Duelo ruso-ucraniano en perspectiva para el festival de Eurovisión

Todos esperan un duelo electrizante entre los candidatos de Rusia y Ucrania en la final del festival Eurovisión de la canción, el sábado en Estocolmo, pero muchos especulan que la victoria final podría ser para el talentoso francés Amir.

El tradicional "Good evening Europe!" abrirá el 61º festival Eurovisión, un concurso de una sorprendente longevidad, monumento al kitsch y el glamur, que cada año reúne, bajo una lluvia de sonidos, luces y lentejuelas, a las naciones del Viejo Continente desgarradas por la historia.

El año pasado Mans Zelmerlow -sucesor del travesti austríaco Conchita Wurst, triunfador en 2014- consiguió el sexto trofeo para Suecia, colocando al país escandinavo a una victoria de Irlanda, que encabeza la lista de triunfadores.

Este años compiten 42 países, pero el jueves, al cabo de una primera ronda -de la cual están exentos Suecia, país organizador, y Alemania, España, Francia, Reino Unido e Italia, principales contribuyentes de la Unión Europea de Radio y Televisión (UER)- sólo quedarán 26 finalistas.

El duelo ruso-ucraniano, con la anexión de Crimea por Rusia y el conflicto en este de Ucrania de trasfondo, tiene la preferencia de los apostadores.

El enfrentamiento se anuncia tanto más feroz cuanto que la canción ucraniana se llama "1944" y evoca la deportación de los tártaros de Crimea decidida por Stalin hacia el final de la Segunda Guerra Mundial.

Jamala, una cantante de 32 años, estrella de jazz en Ucrania, escribió la canción basándose en los recuerdos de su abuela, deportada con sus cinco hijos, junto a 240.000 tártaros.

"Cuando llegan extranjeros/Y entran en tu casa/Te matan y dicen/No somos culpables, no somos culpables", dice la primera estrofa de la canción.

Varios responsables de Crimea y Rusia protestaron contra la selección de Jamala destinada, según ellos, a denigrar a Rusia.

"Los músicos deben expresar sus sentimientos, sus verdaderos sentimientos, no cantar palabras vacías de sentido", respondió la artista en una conferencia de prensa en Estocolmo.

Las casas de apuestas registran al mismo tiempo un aumento de las posibilidades del franco-israelí Amir Haddad, un apuesto dentista de 31 años que presenta la canción "He buscado".

Concebido como un fermento de la unidad europea, el concurso Eurovisión, cuya primera edición tuvo lugar en Suiza, en plena Guerra Fría, se convirtió en el correr del tiempo en una cámara de resonancia de las rivalidades nacionales.

"Eurovisión es la fiesta de Europa", dice Hanna Stjarne, presidenta de la televisión pública sueca SVT.

"Europa atraviesa un período difícil, está dividida, pero gracias a Eurovisión la gente se encuentra con chispas en los ojos", alega en una entrevista a la AFP.

Por primera vez, la final del concurso será transmitida en directo en Estado Unidos por el canal de televisión Logo (grupo Viacom), que se reivindica "lesbiana, gay, bisexual y transgénero".

Desde hace décadas, Eurovisión es un monumento a la cultura gay, hasta tal punto que la única bandera, aparte de las naciones reconocidas por la ONU y de la Unión Europea, es la arcoíris.

Ese reglamento creó polémicas este año cuando los organizadores dieron a conocer la lista de banderas prohibidas en la que junto al pabellón del Estado Islámico figuraban los emblemas palestino, galés y vasco.

La UER finalmente cedió y anunció que autorizaba las "banderas nacionales, regionales y locales de los participantes, en particular galesa y lapona".

Los lapones, pueblo autóctono de los países nórdicos y de Rusia estarán representados por la noruega Agnete que insistió para subir al escenario con la bandera de su comunidad.

Por otra parte, los organizadores modificaron el sistema de puntuación en la televisión con el objetivo de aumentar el suspense en la "final", dejando para último momento el voto de los telespectadores, que puede cambiar el resultado que dejan entrever las notas del jurado profesional.

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