Cuaderno de venta

Y de repente, la señora de la curva (de tipos) se aparece en el mercado

Christine Lagarde, presidenta del BCE.
Christine Lagarde, presidenta del BCE.
DPA vía Europa Press

Pocos esperaban que Christine Lagarde se saliese del guión previsto en la primera reunión del Banco Central Europeo (BCE) en 2022. Se trataba de pasar de desapercibidos ante las subidas generalizadas de tipos que se está produciendo o se van a producir en otras economías pero que la zona euro no se puede permitir hasta que la recuperación económica se consolide. De hecho, la desaceleración -Alemania se contrae, por ejemplo- es junto a la inflación la preocupación de los economistas en el Viejo Continente. El comunicado inicial del BCE confirmó la voluntad de "discreción" de los gobernadores. Todo iba como la seda... hasta que la gala perdió los nervios. 

La declaración era poco más que un copia-pega de la emitida en diciembre, como coincidieron en señalar los observadores que más saben. Se ratificó lo dicho entonces. Se remarcaron las directrices de reducción de estímulos monetarios, es decir, el fin del PEPP -que ha comprado deuda por importe de unos 70.000 millones de euros al mes durante la crisis-, así como el aumento del APP en el segundo trimestre hasta 40.000 millones, recorte en el tercero hasta los 30.000 millones y, a partir de octubre, a 20.000 millones. Ni en el anverso ni en el reverso de ningún papel aparecía una subida de tipos.

Lo que hizo Lagarde fue ponerse a la defensiva al evitar un desmentido: no descartar una subida de tipos este año. No pareció premeditado. La prensa le recordó sus palabras de diciembre ("es muy poco probable que aumentemos las tasas de interés en el año 2022") y la francesa renegó de ella misma. A partir de ahí todo cambió y llegaron las curvas al mercado. Las rentabilidades de la deuda pública, que miden el interés que recibe un inversor y el coste que paga el emisor, se dispararon en su mayor movimiento al alza en tres años por una venta masiva de bonos en cartera. La interpretación de los inversores es unívoca: los tipos de interés en la zona del euro suben más pronto que tarde.

El cambio de tono en su discurso no pareció precisamente premeditado por las formas en que se expresó la banquera francesa y, sobre todo, porque a lo largo de la comparecencia intentó sin éxito matizar (¿enfriar?) sus propias palabras. Las consecuencias de su discurso han sido similares a una subida de tipos virtual, por ejemplo, en la divisa. El euro ha cambiado inmediatamente de rango de cotización frente al dólar. De moverse cerca de las 1,11 unidades ha pasado a niveles de 1,15. De ser inflacionista ha pasado a ser deflacionista. No olvidemos que el euro es una vacuna contra la inflación energética porque los precios de las materias primas se marcan mayoritariamente en dólares. Esto es así todavía en 2022 y los gobernadores del BCE son conscientes cada vez que salen a hablar.

¿Quizá era esto lo que buscaba Lagarde con un lenguaje monetario más agresivo? Es una de las explicaciones más benévolas y plausibles a lo que algunos han considerado que es como pegarse un tiro en el pie, aunque puede que sea inevitable. La voz de Lagarde ha disparado las rentabilidades de la deuda pública en un momento clave en el que el Banco Central Europeo (BCE) va a dejar de comprarla masivamente como ha hecho en los dos últimos años con más de 2 billones de euros. Pocos en su sano juicio estaban dispuestos a obtener tan poco comprando bonos, de ahí que la única manera de que los inversores vuelvan al mercado es que los rendimientos vuelvan a su ser. A la vez supone un recordatorio a los gobiernos europeos de que el ‘paganini’ de la crisis se va a retirar del mercado progresivamente y ya no podrán financiar sus déficits públicos tan alegremente con nuevas emisiones. Tendrán que pagar por ello al sector privado.

Para España no son buenas noticias. Los sucesivos gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han sido incapaces de cuadrar las cuentas año tras año y eso significa que han incrementado la deuda pública hasta niveles que pesan como una losa. La carga de intereses asociada no va a dejar de crecer en cuanto se endurezcan las condiciones monetarias. Desde el viernes, toda la deuda del Tesoro Público con vencimiento a más de dos años ya presenta rendimientos positivos. El bono español a diez años ha saltado por encima de la barrera del 1% y la Obligación a 30 años se mueve en el 1,65%. El caso más llamativo es el de Alemania, la referencia de cero riesgo, que también cotiza con intereses positivos en la renta fija soberana a más de 5 años.

Lagarde recordó que la toma de decisiones del BCE seguirá siendo dependiente de los datos y de las proyecciones económicas de marzo, ahora más esperadas que nunca. Sin embargo, el relato de la francesa queda ensombrecido por las dudas sobre si fue un error como cuando en marzo de 2020, tras el estallido de la pandemia, soltó su fatídica declaración, “No estamos aquí para cerrar diferenciales”, que luego tuvo que rectificar cuando los precios de los bonos se hundieron en el sur de Europa y las rentabilidades saltaron. Lo de este jueves, en parte, recordó a aquello por la violenta reacción del mercado. La gobernadora debe medir sus palabras más que nunca si no quiere que la progresiva retirada de estímulos del BCE sea un evento acelerado. Esta vez, la francesa reintrodujo por su cuenta y riesgo el sesgo de los próximos movimientos al recordar que “los riesgos para las perspectivas de inflación están inclinados al alza”. Vienen subidas de tipos, sí, pero el problema es que el mercado cree que son inmediatas y pueden ser hasta dos en 2022. ¿Es eso lo que quería transmitir el BCE?

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