En la frontera

A vueltas con el recibo de la luz...otra vez

Pocas cosas hay todavía tan políticamente sensibles como el recibo.de la luz. Todos los Gobiernos, en un momento u otro, han expresado su voluntad de abaratar la factura eléctrica.

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El Gobierno ha asegurado que va a bajar el recibo de la luz. No es nuevo. Todos los Gobiernos, en un momento u otro, han expresado su voluntad de abaratar la factura eléctrica. Pocas cosas hay todavía tan políticamente sensibles como el recibo. El exvicepresidente y extodopoderoso Rodrigo Rato intentó innovar y,  al filo del cambio de siglo, limitó las subidas de la factura al 2%. A cambio, embolsó una deuda con las eléctricas (déficit tarifario) que superó los 25.000 millones de euros y cuya devolución, a razón de 3.000 millones anuales, aún cuesta sudor, lágrimas y, por supuesto, los correspondientes intereses. Ahora toca otra vuelta. La ministra de Transición Ecológica Teresa Ribera se ha puesto manos a la obra. Quiere bajar la factura de los hogares en un 13% y, de paso, repartir las cargas de la transición energética. Se avecina tormenta.

Durante décadas, el recibo de la luz ha sido ese papel que no se mira, que llega con puntualidad al buzón o a la cuenta bancaria. Puede ser injusto, pero nadie recuerda que haya bajado nunca. Se puede comparar con una gran marmita en la que se han arrojado tantos ingredientes que nadie los recuerda con detalle. Periódicamente, la olla hierve y algunos ingredientes, olvidados, llegan a la superficie. En época de bonanza, cuando la demanda eléctrica crece, la factura engorda y los céntimos no cuentan, la marmita acepta todas las cucharas. Pero en época de crisis, cuando los usuarios se ven obligados a controlar los gastos al máximo, la cosa es distinta. La boca de la marmita se estrecha y cada ingrediente se examina con interés científico.

Ribera ha decidido limpiar el cocimiento y ha acordado sacar del recibo los cargos -así se denominan- que pagan todos los usuarios para cubrir la financiación de las renovables, la cogeneración y el reciclaje de residuos. Son 7.000 millones que, si se aprueba el plan, recaerán sobre todas las empresas –entre 500 y 1.000- que venden electricidad, gas o gasolinas en España. Es una vieja reivindicación de las eléctricas y de las asociaciones de empresas de energías renovables. Su tesis tiene fundamento: durante años, la factura eléctrica, es decir los 28 millones de consumidores eléctricos, han financiado en exclusiva los sobrecostes de las renovables, la cogeneración y los residuos. Con ello, se ha estado penalizando al principal vector energético de la descarbonización y de la economía futura: la electricidad.

Las empresas afectadas por los planes de Ribera, petroleras y gasistas, han recibido el golpe con resignación pero sin descartar el cuerpo a cuerpo.

Las empresas más afectadas por los planes de Ribera, petroleras y gasistas, han recibido el golpe en silencio. Con resignación pero sin descartar el cuerpo a cuerpo. Ya lo hicieron en tiempos del ministro José Manuel Soria (año 2014 y Gobierno del PP), cuando llevaron a los tribunales la creación de un Fondo de Eficiencia Energética de 206 millones anuales recogido por la legislación comunitaria. La pelea duró cinco años y dejó huellas.

Ribera puede triunfar donde siempre ha habido fracasos. Puede ser un punto y aparte. Hace un cuarto de siglo, el PP cambió las leyes para animar la competencia en el sector eléctrico, dominado por cuatro empresas. El resultado, si se miran los estudios periódicos de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) no es muy halagüeño. Dos de cada tres hogares ignoran con quién tiene contratado el suministro. Según el último estudio de la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia (CNMC) "una amplia mayoría de los hogares españoles todavía no saben en qué mercado tienen contratado su suministro de luz (63%)". Dos terceras partes de los clientes ignoran quién les cobra.

El desconocimiento real de una gran parte de los clientes sobre los términos del contrato de suministro va en paralelo con un aumento de los cambios de comercializador. Desde 2018, las ventas por comercialización vía teléfono han crecido en un 35,7% en el caso de la electricidad y un 47,8% en el del gas natural. Pero el grado de detalle sobre lo que se paga y lo que se recibe no mejora. Casi un 22% de los hogares desconocen la potencia incluida en su contrato de energía eléctrica. Es un dato revelador porque la potencia es parte esencial de los costes fijos del recibo y, por tanto, de la factura final.

El próximo año, completado el proceso de instalación de contadores inteligentes, los clientes dispondrán de más margen de maniobra para gestionar su consumo

El próximo año, completado el proceso de instalación de contadores inteligentes en todos los hogares, los clientes dispondrán de más margen de maniobra para gestionar su consumo, adaptarlo a su ritmo de vida y (se supone) abaratar la factura final. El plan está bien pensado aunque tiene un punto débil. Por el momento, ni el Gobierno, ni las empresas están informando de forma adecuada sobre los cambios que se avecinan. La tarea no es fácil porque el cambio es complejo. Tanto que es muy posible, según las compañías, que cada cliente reciba en abril de 2021 dos facturas. El de cierre de facturación a 31 de marzo y el del mes.

Hace 10 años, la CNMC puso en marcha un comparador de ofertas para que el usuario pudiera elegir entre las ofertas del mercado eléctrico regulado y las del mercado libre, ese en el que cada cliente negocia las condiciones de su contrato con su suministrador. La comparativa es favorable al mercado regulado, especialmente en la tarifa con discriminación horaria. Todos los cálculos de ahorro en la comparativa son modestos –de menos de 30 euros al año-. Pero conviene estar ojo avizor. Ahora que el Gobierno vuelve a darle vueltas a la factura y se abre el debate sobre quién paga qué, conviene examinar en detalle las ofertas y tarifas planas que ofrecen los grandes grupos energéticos. Y recelar de los mensajes simples como el que sostiene que las energías renovables van a costar un ojo de la cara a los ciudadanos. Lo caro es no apostar por las energías limpias.

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