Cuaderno de venta

La política de tierra quemada de Sánchez y el error de su cálculo electoral para 2024

El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán (i), y el director del Gabinete de la presidencia, Óscar López (d).
El secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán (i), y el director del Gabinete de la presidencia del Gobierno, Óscar López (d), a la salida de la investidura de Pedro Sánchez.
Diego Radames / Europa Press

Pedro Sánchez Pérez-Castejón acaba de ser investido presidente del Gobierno por tercera vez en cinco años y medio. Lo ha conseguido, como todos saben ya, gracias a los votos a favor de los 7 diputados de Junts per Catalunya a cambio de un polémico pacto con el PSOE por el cual se pone en marcha una ley de amnistía que da la vuelta a la tortilla de la memoria histórica reciente, borrando delitos y procesos judiciales vinculados al 'procès' durante los últimos once años. La lista es tan larga y grave como el sentimiento de injusticia que se ha levantado en el conjunto de la sociedad española. Aquí hay que incluir a los catalanes que sufrieron en carne propia y con impotencia aquellos días de octubre de 2017, en los que la democracia cayó en la más absoluta oscuridad a raíz de una votación amañada en urnas de plástico que nunca debió ocurrir, como tampoco todo lo sucedido después.

Ese sentimiento ha resurgido. Una nueva mayoría social, transversal, coincide en condenar los pactos del PSOE con Junts y la ley de amnistía como van a reflejar los trabajos demoscópicos que verán la luz en próximas fechas. Sin embargo, sus representantes elegidos en las elecciones del 23 de julio han decidido por su cuenta y riesgo que van a actuar en contra de su electorado, no confundir con los militantes que han sido obedientes a las directrices de los partidos en las consultas internas que se han llevado a cabo sin luz ni taquígrafos. El resultado oficial es que una mayoría de 179 votos de ocho partidos (PSOE, Sumar, Junts, ERC, Bildu, PNV, BNG, CC) ha acordado respaldar a Sánchez y su nuevo gobierno bajo el estigma y yugo del pacto con el aún prófugo Carles Puigdemont.

Las motivaciones de unos y de otros difieren en función de las prebendas recibidas, aunque el nexo común de cara a la galería es el miedo a que Vox tocase poder en Moncloa con el PP como ha sucedido en Castilla y León, Extremadura, Aragón, Comunidad Valenciana y Murcia. Pero además están las contraprestaciones tangibles. Para endulzar el mal sabor de boca de tragarse el sapo de la amnistía, el PSOE ha vuelto a repartir ministerios entre la coalición Sumar, ex Podemos, y cheques como muchos ceros políticos y económicos para que ERC, PNV, BNG, Bildu y Coalición Canaria se justifiquen ante sus votantes. ¿Todos contentos? No vayan tan rápido porque hay opiniones encontradas en todos ellos.

Se avecina una legislatura volátil y tensa con una gran novedad: el PSOE no podrá contar siquiera con la cortesía y comodidad de los votos del PP para los grandes asuntos del estado y tendrá que hacer malabares con los siete magníficos del bloque de investidura hasta 2027. Sánchez cuenta con forzar el apoyo de Feijóo en cuestiones urgentes y de estado, pero parece imposible que suceda incluso aunque el gallego sienta la tentación de hacerlo por pura responsabilidad. La política de tierra quemada del PSOE (121 diputados) parece haber roto todos los puentes con el PP (137 diputados).

La incertidumbre con la que nace el actual gobierno tendrá que con protagonismo judicial debido a que el pacto firmado por Jordi Turull (JxCat) y Santos Cerdán, la mano de hierro que gobierna el PSOE bajo las estrategias que Sánchez y Óscar López, director de su gabinete, diseñan desde Moncloa. El texto preliminar al anteproyecto de ley incorporaba claramente la injerencia política en el poder judicial, una línea roja que los demócratas sacralizan y presumen de no cruzar. Esa audacia antidemocrática y amenaza sobre el estado de derecho es lo que ha hecho reaccionar en contra tanto a la oposición como a las asociaciones de jueces, fiscales, notarios, empresarios, sindicatos e ilustres figuras de casi todas las siglas.

Elecciones gallegas, vascas y europeas

La opinión pública tendrá la oportunidad de comprobarlo porque durante los próximos siete meses se celebran nada menos que tres comicios electorales (Galicia, País Vasco y europeas) que juzgarán al bloque de investidura de izquierdas (PSOE, Sumar, ERC, Bildu, BNG) con los anteriormente conocidos como partidos de derechas como PNV y Junts. La prueba de fuego llegará en las urnas.  Hay algunos oráculos que están haciendo sus cábalas sobre las repercusiones electorales de lo ocurrido esta semana. Todo apunta a que Bildu está cerca del sorpasso al PNV en las vascas o que BNG mejorará posiciones en las gallegas, pero el mensaje relevante es el que trasladará el balanceo de PSOE-PP. 

Los socialistas vascos y gallegos tendrán que arrastrar en campaña la marca del descrédito que genera su líder, secretario general y presidente.  El PP tiene margen de mejora en Euskadi bajo el liderazgo de Javier de Andrés, el trasvase de parte de las papeletas constitucionalistas del PSOE y del voto frustrado de Vox. En Galicia dicen que habrá ascenso del BNG, descenso del PSG y victoria del PP. En Europa, el Grupo Socialista puede sufrir una debacle como en abril salvo sorpresa por dos motivos: el voto de castigo a través de Populares y de la alianza que conforman ERC, Bildu, BNG y a la que pretende sumarse Podemos para no desaparecer.

Con el proceso de la investidura terminado y con tres elecciones a la vista, solo queda parafrasear el leitmotiv futbolístico del “partido a partido” que popularizó el atlético Simeone (Marca, 15 de febrero de 2014) o el de “reunión a reunión” que han venido usando desde hace algunos meses tanto Christine Lagarde (BCE) como Jerome Powell (Fed) para su política monetaria, Sánchez y sus estrategas se han marcado el objetivo de remontar “elección tras elección” del naufragio de las autonómicas y municipales del 28 de abril. La derrota sin paliativos del PSOE entonces forzó la reacción a la desesperada de Sánchez en la misma noche electoral, convocando elecciones anticipadas que se ha saldado con derrota -el PP ganó las elecciones con holgura- pero victoria en los despachos parlamentarios.

"Nadie le negará que suele tener la habilidad de encestar el inesperado triple decisivo en el último segundo sobre la bocina, aunque haya ido a remolque todo el partido y tenga plantado al mismísimo Tavares a centímetros de usted". El regalo de Aitor Esteban (PNV) para los oídos de Sánchez no parece  el más adecuado. El público del pabellón se ha quedado con la sensación de que el presidente del Gobierno ha encestado el balón con el pie después de cometer una falta en ataque al más puro estilo de Draymond Green (Warriors) en la NBA. Su última agresión (casi hace un mataleón a otro jugador en plena cancha) se ha saldado con una severa suspensión que pone fin a una trayectoria reincidente de juego sucio con puñetazos, patadas en la entrepierna y otras tropelías como un pisotón en el torax al hijo de Sabonis. No todo vale con tal de encestar o evitar que otros encesten.  

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