Así era el calculado plan de Ana Julia: quería cobrar la recompensa por Gabriel

Ana Julia Quezada en la cuarta sesión de juicio
Ana Julia Quezada en la cuarta sesión de juicio
Europa Press

Sin llorar, mirando al suelo y con las manos cruzadas. Así ha asistido Ana Julia Quezadaasesina confesa del pequeño Gabriel, al visionado de la reconstrucción de los hechos contenida en dos DVDs en el juicio en el que ayer se escucharon los testimonios claves de los agentes que la detuvieron con el cadáver del menor en el maletero. Han dibujado, fotografía a fotografía, un frío y calculado plan para intentar deshacerse del cuerpo. Además, el comandante Montero de la Unidad Central Operativa (UCO) aseguró que los investigadores creían que su intención era cobrar la recompensa que ofrecía la familia.

Todo lo que decía Ana Julia Quezada el día que se dirigió a la finca de Rodalquilar estaba siendo grabado, pero ella no lo sabía. Ayer en el juicio se enfrentó a sus propias palabras. Tuvo que escuchar, ante el jurado popular, la crueldad con la que se refería al pequeño que "tenía que mover" y del que llegó a decir que podría dejarlo en un "invernadero". 

"Parece una persona a la que le gustaba el dinero" y, además del asesinato del niño, "no sabemos si buscaba cobrar un dinero. Es macabro pero parece que por ahí iba la cosa", declaró ayer el comandante, que relata días muy intensos con jornadas de 24 horas y "muy muy muy duros" porque en ningún momento se buscó a u niño muerto. "No se planteó como un homicidio. Si hubiese sido así, no se habrían empleado tantísimos recursos como en esta investigación", añadió el comandante, que en aquel momento estaba a cargo de la Sección de Homicidios, Secuestros y Extorsiones de la UCO.

En esta línea, señaló que, desde un primer momento, se descartó que Gabriel se hubiese "perdido" y se planteó como una desaparición "muy grave" debido a su edad, ocho años. "Quedaba patente que teníamos que barajar la posibilidad de un secuestro, por lo que a pocas investigaciones se les ha destinado tantos recursos, dejando de investigar otras cosas y destinando a los mejores especialistas en todas las tipologías necesarias".

El comandante Montero describió cómo fueron los días en los que "buscaban una llamada, ese contacto con la persona que pudiera tener retenido al niño porque no había nada que nos dijera que estaba muerto". "Pero nunca llegó", apuntilló para reiterar, en la misma línea que anteriores testificaciones de agentes implicados en la investigación, que tras la actuación de Ana Julia Quezada durante los días 2 y 3 de marzo los agentes se "focalizaron en ella".

"La investigación fue ya por otro derroteros y nos parecía bastante raro que fuera ella la que animaba a la familia a ofrecer más dinero", apuntó, al tiempo que precisó que los datos recibidos desde Burgos, anterior residencia de la procesada, "parecía verificar que estábamos ante una persona a la que le gustaba el dinero".

Así, indicó que los investigadores llegaron a pensar que, "además del hecho cometido", en alusión a la muerte violenta del menor, "quería ganar un dinero". "Parecía macabro pero parecía también que iba por ahí la cosa aunque no tuviera ningún sentido".

También sonó a macabra la frialdad con la que se deshizo de la ropa que le quitó al pequeño antes de enterrarlo. La Policía Judicial de la Comandancia de Almería señalaron en el juicio que ya en la primera declaración de la acusada, realizada el 27 de marzo del año pasado, día de la desaparición del niño, hubo una serie de "circunstancias" que "llamaron la atención" sobre ella.

Especificaron que la mañana del 5 de marzo se les comunicó que la investigada había abandonado la casa de la abuela de Gabriel en el coche del padre del menor con la excusa de ir a tomarse un café en Campohermoso, en Níjar (Almería).

"Atravesó a velocidad alta Campohermoso, cogió la autovía y fue a Retamar, callejeando sin sentido, no conocía el lugar, constatamos que se perdió. No pudimos constatar qué había ido a hacer allí pero no tenía sentido, había mentido a la familia, ido a Retamar y vuelto a gran velocidad, y luego se paró en Campohermoso a tomar el café", relató

Tras su detención supieron el motivo de "este viaje relámpago": con la empresa concesionaria del servicio de recogida inspeccionaron durante dos horas, "uno a uno", los contenedores de vidrio que aparecían en el recorrido realizado días antes por Quezada, hasta dar con la ropa de Gabriel: un pantalón de chándal, una chaqueta roja, una camiseta blanca y unas zapatillas.

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