Una botella de agua es el mejor regalo para los refugiados, dicen los voluntarios

    • Hillien Visser y Márton Matyasovszky son dos voluntarios que ayudan a los refugiados en su periplo hacia el dorado europeo.
    • Denuncian la falta de previsión de los gobierno europeos e insisten en que "agua y afecto" es lo que necesitan las decenas de personas que huyen de la guerra.
Hillien Visser, de 30 años ayuda a los refugiados de Kos
Hillien Visser, de 30 años ayuda a los refugiados de Kos

Abogados, médicos, filántropos o estudiantes…estos son los perfiles de los voluntarios que están sustituyendo a los gobiernos en la gestión del flujo migratorio a Europa, a través de la ruta de los Balcanes. Disgustados ante la falta de previsión del gobierno y la escasez de recursos que se destinan para frenar este drama, han decido dejar las palabras y actuar.

"Me enteré de que las mujeres que llegaban a la isla de Kos tenían problemas para dar el pecho a sus hijos, debido al estrés y la falta de privacidad y decidí venir a Kos a ayudarlas", cuenta a www.lainformacion.com, en una entrevista vía mail Hillien Visser, de 30 años. No es la primera vez que acude a países en conflicto. Ha estado en Bangladesh y China, entre otros lugares, pero asegura que no había visto nunca antes una situación tan dramática.

"Imagina que no puedes dar de comer a tu hijo porque no tiene dinero, ni comida, ni gas para cocinar. ¿cómo va a nacer sano el bebé?", se pregunta. Intentar que estos niños crezcan sanos le empujó a viajar desde Holanda a Grecia.

Más de 20.000 refugiados desembarcaron la semana pasada en la isla griega de Kos. La mayoría son sirios que huyen de la guerra civil, las atrocidades de Estado Islámico y las malas condiciones de vida en los campos de refugiados en Jordania y Turquía donde el exceso de población hace que la convivencia en los campos sea imposible. Precisamente, tras atravesar Turquía se lanzan al mar sin nada que perder. En lo que va de año cerca de 250.000 han conseguido alcanzar la costa europea. "Están llegando muchas familias con niños pequeños, ante lo hacían principalmente hombres", señala. "Esta semana estuve hablando con un niño que viajaba con sus padres, tres hermanas y un hermano pequeño. Nos cuentan historias dramáticas de muerte y sufrimiento. Llevan años sin ir a la escuela", explica. A veces, escuchar sus historias es lo único que necesitan los refugiaodos.

Los voluntarios de Solidarity for Kos Refugees inician a los pequeños en la lengua inglesa, una tarea que les distrae y les recuerda que son niños. "Les enseñamos a decir cuál es tu nombre, de dónde eres, qué edad tienes y palabras fáciles. También intentamos que olviden el dolor de la guerra con peluches o juguetes que les regalamos. Después de todo el sufrimiento, agradecen enormemente volver a jugar como los niños que son", asegura.

La situación en Kos y Lesbos está colapsando a las autoridades, incapaces de gestionar el goteo continuo de gente que llega a las islas. Incluso de dan algunos choques y capítulos violentos entre la población local que ve cómo su economía basada principalmente en el turismo está siendo colapsado por una crisis que no económica si no social. "Algunas personas mayores les gritan que 'vuelvan a sus casas'.", asegura Hillien. No entienden que las bombas han destruido sus hogares.

"Ayudar a los demás nos hace más grandes y más humanos. Como dijo la Madre Teresa si no puedes alimentar a cientos, da de comer a uno. Con una botella de agua y una palabra de cariño les haces muy feliz", concluye Hillien.

Aunque Grecia es miembro de la Unión Europea, muchos de los inmigrantes que llegan hasta allí rápidamente abandonan el país y continúan por la ruta de Macedonia y Serbia para cruzar a Hungría y llegar a otro país de la Unión Europea. La ruta de los Balcanes es la más popular entre los refugiados para llegar Europa Occidental. La frontera de Grecia con Macedonia es desde hace meses el principal pasillo hacia Europa para miles de indocumentados que entran en el continente por Grecia y que agarrados a los bajos de los vagones, intentan dar el salto al corazón de la UE, a través de Macedonia y Serbia hasta Hungría.

Miles de refugiados duermen a la intemperie en torno a las estaciones de ferrocarril de la capital húngara para subirse a un tren o autobús, o para contactar con un traficante que los lleve a Occidente. Allí encuentran el apoyo de los voluntarios de un voluntario de la organización humanitaria local "Migration Aid". Márton Matyasovszky Németh es uno de ellos. En una conversación por teléfono explica a www.lainformacion.com que trata de rellenar los vacíos del gobierno en la gestión migratoria. Estudia derecho pero en sus noches libres acuden con un, grupo de 30 voluntarios a las estación de Nyugati Pályaudvar donde se ha creado un campamento o zona de tránsito para que los refugiados se pueden duchar, acudir a servicios médicos, cargar sus teléfonos móviles o simplemente descansar. "Les ofrecemos comida, agua y ayuda para continuar con su viaje", asegura. Llegan muy cansados después de un viaje de miles de kilómetros. Además de ofrecerles agua hablan con ellos y les traducen información útil para que continúen con su periplo. En total, alrededor de 300 personas trabajan voluntariamente en esta organización: "médicos, abogados, profesores".

Hungría es uno de los países que está recibiendo un mayor número de refugiados. Más de 130.000 son los refugiados que han entrado en Hungría en lo que va de año, aunque en su gran mayoría abandonan el país a los pocos días y siguen rumbo a Estados más ricos de la UE, como Alemania, Austria y los países escandinavos.

Las historias de Hillien Visser y Márton Matyasovszky son solo las de dos de los cientos de voluntarios que están ayudando a los refugiados en Europa. Su obra solidaria es solo un ejemplo que muestra que detrás del drama, existen historias para la esperanza.

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