Aunque la región árabe sólo supone un 5% de la población mundial, suma el 68,5% de las muertes por guerras, el 57,5% de los refugiados, un 47% de los desplazados internos y un 45% de los atentados terroristas.
Los conflictos en Libia, Siria y Yemen han hecho retroceder 15 años el índice de desarrollo humano (IDH) en esos países. Las proyecciones del IDH para 2050 sitúan a la zona en el quinto puesto, sólo por delante del África subsahariana.
Todos estos conflictos repercuten negativamente en las sociedades árabes donde los efectos de la guerra son devastadores. Pueden terminar los conflictos pero no sus consecuencias. Así, entre los devastadores efectos para la sociedad están las minas antipersonas cuyos efectos sobre las poblaciones son atroces. Además, muchas de ellas no explotan pero permanecen en los campos, durante años, amenazando a las poblaciones locales. Otro efecto está relacionado con la malnutrición y hambre que sufren los países golpeados por los conflictos.
Por otro lado, las torturas, abusos y prácticas inhumanas contra las poblaciones, atrapadas en la guerra, generan discapacidad. El informe de la ONU llama la atención sobre el impacto de la guerra en las mujeres, principales víctimas de abusos sexuales.
Por último, la gran consecuencia de las guerra son los movimientos migratorios. Un total de 10,7 millones de personas fueron desplazadas solo en 2013. Entre las consecuencias de estos flujos migratorios destaca la exclusión social y económica de las personas afectadas.
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