Cuaderno de venta

Arenas movedizas en las cuentas públicas, el libro inédito de Pedro Sánchez

Los ministros del nuevo gobierno aplauden a Pedro Sánchez en un mitin del PSOE.
Los ministros del nuevo gobierno aplauden a Pedro Sánchez en un mitin del PSOE.
Europa Press

Pedro Sánchez vuelve a las librerías con Planeta este lunes 4 de diciembre. Lo hace con el título 'Tierra firme' (Ed. Península), una obra en primera persona sobre la historia que todo el mundo sabe pero que él va a reescribir. El 28 de mayo, tras la derrota amarga del PSOE en las elecciones autonómicas, el presidente se vio fuera de la Moncloa en las futuras generales previstas inicialmente justo para estas fechas. Vio que sufriría el destino de otros socialistas como Lambán (Aragón), Puig (Valencia) o Fernández-Vara (Extremadura), arrasados por los votantes.

Todo estaba perdido. ¿Todo? Quizá fue entonces cuando Sánchez recordó el conjuro de resiliencia y determinación de Scarlett O'Hara en 'Lo que el viento se llevó',  ante la desesperación por la devastación de la guerra y la escasez extrema, que en su versión original sin doblaje dice así: "A Dios pongo por testigo que no van a derrotarme. Voy a sobrevivir a todo esto y cuando todo termine, nunca más volveré a pasar hambre. No, ni ninguno de los míos. Si tengo que mentir, robar, engañar o matar. ¡A Dios pongo por testigo, nunca volveré a pasar hambre!". 

No hay pruebas o testigos de que Sánchez pronunciase el citado sortilegio, pero también es de película. En esa escena, el presidente decidió saltar de Moncloa de inmediato después del naufragio del 28-M y convocó generales a las pocas horas porque había una arriesgada carambola demoscópica que podría darse. El desgaste del PP pactando con Vox activaría al voto de izquierda. En combinación con  el efecto imprevisible de convocar a las urnas en periodo vacacional (23 de julio) y una cierta moderación del discurso del PSOE podrían obrar el milagro.

Pero lo que para Pedro Sánchez es tierra firme en lo personal, para los demás son arenas movedizas, incluso dentro del PSOE o el propio gobierno. Tras la derrota electoral del 23 de julio, los números seguían sin salir y todavía quedaba una carta para reunir los apoyos suficientes. Tirar la casa por la ventana: quitas de la deuda autonómica catalana para ERC, ley de amnistía para Junts y desdecirse de lo dicho. Todo eso sin contar con el sacrificio del PSOE vasco para aupar al candidato de Bildu a lehendakari en 2024. Son sapos que el socialismo periférico tiene que tragar para mantener en Moncloa al presidente sin pasar hambre, como O' Hara.

Crispación en el bolsillo y presupuestos

La debilidad del bloque parlamentario que respalda al nuevo gobierno reside precisamente en que se ha construido a golpe de talonario y sobre los cimientos de la humillación del PSOE, sus votantes y la mayoría de ministros socialistas del nuevo gobierno, que han pasado de atacar la amnistía a defenderla como mal menor. La serie de citas electorales en País Vasco, Galicia y al Parlamento europeo marcarán si la legislatura que acaba de empezar puede terminar antes de lo previsto. De estos resultados dependerá probablemente si la crispación política va a más o menos. 

Pero el verdadero relato que está por escribir es el de la irritación que están sufriendo los bolsillos de los hogares después del aumento constante de la presión fiscal del gobierno para sostener unas cuentas públicas que no terminan de equilibrarse. La recaudación del impuesto sobre la Renta (IRPF) acaba de superar los 100.000 millones de euros hasta octubre, con un aumento del 9,6% interanual. Se estima los ingresos fiscales sobre los rendimientos del trabajo y las rentas se han disparado nada menos que un 40% en cuatro años, crispando los bolsillos tanto o más que la inflación o los tipos de interés. 

El esfuerzo fiscal habrá servido más bien de poco porque sigue habiendo déficit público un año más. Es el cuento de nunca acabar porque se convertirá en un aumento de la deuda pública que además es cada vez más costosa de mantener. Las refinanciaciones de 2024 serán más caras si cabe y dispararán el coste en intereses de la deuda de las administraciones públicas por encima de los 40.000 millones de euros anuales. Son alrededor de 15.000 millones más que hace apenas año y medio.

Añadamos a la factura los cerca de 25.000 millones extra que el Gobierno ha añadido como gasto estructural para revalorizar las pensiones en dos años. Si sumamos ambas partidas, el próximo libro de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) deberá contener una partida cercana a los 240.000 millones de euros anuales solo para deuda y pensiones. Hay que apartar ese importe antes de empezar a gobernar y asignar dinero público a sanidad, educación, defensa, vivienda... 

Hasta ahora, el aumento de la deuda pública permitía llegar a todo. Durante los últimos cuatro años, el desfase ha sido de 340.000 millones de euros, a los que hay que añadir la ayuda a fondo perdido de 37.000 millones de euros de fondos europeos Next Generation. En adelante, ese descontrol no va a seguir porque los inversores se están volviendo cada vez más exigentes para prestar su dinero. El nuevo Gobierno de Sánchez tendrá que hacer frente a nuevas subidas de impuestos para cuadrar cuentas, pero también a recortes de gasto quirúrgicos y entre bambalinas con la esperanza de que nadie lo note o lo oiga. A ello ayudará la bronca política que está arraigando en el nuevo parlamento, tan plurinacional como el de Estrasburgo.

Mostrar comentarios