Castorf cierra "Anillo" en Bayreuth con fuego cruzado de abucheo y arrogancia

  • Bayreuth cerró hoy el "Anillo del Nibelungo" de Frank Castorf en medio de un fuego cruzado de abucheos del público y gestos de arrogancia del director, colofón al estreno de un "Ocaso de los dioses" trasladado a Wall Street.

Gemma Casadevall

Bayreuth (Alemania), 31 jul.- Bayreuth cerró hoy el "Anillo del Nibelungo" de Frank Castorf en medio de un fuego cruzado de abucheos del público y gestos de arrogancia del director, colofón al estreno de un "Ocaso de los dioses" trasladado a Wall Street.

Si Castorf pretendía revalidarse como "enfant terrible", a sus 61 años, lo logró con creces en el tradicionalista templo wagneriano, respondiendo con gestos de "no habéis entendido nada" al chaparrón que le dispensó el público en la pieza que cerró el "Anillo".

Estaba claro que Bayreuth iba a cebarse en el dramaturgo, visto que éste había evitado salir a dar la cara hasta entonces y por mucho que el "Ocaso" estuvo a un nivel superior al "Sigfrido", la auténtica piedra de escándalo del ciclo, rayana a lo grotesco.

El público del Festival Richard Wagner tuvo, por su parte, el privilegio no solo de cumplir con su ritual de abuchear al presunto transgresor, sino que además la batuta de Kirill Petrenko le situó ante una tetralogía musicalmente memorable, por no decir histórica.

Petrenko fue ovacionado como el nuevo héroe del olimpo wagneriano, a meses de asumir la dirección musical de la Ópera Nacional de Baviera, con su capacidad para transmitir cada una de las notas escritas por Wagner en sus 17 horas de tetralogía.

El grado de aclamación a Petrenko tenía, por contraste, rango de reprimenda acrecentada a Castorf y también un toque de advertencia a Christian Thielemann, durante años el señor oficioso de la casa, de pronto con riesgo a quedar destronado.

Para las hermanas Katharina Wagner y Eva Wagner-Pasquier el éxito del ruso puede ser un salvavidas frente al ala tradicionalista, que exige a las biznietas del genio y codirectoras de Bayreuth algo más que provocación si quieren prolongar su mandato más allá de 2015.

Las Wagner no lograron convencer a Wim Wenders para dirigir el "Anillo" del bicentenario del nacimiento de Wagner -22 de mayo de 1813-, pero sí ficharon a una gran batuta y a las mejores voces del momento para interpretar a su bisabuelo.

Ahí estuvieron Wolfgang Koch -Wotan-, Anja Kampe -Sieglinda-, Johan Botha -Siegmund-, Catherine Forster -Brünnhilde-, Martin Winkler -Alberich-, Attila Jun -Hagen-, Nadine Weissmann -Erda- y Claudia Mahnke -Waltraute- un bálsamo para las almas maltrechas por la apuesta de Castorf.

El único punto gris musical fue Lance Ryan, el Sigfrido al que Castorf armó con una kalashnikov y convirtió en ligón de barrio.

Fue un estreno en cierto modo redondo, con los elementos implícitos a la casa: abucheos al transgresor, fidelidad excelsa a la partitura y su desfile de devotos ilustres al genio.

A la crítica internacional reunida entre los privilegiados asistentes al "Anillo" del bicentenario le queda ahora dilucidar si la apuesta de Castorf es lasciva y grosera o tan innovadora que resulta indigerible para el tradicionalismo de la casa.

Bayreuth puso a su servicio las mejores voces, la mejor batuta y un impresionante despliegue de plataformas circulares para llevar a la práctica las escenografías rotatorias de Aleksandar Denic.

Las escenografías son espectaculares, con reminiscencias del mejor Wenders que no vino, pero huecas de contenido hasta parecer un mero ejercicio de rotación hasta el Wall Strett final.

El "Anillo" arrancó en una gasolinera-motel estadounidense en el "Oro"; se trasladó a una rústica torre petrolera de Azerbaiyán, en "La Valkiria"; a las Mount Rushmore con las cabezas esculpidas en sus rocas de Marx, Lenin, Stalin y Mao y a la Alexanderplatz de Berlín, con un "Sigfrido" disparando su kalashnikov.

La guerra por el poder, la avaricia, la traición, el amor, entre nibelungos y otras criaturas adoptadas por Wagner se plasmó en dioses borrachos y sexys chicas de calendario de gasolinera, que reaparecieron en Wall Street convertidas en prostitutas de lujo.

En medio aparecieron cocodrilos de cartón copulando o engullendo a su musa y otros seres ideados por Castorf, rozando el dadaísmo.

"Es un 'Anillo' perfecto para escuchar por radio", resumía irónicamente Peter Wallendorf, asiduo al festival, mientras a su lado un británico, que había esperado 21 años por su entrada le recordaba que la ópera no solo es música, sino también escenografía.

Mostrar comentarios