habla de recurrir -evidenciando la falta de un plan- al Ejercito y al sector privado, pero al final puede que haya que llamar hasta a los banderilleros de Jesulín de Ubrique.

Para Moncloa el problema de la pandemia es cosa del pasado, el lío lo tienen las comunidades autónomas, y que se espabilen sin incordiar -porque si no diremos que son desleales y crispadoras-; ellos, Sánchez y cía., están más ocupados en intercambiar cromos con ERC: yo te doy cremita en el Parlament, y tú me apoyas en el Congreso; yo no te veto en Barcelona, y tú me votas en Madrid, y si para ello hay que indultar, indultamos lo que haga falta.

Con la excusa de restaurar los puentes con el independentismo, Sánchez hará lo que sea, a pesar de que la verdad sea muy distinta: seguir en el poder al precio que sea, pasando de la pandemia pero repartiendo graciosamente -como si se tratara del Maharajá de Kapurtala- los miles de millones de los fondos europeos. Así son las cosas y así nos lucirá el pelo en estos próximos meses de 2021, que no viene ni tan bueno ni tan sano como muchos esperaban. 

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