Cuaderno de venta

Rumbo arcano y la fuerza de la gravedad del bono que aplastará a los mercados

La tensión en las rentabilidades de la deuda sigue haciendo mella en las expectativas económicas pero todavía no se ha trasladado a la evolución de las bolsas.

Lagarde se gira al término de la rueda de prensa del 14 de septiembre.
Lagarde se gira al término de la rueda de prensa del 14 de septiembre.
ECB vía L. I.

El último dato de empleo de Estados Unidos ha sido tan bueno como desolador para las esperanzas de que termine el ciclo de subidas de tipos. Se crearon 336.000 puestos de trabajo en septiembre, el doble de lo previsto y el trigésimo tercer mes consecutivo de creación de empleo. La fortaleza del mercado laboral es el factor que impide que la Reserva Federal (Fed) afloje su política monetaria el 1 de noviembre y, a su vez, deje algo de margen al Banco Central Europeo (BCE) para hacer lo mismo el 26 de octubre. Hoy hay más posibilidades de alzas de tipos que ayer.

Una vez más se cumple la máxima contraintuitiva que impera en los mercados de que las buenas noticias son malas noticias. Es la pescadilla que se muerde la cola. A mayor dinamismo económico, mayores presiones inflacionistas y una necesidad de seguir endureciendo las condiciones de financiación. Paradojas de la siempre arrogante teoría  economía y de los propagandistas políticos, crear empleo en estos tiempos extraños de inflación no es tan bueno como parece si los ingresos de los hogares se ven asfixiados por el incremento de los costes.

Desde el mes pasado, la zona euro ha entrado oficialmente en terreno tipos reales positivos con las tasas fijadas por el BCE en el 4,5% y la inflación general en el 4,3%. Es algo que lleva ocurriendo desde hace meses en EEUU. Y esto viene a confirmar que la restricción de la política monetaria coge vuelo si se tiene en cuenta además la reducción de la oferta monetaria, la caída en la concesión de crédito y los estándares más exigentes para que el banco se decida a dar préstamos. Ocurre lo mismo para las empresas que necesitan financiación o, incluso, de los estados.

Las turbulencias que estamos viendo en estos dos últimos meses en los mercados de bonos tienen que ver con una repreciación al alza del riesgo financiero y de la citada restricción monetaria. Con la escalada de las tasas de rentabilidad de la deuda pública al 3% en Alemania, al 4% en España o al 5% en EEUU, los inversores tienen claro que es momento de retirada en algunas partes de la economía que se están cociendo a fuego lento. Hay más riesgo y por tanto mayor exigencia de retorno. No es casualidad que las tasas estén en máximos desde los tiempos previos a la gran crisis financiera de 2008, la última vez que se rompió la rueda de los mercados.

Las ventas de bonos viejos en espera de nuevas emisiones con mayor interés está endureciendo de forma implacable la financiación. Como en las hipotecas, las empresas y países más vulnerables son aquellos con mayor dependencia a corto plazo y tipos variables, mientras que aquellos actores que cuentan con una base de acreedores a largo plazo y tasas fijas se verán reforzados de la situación actual.

Dicho de otro modo, bueno para las gigantes y malo para los pequeños. Los analistas estiman que la deuda de las empresas del S&P 500 -las más grandes de Wall Street- tienen un promedio de vencimiento de 2035 (12 años), mientras que apenas el 6% del total de su pasivo está expuesto al escenario actual de tipos altos. Ocurre algo parecido en el Ibex 35 con multinacionales como Iberdrola o Telefónica con alto apalancamiento bien financiadas a medio y largo plazo. Incluso el Tesoro Público, cuyo promedio ronda los 8 años de vida pese a que cada año tiene que salir al mercado alrededor del 15% o 20% de su deuda en circulación.

Pero como saben, los tipos de interés altos son negativos para quien emite porque incrementa sus gastos financieros y no llega a compensar en conjunto el impacto positivo de elevar las rentas para los inversores más conservadores. Este cambio de escenario respecto a lo que se ha vivido desde la pandemia modifica las reglas del juego en los mercados. Ante la disyuntiva de invertir en un bono al 4% con máxima seguridad o en un índice de bolsa que con dividendos puede rendir ese porcentaje si todo sale bien, la mayoría del dinero optará por lo primero. La fuerza de la gravedad de los tipos altos dará lugar a una rebaja de valoraciones financieras de las acciones más pronto que tarde, aunque esta aún no se haya producido.

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