Capital sin Reservas

El boomerang de los fondos europeos y la 'diplomacia económica' del Dr. Sánchez

La Comisión Europea quiere legitimarse con los fondos Next Generation y ha concedido una bula a España que se convertirá en arma de doble filo si el Gobierno no capitaliza las ayudas y defrauda la expectativa de Bruselas.

El presidente del Gobierno ha fiado toda su estrategia económica a las ayudas concedidas por la Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen
El presidente del Gobierno ha fiado toda su estrategia económica a las ayudas concedidas por la Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen
Moncloa

Una cosa es autorizar los fondos europeos presupuestados y otra muy diferente saber ejecutarlos. El Gobierno se ha esmerado hasta casi hacer pleno en la primera parte del programa, pero ha sido incapaz de abordar ni la mitad de la mitad, un 25% escaso, de la segunda parte contratante que, a fin de cuentas, es la que garantiza la eficiencia de las ayudas. Los excedentes del pasado año se trasladarán a 2022 para ver si con todo y con eso es factible un impulso que evite a nuestro país quedar descolgado del resto de Europa cuando se desvanezca el hechizo económico propiciado por la crisis sanitaria. Pedro Sánchez va a tener ahora que adornar su voluntarismo político con un verdadero alarde de gestión administrativa si no quiere que sus colegas de la Next Generation terminen por darle calabazas.

Las dificultades endémicas para canalizar de manera oportuna el maná comunitario constituyen el principal talón de Aquiles de unas cuentas públicas claramente supeditadas al socorro internacional. Tanto la Airef, en su infatigable pregonar por el desierto, como los principales analistas del sector privado, han puesto el dedo en la llaga evidenciando serias y repetidas dudas sobre el efecto terapéutico que pueda tener el pregonado manguerazo en la recuperación económica de España tras la pandemia. Frente al pesimista vaticinio de los expertos contrasta la credibilidad que, a pesar de todos los pesares, mantienen los tecnócratas europeos en las propiedades milagrosas de Nadia Calviño para multiplicar los panes y los peces y condimentar una receta que satisfaga el paladar exquisito que exhibe su jefe en los cenáculos extranjeros.

Pedro Sánchez trata de situar su política económica en lo alto del pedestal amparado en la tolerancia de su graciosa majestad de Bruselas. Las autoridades europeas han otorgado una bula especial a España que resulta extraña a ojos de los observadores más suspicaces pero que tiene lógica razón de ser en la búsqueda de una renovada legitimidad por parte de la propia Comisión Europea que preside Ursula von der Leyen. Las históricas tensiones con los grandes Estados miembros han puesto en solfa la jerarquía del Colegio de Comisarios en debates básicos para la integración fiscal y financiera de la eurozona. El fallido intento de mutualizar la deuda soberana durante la gran recesión fue un punto culminante en el rosario de frustraciones institucionales padecidas por el Gobierno comunitario de la Unión, que ahora ha visto la ocasión de resarcirse tras el examen de conciencia y consiguiente propósito de enmienda que ha suscitado la debacle del coronavirus en toda Europa.

Las cañas de las multimillonarias ayudas comunitarias se tornarán en lanzas para todos aquellos países que no sean capaces de engancharse al carro de la recuperación

Los 750.000 millones del plan destinado a la reconstrucción del Viejo Continente no dejan de ser una perfecta y extraordinaria alternativa de crédito mancomunado y los funcionarios de Bruselas se la juegan ahora con una apuesta de órdago a la grande que si no sale bien exigirá una depuración de responsabilidades en toda regla. Lógicamente no han de ser ellos, generosos en el reparto de tan suculentas dádivas, los que asuman eventuales culpas que, en su caso, quedarán en el debe de los gobernantes nacionales como receptores de ayudas en cantidades industriales. Cuánto más intensiva sea la asistencia mayor será la exigencia de resultados, de manera que las cañas se tornarán en lanzas para todos aquellos países retrasados en el proceso de recuperación que no consigan adecentar su local económico y pongan en peligro la salida grupal de la crisis.

El jefe del Ejecutivo se muestra demasiado cómodo abusando de un beneficio de la duda que se demostrará perverso al mínimo fallo de las expectativas. El triunfalismo rampante del líder socialista contraviene la ortodoxia de toda gestión administrativa que invita a no vender la piel del oso antes de tenerlo cazado del todo. Puede que la política haya sublimado hasta un estado del arte la búsqueda de lo imposible, pero en las actuales circunstancias de máxima incertidumbre sería catastrófico que España se viera obligada a emitir un ‘profit warning’ ante la comunidad financiera internacional. En los mercados de capitales los tiburones han empezado a olisquear la sangre y no dudarán en lanzarse a dentelladas contra todos aquellos que se vean lastrados por un excesivo nivel de deuda cuando Christine Lagarde declare finiquitada la fiesta monetaria.

Sánchez tiene ahora la ocasión de poner en práctica su célebre tesis doctoral, demostrando que la gestión económica no se reduce a un mero ejercicio de marketing político

Los datos de la contabilidad nacional al cierre de 2021 evidencian el largo camino que aún falta por recorrer hasta alcanzar los niveles de crecimiento económico anteriores a la pandemia. Ni siquiera el increíble y desmadrado 7% de previsión oficial asegura que al término de este año 2022 se podrá compensar el desplome de casi el 11% padecido en 2020. A ello hay que añadir un endeudamiento público en torno al 120% del PIB, lo que sitúa al Gobierno en una posición parecida al del clásico elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña. Y al igual que en el cántico, mientras Sánchez compruebe que no se cae, o nadie es capaz de tirarle, irá llamando a otros elefantes con los que comparte a trancas y barrancas su acción de gobierno, cargando cada vez mayor peso sobre una economía flácida y que nadie realmente se está ocupando de cuidar.

Los munificentes fondos europeos constituyen un arma de doble filo para el Gobierno y van a poner a prueba la verdadera misión de una acción política protegida, cuando no enmascarada, en el consuelo pobre que emana y se nutre con el mal de muchos. A Sánchez se le apareció el coronavirus antes de que a su coalición de cartón piedra con Podemos se le empezarán a ver las costuras. Llegada la hora de la verdad, con las contradicciones del pacto de legislatura a flor de piel, el presidente se juega algo más que su condición mendicante ante los compadres comunitarios. La paciencia de Bruselas no es infinita y es ahora cuando el Doctor Sánchez tiene que acreditar que la aplicación práctica de su controvertida tesis sobre la diplomacia económica española no se reduce a un mero ejercicio de mercadotecnia política.

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